lunes, 27 de enero de 2014

Con la mochila a cuestas

Una buena amiga me dijo hace poco que por qué no empezaba escribir mi autobiografía. Muchos estaréis pensando que veinticinco años no dan para tanto; yo, discrepo. Cuando vives intensamente, como yo lo hago, cada día es una página en blanco, una página que llenar con nuevas vivencias, grandes enseñanzas y fascinantes personas. Os sugiero que pongáis este pensamiento en práctica y entonces, no me cabe la menor duda, de que os sobrarán historias que contar.

Ciertas experiencias dejan huella en nuestra vida; y, aun con el paso del tiempo, somos capaces de recordarlas como si fuera ayer. Una vez leí que cuando nuestro cerebro vincula una determinada vivencia a una emoción, esta permanecerá siempre en nuestra memoria. Y aunque olvidemos hechos concretos, jamás olvidaremos como nos sentimos en esos momentos. A pesar de ello, para contaros esta historia, me he documentado; con el único propósito de no pasar por alto ningún detalle; pues a mi modo de ver, la belleza, el gusto o la gracia están en las pequeñas cosas.

Hoy quiero empezar a contaros la historia de cuatro amigos, iguales pero muy diferentes, que hace seis años decidieron recorrer Europa en tren, sedientos de aventuras y con una mochila a cuestas como único equipaje. Durante tres semanas, vivieron una experiencia inolvidable, que más tarde titularían "Miseria: La película". Para no aburriros demasiado, he decidido dividir esta historia en capítulos breves, porque ya sabéis lo que dicen, "lo bueno, si breve, dos veces bueno".

CAPÍTULO I

Todo comenzó a principios de julio, pocos días después de acabar los exámenes. A pesar de llevar muchos meses indagando en Internet y leyendo consejos de otros que lo habían hecho, nuestros protagonistas seguían sin saber qué meter en sus mochilas. Viajar con la casa a cuestas no era nada fácil y así, aprendieron a distinguir lo imprescindible de lo que no lo era. Cepillos de dientes, deportivas, chanclas y sobretodo, muchas camisetas. Y algún que otro artículo inesperado como un cargamento de latas de conservas o un biberón.

Una vez equipados con sus mochilas, las cuales se convertirían en un miembro más de su cuerpo (dos de las protagonistas incluso las bautizarían con nombres propios); los cuatro amigos cogieron el primero de una larga lista de trenes que, en este caso, los llevaría de Galicia hasta Madrid. Con vistas a la que sería una temporada de escaso cuidado personal y para ahorrarse el espacio de un peine, una de ellas apareció en la estación radiante con un nuevo corte de pelo (más práctico para el viaje en cuestión). Mientras él era incapaz de dormir dado el griterío de unas adolescentes con las que compartían vagón; ellas conciliaron el sueño enseguida, eso sí, en posturas poco dignas, de las cuales aún existen pruebas gráficas a día de hoy.

sábado, 25 de enero de 2014

Friendship never ends

Ya lo decían hace unos años las Spice girls; y es que la verdadera amistad, nunca termina. La mayoría de la gente piensa que el tiempo y la distancia debilitan las relaciones; a mi parecer, es justo lo contrario, las fortalecen. No negaré que "el roce hace el cariño" y cierto es que la amistad nace de circunstancias comunes; pero cierto es también, que se pone a prueba cuando la vida separa a las personas.

Uno de los grandes temores que tiene la gente al iniciar una nueva etapa en su vida es perder a sus amigos como consecuencia de la separación. En mi opinión, es algo normal cuando tienes dieciocho años y dejas el instituto. En ese momento, piensas que aquellos que te rodean siempre serán imprescindibles en tu vida. Y entonces surgen promesas del tipo "nos vamos a ver mínimo una vez al mes" o "seremos amigos para siempre". La experiencia me ha demostrado que lamentablemente no es así. Algunos afortunados conservan a sus amigos del instituto, pero la gran mayoría de las personas les pierden la pista o, en el mejor de los casos, les siguen de lejos a través de las redes sociales.

Aprender esta lección no es nada fácil; pero es un proceso clave en la maduración personal. De repente, descubres que tienes que empezar de nuevo y que no cuentas con más compañía que contigo mismo. Tras un breve (o no tan breve) período crítico, sigues adelante y conoces nuevas personas, igual de buenas o incluso mejores. Con esto no quiero restar importancia a las amistades de la adolescencia, ni mucho menos; pues fueron fundamentales en ese momento de nuestra vida, en el que definimos nuestra personalidad y nos conocemos a nosotros mismos. Pero es después cuando descubrimos que "nuestra vida sigue" sin esas personas en ella.

