jueves, 27 de febrero de 2014

Algo se muere en el alma...

Me imagino que sabéis como sigue, no? La letra de esta canción vino a mi cabeza hace unos días a causa de la marcha de una de mis grandes amigas. Dicen Los del Río que "ese vacío que deja el amigo que se va, es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar". En parte, es cierto. Y en parte, no. Las despedidas nunca son fáciles; cuando alguien a quien queremos se marcha, nos sentimos perdidos y sin rumbo. Una parte de nosotros se va con esa persona y de repente, nos quedamos cojos. Pero con el paso del tiempo, descubrimos que, aun así, somos capaces de seguir caminando; pues la vida continua para ambos, para el que se marcha y para el que se queda.

Supongo que estaréis hartos de oir frases del tipo "a los amigos se los escoge", "los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de las manos", "el que tiene un amigo tiene un tesoro", etc. Pues bien, estas cosas no se dicen por decir. Al menos para mí, tienen un gran significado.
Porque un buen amigo es el que nos dice lo que no queremos oír, el que nos felicita cuando tiene que hacerlo y, por supuesto, el que nos da una reprimenda cuando es ocasión. Un buen amigo es el que nos coge el teléfono a horas intempestivas, el que sabe interpretar nuestros silencios y el que comprende nuestras ausencias. Un buen amigo es el que nos conoce tan bien que, con sus consejos se adelanta a nuestras acciones para en la medida de lo posible, evitarnos disgustos y malestares. Un buen amigo es el que deja de lado sus problemas para escuchar los nuestros. Y lo más importante, un buen amigo es el que a pesar de que no nos lo diga, sabemos que nos quiere.

Es por todo eso que cuando un buen amigo se aleja temporalmente de nuestras vidas, nos invade una sensación de desconcierto. Y en ocasiones, nos puede el egoísmo y pensamos en retener a esa persona, porque deseamos tenerla siempre a nuestro lado. Pero a los buenos amigos, debemos dejarles seguir su camino. Es más, debemos alegrarnos por ello. Y, ante todo, apoyarlos para que cumplan sus sueños.

No debemos olvidar que todo final es el principio de algo. Y que cuando una etapa termina, una nueva comienza. Cuando la vida nos aparta de alguien, es para que nos demos cuenta de lo que esa persona significa. Pues cuando está de forma permanente, no nos paramos a valorarlo. Y cuando la vida tenga a bien devolvernosla, la recibiremos con los brazos abiertos, llenos de alegría. Porque el tiempo vuela y los adioses no existen, solo los hasta luego.

domingo, 23 de febrero de 2014

Volver a la adolescencia

A quién no le gustaría retornar a esa época en la que forjamos nuestra personalidad y vivimos libres de preocupaciones? Averiguar las últimas conquistas de nuestros ídolos, conseguir dinero para comprarnos las zapatillas de moda o descubrir por quién está el chico popular de la clase no cuentan como tales. Obviando nuestro aspecto físico y la forma de vestir de aquella época (aspectos de los que solemos avergonzarnos), lo que más me gusta de la adolescencia es la intensidad con la que vivimos, haciendo grandes los pequeños momentos, convirtiendo en único cada instante. A eso me niego a renunciar hoy y siempre.

Como ya os habréis percatado mis fieles lectores, y a los no tan fieles os lo rebelo ahora, cuando escribo me gusta inspirarme en la vida cotidiana. Inventar es fácil, pero más fácil aun es contar cómo circunstancias reales nos hacen sentir. Se trata simplemente de abrir nuestro corazón y dejar fluir las palabras. Quién se atreve a intentarlo? Me ofrezco voluntaria.

No hay nada mejor que asistir a un concierto de nuestros ídolos adolescentes para descubrir qué cosas permanecen en nuestro carácter a pesar de lo que cambiamos con el paso del tiempo. Mientras esperamos en la cola, nos olvidamos de si hace frío o calor. Pasamos hambre y sed; nada importa más que ver por fin a aquellos a los que admiramos. No sentimos dolor, la adrenalina que liberamos nos hace inmunes y nos sentimos invencibles. Confraternizamos con las personas que hay a nuestro alrededor, sin importar que acabemos de conocerlos. No tenemos miedo a gritar de emoción ni a llorar de felicidad, no tememos al ridículo.

Teniendo en cuenta todo esto, yo me pregunto... Existe algo mejor que el "fenómeno fan"? Cuando nos olvidamos de lo que piensan los demás, somos libres para vivir intensamente. Y cuando la vergüenza desaparece, podemos ser nosotros mismos.

domingo, 16 de febrero de 2014

Estaciones y emociones

Los que me conocéis, ya sabéis de mi afán aventurero. A los que no, os diré que una de las cosas que más me gusta es ir de un lado a otro y , entretanto, observar a las personas. Debido a limitaciones presupuestarias, la mayoría de mis viajes transcurren por tierra y, para mayor tranquilidad del resto de conductores, en autobús y no en vehículo propio. Es por eso que he titulado así este post; pero cuando digo estaciones, podría decir aeropuertos, independientemente del mejor o peor estado de conservación de unos y otras.

Supongo que ya sabéis lo que tienen en común estos lugares, zonas de tránsito continuo de pasajeros, o gente yendo de aquí para allá. Con esto no descubro nada nuevo. Pero... alguna vez os habéis parado a observar el maremágnum de emociones que en ellos habita? Personalmente, a mí me gusta hacerlo. Un simple hecho, acaecido no hace mucho, me invitó a la reflexión, o mejor dicho a la "percepción".

