lunes, 30 de junio de 2014

El amor en los tiempos del Whatsapp

Tomo el título de la novela de García Márquez y lo traslado al siglo XXI, para reflexionar sobre como la tecnología ha cambiado nuestra forma de relacionarnos. El amor ya no es lo que era. Y no me refiero al  "amor cortés", extinto siglos atrás, perfecto e idílico. Me refiero al amor de la época de nuestros padres; imperfecto quizás, pero en todo caso real (y no virtual). Un amor que, a mi modo de ver, nunca volverá. Y que tanto nosotros como nuestros hijos, conoceremos a través de las historias de nuestros padres y abuelos.

Antes la gente escribía cartas, se conformaba con encuentros casuales; las relaciones eran "íntimas"(cosa de dos), avanzaban despacio (quizás demasiado, es cierto) y existía tiempo para reflexionar y echarse de menos. Estar incomunicados pero sentirse en conexión, pensamientos duraderos (con gasto y con esfuerzo). Abrir un sobre con su olor. Esperarse a la luz de la luna (y no desesperar). Ansiar un beso. Tocar y sentir. Emoción sobre información. Cuando lo bonito duraba eternamente. Las personas hablaban cara a cara, los matices enriquecían el mensaje; las palabras sobraban cuando lo importante eran las miradas. La gente expresaba sus sentimientos sin esconderse. Tener a esa persona enfrente y decirle "te quiero". Tener a esa persona enfrente y decirle "no te quiero". Ser valiente.

A día de hoy, el amor ha cambiado; la gente ya no escribe cartas, un "Whatsapp" es suficiente para quedar; las relaciones son "públicas" (gracias a nuestro estado en Facebook cualquiera puede opinar sobre ello); avanzan vertiginosamente y ya no existe tiempo para la reflexión, ni tampoco para extrañarse. Estar comunicados sin sentirse en conexión, pensamientos instantáneos (sin gasto y sin esfuerzo). Abrir un Whatsapp sin olor. Desesperarse al leer "Fulanito está escribiendo" (y no querer esperar). Ansiar una respuesta. Imaginar que tocamos y sentimos. Información sobre emoción. Cuando lo bonito dura temporalmente. Las personas "se comunican" por medio de pantallas; no hay lugar para los matices; las palabras estorban y nacen los malentendidos. La gente se esconde tras los emoticonos. Tener a esa persona al otro lado y enviarle un corazón. Tener a esa persona al otro lado y simplemente, dejar de escribirle, ignorarla. Ser cobarde.

Los tiempos cambian y también lo hacen las personas. Compartir el presente que nos ha tocado vivir no significa dejar de añorar el pasado. Emplear los recursos que tenemos para fluidificar nuestras relaciones y no, para corromperlas. Tener paciencia y comprender que "el que algo quiere, algo le cuesta". Disfrutar de las relaciones fugaces o maravillarse con las relaciones "eternas". Desencantarse del amor pero también volver a enamorarse. Mirar a nuestro alrededor y jamás perder la esperanza; ya que, contra todo pronóstico, el amor puede reinventarse.

sábado, 28 de junio de 2014

La buena vida del congresista

Gente andando en todas direcciones y parándose cada poco a saludar. Mesas repletas de dulces a las que acercarse audazmente para no quedarse sin nada. Azafatas con pañuelos de colores, abriendo puertas y portando micrófonos. Pósters "caseramente" colgados que pocos se paran a mirar (los expertos y poco más). Stands con todo tipo de regalos para el avituallamiento del hogar. Charlas magistrales unas; soporíferas, las otras. Bulle bulle de fondo. Algunas de las cosas que el congresista podrá ver u oir.

Mostrar la acreditación al entrar y al salir. Cargar la mochila con el material. Comer y beber a todas horas. Hacer nuevos contactos. Conocer la ciudad y, de paso, disfrutar de la gastronomía local. Algunas de las "arduas" tareas que el congresista deberá realizar; al margen del estrés correspondiente si toca presentar.

Por el día, ser profesional. Escoger a qué comunicación acudir; consultar el programa una y otra vez. Emplear o no servicio de traducción. Prestar mayor o menor atención a la ponencia. Aprender de los mejores. Tomar notas. Cambiar de sala cuando es ocasión. Aplaudir y, a veces, preguntar. Intercambiar opiniones, teléfonos y corréos electrónicos; dar la mano (palmadita en la espalda, los varones) y sonreir.

Por las noches, pasarlo bien. Ir de "sidrinas", a cenar y después a bailar. Enseñar pulsera acreditativa para acceder al pub (cortesía de...). Rememorar los 80s. Vestir de forma elegante y posar para las fotos. Confraternizar con los compañeros de mesa, degustar platos de "nouvelle cuisine"; charlar con colegas en la pista de baile, saborerar un gintonic. Practicar idiomas o cantar folclore popular. No suena mal...

martes, 24 de junio de 2014

Galicia Calidade

Si hay algo que me gusta especialmente del período estival son las fiestas; cada fin de semana, en un lugar diferente, ya sea para conmemorar algún santo o exaltar cualquier plato de nuestra gastronomía (desde la tortilla al "viño do Ribeiro", pasando por el cocido o el "queixo de Arzúa"). En todo caso, cualquier razón es buena para acercarse al campo de la fiesta y echarse un baile junto a la orquesta, o como dicen por ahí, "ghastar pista". A este respecto, destacaré las diferencias entre lo que llamamos "sesión vermouth" y la verbena como tal; pues las personas que acuden a ellas y el repertorio musical varían considerablemente.