Y con esta lección aprendida, llegamos a la universidad. Hemos madurado y ahora sí, estamos preparados para establecer relaciones verdaderas. Durante varios años compartimos momentos de diversión y como no, momentos de desesperación. Momentos que, en todo caso, nos unen para siempre. La gran diferencia es que ahora, como adultos, ya no tememos la separación. Asumimos que nuestras vidas han de seguir su curso; y sabemos que, aunque no los veamos tanto como desearíamos, nuestros amigos estarán ahí para siempre. Y cuando nos rencontremos, será como si el tiempo no hubiera pasado; seremos los mismos y también habremos cambiado. Pues a las viejas preocupaciones, como el uso de profilácticos, añadiremos otras nuevas, como por ejemplo el crecimiento demográfico.




martes, 21 de enero de 2014

El secreto de la felicidad

La gente me pregunta a menudo cuál es el secreto de mi felicidad. En contra de lo que pueda pensarse, no existe una fórmula secreta para ser feliz. Después de investigar en extenso sobre el tema, creo haber descubierto qué se necesita. Me encantaría compartirlo con vosotros y que pusiéseis en práctica los siguientes consejos; que al menos a mí, me funcionan (eficacia probada).

Una vez leí en un libro que para ser feliz hay que cumplir tres requisitos: emocionarse, comprometerse y sentir que se está destinado a algo grande. Intentaré explicaros en qué consiste cada uno de ellos, basándome en mi caso en particular. Obviamente, no poseo la verdad absoluta; sólo intento documentarme y aplicar lo que aprendo a mi vida cotidiana.

Lo primero y, quizás lo más importante en la vida, es sentir emociones. Y digo emociones en general, buenas y malas. Al fin y al cabo, la capacidad de emocionarnos es lo que nos diferencia de los seres inertes. Cuando uno siente, a veces pierde. Pero el que no arriesga tampoco gana. Y citando a mi querido Albert Espinosa "toda pérdida es una ganancia". Por otro lado, es bien sabido que todo ser humano necesita amar y ser amado, pues como hemos oido tantas veces "el amor es la fuerza que mueve el mundo".

Para ser feliz en la vida, también se necesita adquirir compromisos, del tipo que sean, personales, laborales, etc. Al fin y al cabo, el compromiso es el medio a través del que tomamos consciencia de nuestras responsabilidades y es el motor que nos obliga a levantarnos día tras día. Si no nos comprometiésemos, tampoco valoraríamos nuestra libertad. Pues el blanco no existiría sin el negro.

En último lugar, toda persona necesita creer que tiene una misión que cumplir en el mundo. Podría pensarse que este es un concepto teológico, pero nada más lejos de la realidad. No me refiero a grandes logros ni descubrimientos, hablo del sentimiento de ser "útil" a los demás, de sentirse parte de una entidad global. Pues el ser humano es sociable por naturaleza y el mayor grado de felicidad se obtiene haciendo feliz a otra persona. De eso no me cabe la menor duda.

Para terminar, una frase de Gandhi que estaréis hartos de oir, pero que resume a la perfección lo que quiero transmitiros "No hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino".

lunes, 20 de enero de 2014

Ser madre

"Lo entenderás cuando tengas hijos". Alguna vez os lo han dicho? Seguro que sí, es la frase más repetida por las madres del mundo. Da igual en qué país nos encontremos, pues la maternidad es un sentimiento universal. Acaso no os parece curioso que las preocupaciones de las madres de vuestros conocidos sean prácticamente idénticas a las de la vuestra? Come bien, abrígate que hace frío, avísame cuando llegues... Os resulta familiar? En este caso, hablaré de mi madre, pero me apuesto lo que sea a que cualquiera de vosotros podría extrapolarlo a la suya.

Y es que ser madre es el mayor gesto de altruismo que puedo imaginar. Desde mi total desconocimiento, me gustaría compartir con vosotros lo que creo que significa. Y como lo he aprendido? Fácil, observando a mi propia madre durante veinticinco años. Al estilo de las redacciones que hacíamos en parvulitos, tal reflexión podría titularse... Que es una madre para ti?