Estando yo en la estación de tren de León, apostada en el andén y absorta en mis pensamientos, una anciana descendió de uno de los vagones con los ojos inundados en lágrimas. Sin apenas tenerse en pie, tambaleándose hacia los lados, se abalanzó en brazos de un hombre que allí la esperaba. Desconozco cual era el vínculo entre ambos, pero deduje que llevaban tiempo sin verse. Sin decirse nada, aquella emoción me traspasó y descubrí que yo misma estaba llorando.

Es cierto que la experimentación de las emociones ajenas depende de nuestro nivel de empatía, y en ese caso, he de reconocer que soy una esponja. No sé si bendición o maldición, pero dicha capacidad nos permite percibir las emociones que fluctúan a nuestro alrededor. El que sean buenas o malas, depende del filtro por el que las hagamos pasar. En mi caso, solo dejo entrar las positivas. Algo tan sencillo y complejo a la vez, es lo que ocurre mientras espero el autobús; en esos momentos, experimento la alegría de los rencuentros y la tristeza de las despedidas. Aunque yo siempre preferiré llorar de felicidad y no de pena.

viernes, 14 de febrero de 2014

Los príncipes azules

La gente suele decir que los príncipes azules no existen más que en las películas. Pero yo no estoy de acuerdo. Aunque cuesta encontrarlos, están entre nosotros. Cierto es que no abundan, constituyen una especie en peligro de extinción. Pero si abrís bien los ojos, los descubriréis en vuestro entorno.

Los príncipes azules de hoy en día no llevan yelmo ni armadura, no dominan la espada, ni son expertos jinetes. Tampoco libran épicas batallas, ni salvan a damiselas en peligro, ni son víctimas de hechizos que los transforman en sapo. Aunque algunos sí salen rana, eso no puedo negarlo.

Los príncipes azules de hoy en día son hombres normales y corrientes, a los que a diferencia del resto, no les aterra hablar de sentimientos. Si bien no poseen títulos nobiliarios, se comportan como auténticos caballeros. Abren puertas y ceden el paso, regalan rosas y golosinas y, lo más importante, tienen el don de hacernos sentir especiales. ¿Cómo lo consiguen? No puedo explicarlo; solo ellos lo saben.

Muchos pensaréis que tal reflexión es pura fantasía. Pero existe una gran diferencia entre idealismo y realismo. Pues idealismo es buscar un príncipe azul, que probablemente nunca aparezca. Y realismo, no es otra cosa, que saber reconocer a uno cuando se cruza en nuestro camino. Porque los príncipes azules son imposibles de encontrar; son ellos los que nos encuentran. Y es ahí donde reside la magia. Es por eso, que yo creo en los cuentos de hadas.

sábado, 8 de febrero de 2014

Almas gemelas o polos opuestos

Como ya os habréis dado cuenta, cuando descubro algo interesante me gusta reflexionar sobre ello. Sobretodo si concierne al mundo de las relaciones personales, tema fascinante que creo a todos interesa. Pues bien, hoy he leído un artículo sobre qué buscamos las personas en las relaciones de pareja. Aunque seguramente ya lo sepáis, quiero aclarar que se barajan dos hipótesis distintas al respecto: la hipótesis de similitud y la hipótesis de complementariedad. Intentaré explicaros en qué consisten y, al final, os rebelaré el resultado de este curioso estudio.

Es innegable que conocer a personas que comparten nuestros gustos e inquietudes es tremendamente gratificante, pues nos permite reafirmarnos a nosotros mismos, a través del ejercicio de la propia empatía. Con estas personas es muy fácil hacer planes y, lo más importante, es posible entenderse sin articular una sola palabra. Esas personas pueden llegar a conocernos mejor que nosotros mismos y, es por esta razón, que acudimos a ellas cuando las cosas no van bien. Porque en el fondo, las preocupaciones de uno y otro son las mismas. Es lo que conocemos como "almas gemelas".

De la misma forma que buscamos personas afines a nosotros, nos sentimos atraídos por aquellos que son completamente diferentes (los llamados "polos opuestos"). Al margen de la cuestión evolutiva, resulta muy enriquecedor encontrar personas que nos dan justamente lo que a nosotros nos falta; ya que, cuando las debilidades de uno son las fortalezas del otro, es más fácil hallar el equilibrio; pudiendo darse, en contrapartida, más ocasiones de conflicto o desacuerdo.

Llegados a este punto, os estaréis preguntando qué es lo que ocurre entonces en la mayoría de los casos. Desafortunadamente, la ciencia no da una respuesta clara al respecto; lo que sí pone de manifiesto es que la dicotomía almas gemelas/polos opuestos no es la forma más adecuada para abordar el estudio de las relaciones románticas. Al hecho de que existe una gran variabilidad intrapersonal (hay personas que prefieren a alguien semejante y otras que se sienten más a gusto con personas diferentes), hay que añadir factores interpersonales (como la dinámica de pareja o la fase de la relación) que influyen en el grado de satisfacción derivado de la misma.
Para terminar, me gustaría recordaros algo y es que, cuando se trata de sentimientos, no debemos olvidar que "el corazón tiene razones que la razón no entiende".