Ser madre es entregar tu vida a otra persona, dejar de pensar en ti misma y preocuparte por otro. Ser madre es ser la primera en levantarse y la última en acostarse. Ser madre es coger del plato cuando los demás ya lo han hecho. Ser madre es hacer la compra pensando en lo que a los otros le gusta. Ser madre es no renovar tu vestuario hasta que los demás lo hayan hecho. Ser madre es preocuparte porque en Navidad todo el mundo tenga un regalo bajo el árbol, aunque sea un par de calcetines. Ser madre es volver a estudiar, renunciar a horas de sueño y pelearse con el libro de mates para luego hacer los deberes. Ser madre es preparar bocadillos y cargar mochilas. Ser madre es dar la merienda, aunque dicha tarea pueda llevar horas. Ser madre es coser rodilleras en los pantalones y besar heridas para que sanen. Ser madre es tomar la fiebre poniendo la mano en la frente y frotar la barriga cuando duele.

Para concluir, solo quiero decir una cosa. No sé cuales son los mecanismos que subyacen a este fenómeno, pero de lo que estoy convencida es del efecto terapéutico que tiene una madre; mejor que cualquier fármaco. Cuando pienso en la mía, una frase me viene a la cabeza "una palabra tuya bastará para sanarme".

sábado, 18 de enero de 2014

El sitio de mi recreo

 Como decía el gran Antonio Vega, "silencio, brisa y cordura, dan aliento a mi locura". Y es que todos tenemos un lugar al que nos gusta escapar de vez en cuando, un lugar donde el tiempo se detiene, y podemos estar a solas con nuestros pensamientos. En ese lugar, nos refugiamos del mundo y de las preocupaciones; se deleitan nuestros sentidos y entonces, brota la inspiración.

El que os voy a describir, no es un lugar cualquiera. Fue hace tiempo el hogar de uno de los más célebres escritores gallegos, Otero Pedrayo, o como era conocido en el pueblo, don Ramón. Y lo que es más importante, es la aldea que vio nacer a mi fan número uno, que no es otro que mi padre. A él quiero dedicar este post.
Lo que hoy comparto con vosotros, lo escribí una calurosa tarde de agosto, ya no recuerdo de qué año, en la bodega de mi casa, el único sitio que, en la provincia de Ourense, se encuentra a menos de cuarenta grados en los meses de verano. Aún corregido y revisado, quería conservar el manuscrito original. Con la venia de mis lectores de fuera de Galicia, os doy la bienvenida a Trasalba.

Se atopas un lugar onde as árbores crecen até acadar o ceo e o silencio só é interrompido polo bater das follas co vento, saberás que xa chegaches. Mentres miras arredor na procura dunha persoa á que pedirlle indicacións, descobres que alguén está a observarte tras unha ventá. Achégaste nun intre; mais non consegues saber quen é.
Segues andando cara á igrexa, mentres os carballos e castiñeiros do pazo fan que te estremezas coas súas agónicas expresións. De súpeto, caes na conta de que unha parella de gatos está a seguirte. Cando intentas acariñalos, foxen ata converterse en dous pequenos puntos ao lonxe. Por fin, ves un vehículo de cor vermella estacionado xunto ao cemiterio. Intúes que haberá alguén alí, pero cando preguntas ninguén contesta. Achégaste e observas con detemento a estraña beleza daquel lugar; nese intre, dous paxariños aparecen entre as pólas dos cipreses e entoan unha fermosa melodía que che fai sentir coma na casa.
Entón, segues andando, guiada polas gargalladas duns rapaciños que están a xogar nunha piscina. Namentres, aproveitas para coller uns poucos amorodos, que as silveiras ofrecen xenerosamente a todos os camiñantes. A ambos lados da estrada, as casas dormen unha longa sesta ao sol do verán. Podes oír como a auga escorre por unha vella tubaría e sentes que o tempo se detén con cada gota que cae. De súpeto, un obxecto capta a túa atención: un cabaceiro de pedra tórnase no gardián desta enfeitizada aldea. Sons que proveñen dun lugar próximo, chegan para interromper tal cavilación.
Unha ledicia desbordante invádete ao identificar voces que se erguen sobre o ruído do futbolín e botan cantigas populares, ao tempo que discuten sobre a partida de cartas. Emocionada, aceleras o paso e apenas advirtes a existencia dunhas vellas portarías, testemuñas das longas tardes de antano cando mozos e adultos se entretiñan xogando cunha pelota desinchada.
Ergues a vista e quedas mirando o cartel do bar durante uns segundos: a terraza está baleira, dentro é case imposible atopar un sitio libre. Aínda así, decides entrar e convertirte no centro de todas as olladas. A xente saúdate amablemente e un home que está sentado na barra insiste en convidarte ao que tomes. Non te podes negar, pois o Real Madrid acaba de gañar a Liga e é preciso celebralo. Mentres bebes un vaso de auga fresca, deteste a observar a multitude alí reunida.
Un individuo baixiño de ollos azuis está no centro da estancia, parece estar a falar con todo o mundo, aínda que é complicado entender o que di. Polo fluír da conversa, averiguas que se trata do sacristán, que está enterado de todas as festas e enterros dos arredores. Ao seu carón, un home de barba sacode un cigarro dun lado para outro, dicindo algo sobre o alcalde e o futuro do concello. Os que están sentados xogan a maioría ao subastado, outros ao dominó. Parece haber tensión entre eles, mais pódese adiviñar que se levan ben.
Un home gordo e de aspecto rudo descansa sobre un par de cadeiras roídas pola couza; ao seu lado un mozo de pelo encrespado bebe cervexa ao tempo que fala do traballo cun grupo de portugueses, recentemente chegados ás obras do AVE. Na outra esquina, un home de camisa branca cambalease por efecto do alcol, mentres o que está tras a barra, que ten fama de conquistador, o mira cun sorriso nos beizos. Nun rincón, outro home que leva alfábega nas orellas, observa a situación mentres toma unha cunca de viño tinto.
Minutos despois, reparas no teu reloxo. Caes na conta de que xa é hora de marchar. Profires unha breve despedida e, atravesas a porta deixando tras de ti o mesmo barullo que había cando chegaches. Mentres camiñas, observas os refugallos do chan e matinando, chegas a conclusión de que hai pouco houbo feira: escarvadentes, rabos de polbo e migallas de pan parecen delimitar unha ruta marcada por alguén. Decides seguila e ver ata onde leva. O asfalto da estrada derrétese baixo os teus pés. Preto de onde te atopas, hai un banco de pedra no que sentas a descansar un anaco. En fronte, a parada de autobús está deserta: os carteis dos cristais anuncian festas en Amoeiro, Palmés e Santa Cruz.
De súpeto, un coche de cor violeta coa música a todo volume atravesa a estrada coma un lóstrego e desaparece nuns segundos. Cando o ruído do motor se perde na distancia, todo volve quedar en silencio. Polo camiño que vén do "fondo do lugar", un home de gorra sobe a présa, mentres fala consigo mesmo, asubía e mira cara o ceo. A súa dicción é un tanto estraña, pódeste decatar de que é tartamudo.
Érgueste lentamente, segue a facer un calor infernal. Avanzas pensando que moitos anos antes, xa alguén nos seus escritos falara daquela aldea, da súa xente e da súa paisaxe. Envolta nas túas lembranzas, segues camiñando.
Agora sabes onde vas; o corazón báteche con forza no peito. O presente e o pasado mestúranse na túa testa e comezas a recordar: o cruceiro, o eido do Rafael, a casa da bisavóa, a laranxeira, a parra podre, o espello do garaxe do Manolo, a nogueira, a casa onde naciches. Espetada diante da fachada, muda e absorta nos teus pensamentos, ves como a Isabel co seu caxato e as súas ovellas, se achega a ti e, entornando o sol coa súa man engurrada pregúntache: "Nena, que hora levas?".

martes, 14 de enero de 2014

Seis grados de separación

No hay cosa que más me guste en el mundo que conversar con un taxista. Los que me conocéis estaréis pensando... Con quién no te gusta hablar a ti? Y es verdad, disfruto hablando con todo el mundo. Pero los taxistas en particular, se cruzan con miles de personas a lo largo de su vida, aunque sólo sea durante unos minutos (representan lo que los científicos denominan núcleos). Huelga decir que fue una conversación reciente con un taxista lo que me trajo a la cabeza este tema.

Cuantas veces hemos oido la siguiente frase... "El mundo es un pañuelo". Los más escépticos piensan que la gran mayoría de nuestros encuentros son fruto de la casualidad. Otros, a los que nos gusta que la vida nos sorprenda, creemos que son cosa del destino. En todo caso, es bien sabido que nada en el universo ocurre de forma fortuita. Y eso es lo que la ciencia intenta explicarnos.

A día de hoy, gracias al uso de las redes sociales, todos los seres humanos estamos conectados. Dicho así parece una perogrullada, pero son numerosos los estudios que van más allá, describiendo la naturaleza de dichos vínculos.
Habéis oido hablar de la teoría de los seis grados de separación? Os cuento brevemente de qué se trata. Se basa en el principio de que cualquier individuo del planeta puede estar conectado con otro a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios. Según esto, cada persona conoce de media a unas cien. Si elevamos este dato a la sexta potencia, obtendríamos una red de un millón de millones, o lo que es lo mismo, la población mundial. No os parece fascinante? Si queréis saber más, os recomiendo buscar información sobre el tema; muchos documentales muestran experimentos con resultados tremendamente sorprendentes.

Mi adorado Punset tituló a su programa "Redes" hace veinte años. Personalmente, creo que fue todo un visionario, dado que actualmente la ciencia está confirmando sus sospechas. Con esto no pretendo más que convenceros de que en el mundo globalizado en el que vivimos, todo es posible. El que las cosas cambien depende de los pequeños gestos del día a día, de lo que nosotros hagamos con nuestros conocidos y estos, a su vez, hagan con los suyos. Por medio de dichas interacciones, cualquier iniciativa individual puede llegar a una persona con el poder suficiente para ejecutarla. Al fin y al cabo, no es tanta la distancia que nos separa, únicamente seis grados.


lunes, 13 de enero de 2014

La amistad entre hombres y mujeres sí existe

Siempre me interesó el funcionamiento de la mente masculina. En el colegio era de las que abandonaban las cocinitas y me iba a jugar al fútbol con los niños. No puedo explicar porqué; quizás me sintiese más identificada con su forma de ser, más sencilla (que no simple) que la de las niñas. O quizás sin darme cuenta, lo que pretendía era "conocer al enemigo", inmersa como estaba en la primera fase del método científico, la observación.

A temprana edad, hice mi primer decubrimiento en relación a la guerra de sexos. Cuando los niños se enfadaban entre ellos, se peleaban allí mismo, en el patio del cole y al instante eran tan amigos. Cuando las niñas tenían un problema se mostraban recelosas, cuchicheaban y se dedicaban a planear una venganza. De tal comportamiento, pude deducir que mientras que los hombres piensan mayoritariamente en el presente y se mueven básicamente por instintos; las mujeres tienden a evocar el futuro y racionalizar las situaciones.

Pero toda teoría que se precie, no puede fundamentarse únicamente en observaciones aisladas. La verificación de mis sospechas (también llamadas hipótesis) tuvo lugar hace poco tiempo, cuando empecé a documentarme. Es una obviedad que hombres y mujeres somos diferentes (unos de Marte, otras de Venus). Negarse a aceptar algo así es nadar contracorriente. Pero también es cierto, que no podríamos vivir sin el género opuesto. Aunque biológicamente a día de hoy es posible; emocionalmente, nos necesitamos. Pues siendo radicalmente distintos, no buscamos en la vida otra cosa que complementarnos.

Un chico me dijo una vez que un hombre jamás pierde el tiempo con una mujer si no hay una segunda intención detrás. Llamádme inocente, pero le dije que estaba completamente equivocado. Más allá de una relación de pareja, es mucho lo que nos aporta una persona del sexo opuesto. Conversaciones trascendentales, momentos divertidos, abrazos que no van más allá del cariño y, sobretodo, grandes consejos en materia de relaciones. Porque chicas... Quien mejor que un hombre para entender lo que se le pasa a otro hombre por la cabeza? Lo mismo en el caso de los chicos, con una salvedad; que la respuesta sería infinitamente más larga.

De mis propias vivencias, de las que me han contado otros, de la información de la que dispongo y de la observación del entorno en el que vivo, puedo afirmar sin riesgo a equivocarme la siguiente teoría: La amistad entre hombres y mujeres SÍ existe. 



domingo, 12 de enero de 2014

Mi otra mitad

¿Os habéis preguntado alguna vez quién es esa persona cuya ausencia nos hace sentir incompletos? Os daré una pista; es la misma persona que tiene la capacidad de sacar lo mejor y lo peor de nuestro carácter. A la que muchas veces desearíamos perder de vista; pero sin la cual no podemos vivir. Con esa persona compartimos todo, la mayor parte de nuestra vivencias e inquietudes e incluso, el útero materno. ¿Sabéis ya de quién estoy hablando?

Es difícil explicar que significa un hermano a alguien que no lo tiene. Porque un hermano no se puede definir; únicamente se puede sentir. De la misma forma, diré que nunca sabré cómo es ser hijo único, lo cual a mi modo de ver supone un gran desafío; pues afrontar en soledad los avatares de la vida tiene que ser difícil. Es por eso, que invito a aquellas personas que se encuentren en dicha situación a contármelo.

Relaciones fraternales hay tantas como personas en el mundo. Ser el hermano mayor, no es fácil, especialmente si tu hermana pequeña se llama Eva. Quizás no os sintáis identificados con lo que os voy a contar, porque a lo mejor no los veis tanto como os gustaría o simplemente no habéis alcanzado ese nivel de confianza.Pero a todos los afortunados que tenéis un hermano, he de deciros algo: no perdáis más tiempo, esforzaros por conocerlo, compartid experiencias, descubrid qué pueden aportar a vuestra vida. Estoy segura que más de uno se llevará una gran sorpresa.

Uno de los momentos más difíciles para mí al empezar la universidad, fue despertarme una noche y descubrir que mi hermana no estaba en la cama de al lado. Eran muchas las cosas que echaba de menos; os contaré unas cuantas. Jugar con ella a las películas antes de dormirnos, susurrando en la oscuridad para que mi padre no nos petase en el tabique. Meterme en su cama cuando veíamos una película de terror y tenía miedo, y que ella me mandase de vuelta a la mía. Escucharla hablar en sueños y contarle al día siguiente qué había dicho. Oírla quejarse por dejar mis zapatillas en el medio del pasillo o mis gafas fuera de la funda.

A día de hoy, me he acostumbrado a que no durmamos juntas; lo que no significa que no lo añore. Porque mi hermana es la persona a la que más admiro en este mundo, la que mejores consejos me da y, lo más importante, la que me abre los ojos a la realidad que a veces me niego a ver. Porque cuando ella no está, algo me falta. Pensaréis vosotros... ¿Qué es lo que te falta? MI OTRA MITAD.

viernes, 10 de enero de 2014

Esas maravillosas criaturas

Es fácil imaginar de qué o más bien, de quién, os voy a hablar hoy. Empezaré citando una frase de una película que acabo de ver... "Tú le das tu corazón y él te entrega el suyo". Y es que no hay amor más desinteresado en el mundo que el que nos dan los animales. Jamás replican, siempre están ahí, nos enseñan infinidad de cosas; y, lo más importante, nos hacen mejores personas.

Nunca he entendido a la gente que dice que lo único que les falta es hablar. Personalmente, estoy convencida de que en el plano emocional, están por encima de nosotros; así que, simplemente no lo necesitan. Además, tienen otras formas de comunicarse. Las palabras sobran cuando los gestos demuestran tanto. Ejemplos hay miles, en el cine y en la vida real. Hoy quiero contaros mi historia.

Paquita llegó a mi vida siendo yo una niña de seis años; por una simple razón, porque tenía rabo y sus hermanos, no. Era una gatita siamesa, de carácter huidizo, que se escondía en las esquinas de su habitación. A medida que crecía, más se metía en nuestros corazones. Y más difícil se hacía el estar lejos de ella.
Pero un día, un trágico suceso ocurrió. Paquita se cayó por la ventana y en ese instante, mi vida se paró. Me resistí a creerlo; no era el momento, yo sabía que nos quedaba mucho tiempo por delante. Lloré y lloré, y durante una semana, nunca me resigné.
Y poco a poco, Paquita se recuperó. Volvió a casa cojeando, pero volvió. Y fue entonces, con sólo seis años, cuando decidí cual sería mi profesión. ¿Habéis oido hablar del efecto mariposa? Un simple suceso que cambia radicalmente el devenir de las cosas. En mi caso, eso fue lo que pasó.
Paquita era especial, me entendía mejor que nadie. Era la primera en darse cuenta cuando no me encontraba bien. Se subía a mi cama, me lamía, ronroneaba a mi lado. Por la noche, me dormía con el sonido de su respiración; por la mañana, me despertaba con el cosquilleo de sus bigotes. Reclamaba mi atención en todo momento, me ignoraba cuando le reñía. Me acompañaba a la puerta al salir de casa, y siempre me recibía al volver. Así durante dieciséis años, en los que no concebía mi vida sin que Paquita estuviese en ella.
Pero como habréis oido muchas veces, todo lo bueno tiene un final. El tiempo pasó y Paquita enfermó. Esta vez era distinto. Había tenido una vida feliz, y estaba lista para irse. Desde su cestillo, me miró y lo supe. Durante unas horas, fui egoísta, no quise aceptarlo. Finalmente, comprendí que no era justo para ella. Pues prolongar su sufrimiento, era pensar en mi bienestar y no en el suyo.

A día de hoy, Paquita descansa bajo un nogal en una finca familiar. Y no puedo acabar diciendo que se fue de mi vida hace ya más de tres años, porque siempre estará presente en ella. En mi corazón y en mis recuerdos.

jueves, 9 de enero de 2014

Un gran hombre

Hoy quiero presentaros a alguien muy especial. Algunos tenéis el privilegio de conocerlo; otros habréis oido hablar de él en no pocas ocasiones. Dicen por ahí que todo genio tiene su musa; él es para mi, fuente de inspiración. ¿Os imagináis de quien puede tratarse? Os invito a leer el siguiente relato y a descubrirlo. Sólo os adelantaré una cosa, y es que le váis a coger cariño.

Desde mi cama puedo escuchar su radio; todos los días el mismo programa. A veces me levanto en mitad de la noche porque él se olvida de apagarla. Está tapado hasta arriba, las sábanas le cubren las orejas y sólo un pequeño ronquido delata su presencia. Creo que sueña con tiempos pasados, cuando era niño y jugaba en el campo, pues en su cara se dibuja una sonrisa de felicidad.
Por la mañana, el suelo cruje con sus pasos y sé que se ha levantado. Aunque intenta no hacer ruido, puedo ver su sombra cuando se asoma a través de la puerta. Tras asearse y tomar sus galletas con cola-cao, sale a la calle a hacer el recorrido de cada día: comprar el periódico, ir al supermercado y charlar con un amigo, mientras la perra de este le olisquea los zapatos. Todo el mundo en el barrio lo conoce y si algún día no sale preguntan por él. A través de sus viejas gafas, ve las cosas de otra manera: nunca tiene prisa y disfruta con sólo sentarse en un banco y oir cantar a los pájaros u observar las nubes del cielo. Siempre dice que no hay pintor en el mundo que las pueda reflejar tan bonitas cómo son.
En sus pequeños ojos veo reflejados largos años de duro trabajo, años de dedicación a los demás, años de los que habla con melancolía. En tardes lluviosas, su mente viaja en el tiempo hasta aquel pueblecito donde se crió. Parace estar contento en todo momento, pero yo sé que muchas veces no dice lo que siente para no causar preocupación. Cuando está nervioso, pasea de un lado a otro y su inquietante silencio me provoca temor. Luego se mete en su habitación y empieza a revolver los papeles que guarda en el fondo de su cajón.
Sentado en el sofá, coge el mando del televisor; su mano tiembla al ver las tristes noticias y se aflige su corazón. Entonces me recuerda lo afortunada que soy y después se marcha; otra vez vuelve a su habitación. En ocasiones, coge un libro de mi estante y me pregunta acerca del mar y de las estrellas, pues entre sus sueños de juventud estaba el de recorrer el mundo siendo pescador. Yo le digo que nunca es tarde para los sueños, pero él contesta que más de una primavera ya pasó.
Cuando regresa de la calle se quita sus miles de jerséis, su abrigo y su gorra; abre el armario y un fuerte olor a alcanfor llega hasta donde estoy. Con pantuflas en los pies, se dirige a la cocina y se coloca en el mismo sitio de siempre, donde callado espera por ese caldo que tanto le gusta. Después de tomarlo, entra en la conversación y ofrece sabios consejos; ochenta y ocho años, muchos son.
Llega la hora de dar cuerda al reloj, hora de volver a su habitación. Antes de acostarse, recorre la casa y comprueba que el cerrojo está echado. Desde el sofá puedo adivinar que se acerca y tambien las palabras que va a decir; las mismas palabras desde hace veinticinco años.
Ahora sintoniza su emisora preferida y esconde la radio bajo la almohada; apaga la lamparilla y se sumerge en su edredón de cuadros. Todo está en silencio, lo único que se escucha es la voz del presentador anunciando lluvias para mañana y, de fondo, una respiración rítmica y acompasada.

A pesar de todo, nunca deja de sorprenderme. Incluso en los momentos difíciles es capaz de hacerme sonreir. Porque así es mi abuelo; una persona como ninguna otra, alguien digno de admirar; en definitiva, un gran hombre. 

miércoles, 8 de enero de 2014

Redescubrir el Romanticismo

Contrariamente a lo que pueda parecer, en este post no voy a hablar de amor. Sino de una actitud frente a la vida. Si seguís leyendo, descubriréis el porqué.

Para que podáis entender un poco mejor de lo que hablo, he de revelaros algo. Hay épocas en las que padezco insomnio. Me cuesta conciliar el sueño y es entonces, cuando mi cabeza se pone a trabajar. Porque... Qué otra cosa hacer mientras los demás duermen? La respuesta es fácil: CREAR.
Lo más probable es que penséis que la creación es algo que nace de la nada, espontáneo, que carece de fundamento. Y es una gran verdad. Pero también es cierto, que el espíritu creador surge del afán curioso de aquel que se siente insatisfecho y decide indagar. Esto pensaba yo cuando una de estas noches, decidí sacar mi libro de Lengua y Literatura del fondo del armario. La literatura en particular, es algo que siempre atrajo mi atención; especialmente una etapa: el Romanticismo.

Os habéis parado alguna vez ha indagar sobre la vida de los más célebres autores románticos como Lord Byron, Bécquer o Espronceda? Merece la pena, hacédme caso. Genios creadores de universos propios, autónomos; en definitiva, imperfectos. Todos ellos transformaron sus ideales en poesía, rompiendo con lo establecido y valorando lo diferente frente a lo común. Porque el Romanticismo no es otra cosa que la exaltación de una de las mayores virtudes de las que disponemos las personas: la LIBERTAD. Y cual es la mejor forma de expresarla? Posiblemente, la escritura.

Esto ya lo pensaba yo hace ahora siete años, cuando me pidieron que escribiese el prólogo del libro con los trabajos premiados en el concurso del Día del Libro (valga la redundancia) del instituto. Ahí os dejo la reflexión de una chica de dieciocho años a la que le gustaba escribir...

"Escribir. Dejar volar la imaginación, dar rienda suelta a los sueños, viajar a tiempos pasados, revelar nuestros más secretos pensamientos, recrear nuestra vida cotidiana, expresar aquello que realmente sentimos y, en muchas ocasiones, decir esas palabras que no son capaces de brotar de nuestros labios. A través del papel, uno puede dejar de ser quien es y convertirse en aquello que sueña, vivir aventuras inolvidables, recrear paisajes que no existen, caminar por senderos infinitos, respirar aire fresco y sentirse renovado por dentro. Porque escribir no es otra cosa que ser libre"

Para terminar quiero confesaros algo: sigo siendo esa chica. Y por todo eso y más, me declaro una ROMÁNTICA con mayúsculas.









martes, 7 de enero de 2014

Ni blanco ni negro

A lo largo de este último año, habéis sido muchos los que me me habéis sugerido que escribiese un blog. Y como digo yo siempre, vuestros deseos son órdenes para mí. Porque... ¿que hay más maravilloso que tener una idea y estar rodeada de gente que le de alas? Ya solo por eso, he de comenzar por daros las gracias. Porque este proyecto no es solo mío, ni mucho menos, sóis vosotros  los que lo hacéis grande, al dedicar unos minutos de vuestro valioso tiempo a la lectura de este humilde blog.

Para empezar quiero dejaros esta reflexión que hice hace unos días. Algunos ya la habréis leido; en breve, prometo sorprenderos con una nueva entrada inédita (o quizás, no tanto). En un futuro no muy lejano, me gustaría que colaboráseis conmigo en esto. Os pido un tiempo prudencial para familiarizarme con las cuestiones informáticas, pero algo me dice que esto es el principio de algo grande...

Hoy me siento inspirada. Quizás se deba al alto nivel de cafeína que ahora mismo tengo en la sangre, al viaje en tren que vengo de hacer y durante el cual le he dado vueltas a esta idea o que simplemente ha llegado el día de compartir con vosotros lo que pasa por mi cabeza.
Creo yo que en estos casos lo mejor es empezar por presentarse. Como algunos sabéis y la gran mayoría desconocéis (eso significaría que no solo mis amigos están leyendo esto) desde hace un tiempecillo me dedico (o eso pretendo) a la escritura científica, vía tesis doctoral en materia de sanidad animal. Un trabajo que lejos de saciar mi curiosidad, ha despertado mi interés por campos completamente ajenos al mío, cada cual más dispar. Es algo que a las personas a veces sorprende pero yo me pregunto… Acaso ¿no es ese el espíritu de un buen científico? ¿Intentar comprender todo aquello que escapa a su conocimiento?
A estas alturas es importante que sepáis algo de mí: no utilizo el cerebro de forma equilibrada. Últimamente he constatado que el 85% de mis acciones las ejecuta el hemisferio derecho, donde reside la creatividad, la fantasía y la imaginación. La escritura es una de las vías a través de las que dar rienda suelta a todas ellas. Eso ya lo sospechaban mis profesores en el instituto, cuando intentaban convencerme de que lo mío eran las letras y no las ciencias. Pues escribir era y sigue siendo una de las tareas que más feliz me hace. Por aquel entonces desoí su consejo y me guie por la intuición.
A día de hoy no me arrepiento de la decisión que tomé porque creo ciegamente en que es posible ser científico y soñador, riguroso y creativo. Desde mi humilde posición, reivindico el papel del hemisferio derecho en el mundo de la ciencia, donde a juicio de la mayoría solo tiene cabida el izquierdo. Porque contrariamente a lo que se pueda pensar, es posible conjugar ambas cosas, un trabajo y una pasión. Eso es lo que quiero demostraros. Cierto es que de pasiones no vive el hombre pero es fundamental vivir la vida con pasión. No lo olvidéis nunca.