En la "sesión vermouth", las orquestas se deben principalmente al público de mediana-avanzada edad. Tras la misa patronal (celebrada en el propio palco de esta) y la pertinente procesión, los grandes temas de antaño hacen las delicias de los paisanos; el rey es el pasodoble (donde se ponga "Escobilla" que se quite lo demás) y de vez en cuando, alguna cumbia de mujer despechada. Vocalistas que bajan del palco a cantar un corrido mejicano y le rompen el corazón a las señoras con un solo guiño de ojos. Siempre "de un lado p'a outro, de un lado p'a outro", eso sí.
Los problemas óseos desaparecen al instante; y al día siguiente, pastillas para la artrosis. Entre "pieza" y "pieza", un sorbito de vermouth; porque hay que colaborar con la comisión de fiestas (que trabajan duro todo el año y blablabla). Algún que otro susto con motivo de las bombas (que no fuegos artificiales); nada de pirotecnia, un vecino un poco hábil en la materia. Cuidar que no nos caiga una varilla en la cabeza y rezar para que no prenda.

Por la noche, la cosa cambia. Los de la sesión vermouth se van a casa; el campo está atestado de foráneos, la orquesta "hace mucho ruido" y no toca temas para bailar. Y es que a día de hoy, la verbena como tal pertenece a la "xuventude" (la del propio lugar y, sobretodo, la de los aledaños). Ir con tiempo para buscar el sitio y encontrar donde aparcar; de camino, bajar la ventanilla y preguntar a los lugareños si "la fiesta está por ahí". Jóvenes equipados con bolsas de plástico con bebida (para la mayoría, el precio del cubata en el bar resulta prohibitivo) llenan el campo de la fiesta. Macrobotellón y macroconcierto, todo a la vez.
Muchos gritos y, por supuesto, fenómeno fan ("guapo el guitarrista", por ejemplo). Reggaeton, electrolatino, banderitas, bengalas, manos arriba y aplausos por doquier. Frases tipo "convosco, a mellor voz da verbena galega" (cuantas veces lo habremos oído); euforia colectiva. Y al día siguiente, afonía y dolor de cabeza.

Y es que las fiestas en Galicia poseen una excelencia sin parangón. A mediodía o por la noche. En la costa o en el interior. Con carpa o sin carpa. Con sardiñada, churrascada o queimada. Con mesas de aire y tiro al palillo (y peluches más o menos bonitos como premio). Con saltamontes e hinchables de colores. Con la subida al palco de los miembros de la comisión y los agradecimientos correspondientes (y que nadie quiera hacerse cargo de la fiesta del año siguiente). Carteles que anuncian grandes fiestas en los árboles o en las paradas del bus. A partir de mayo y hasta llegar el otoño, Galicia Calidade.

viernes, 20 de junio de 2014

Merci, te doy las gracias...

... Merci, por ser así. Os acordáis de esta famosa sintonía televisiva? Una melodía con mucho "gancho" para vender bombones con sabor a cereza (aunque a mí me gusten más los de la competencia, lo reconozco). Y es que cada vez que veo el anuncio, no puedo evitar cantarla, agudizando la voz entanto, eso sí. Dicen los expertos que la publicidad que triunfa es aquella que apela a las emociones; algo de sobra conocido por las más importantes marcas; ya que podemos olvidar caras, objetos o situaciones; pero jamás aquello que nos han hecho sentir. Personalmente, este es uno de los "slogans" publicitarios que más me gustan.

Y qué tiene que ver con lo que os quiero contar hoy? Pues me sirve para ilustrar la importancia de dar las gracias a todas aquellas personas que, en el día a día, hacen que nuestra vida sea más fácil (y, por consiguiente, más feliz). Esas personas nos ayudan, nos escuchan, nos hacen reir, nos aconsejan, nos reconfortan... No seríamos los mismos en su ausencia; es lo que yo llamo "personas que nos cambian la vida". Esas personas nos revelan facetas propias que antes desconocíamos; nos muestran otra forma de ver el mundo, nos dicen aquello que sabemos y nos negamos a reconocer y, por supuesto, nos hacen pensar y autoevaluarnos. El resultado final es que nos ayudan a crecer y ser mejores personas. Y eso, a mi modo de ver, es algo que debemos agradecer.

Dice mi madre que "de bien parecido es ser agradecido". Y tiene toda la razón del mundo; porque dar las gracias no cuesta nada; y congratula a ambas personas, a quien las da y a quien las recibe. El "dar las gracias" puede ensayarse con todos aquellos con los que interaccionamos diariamente; desde la cajera del supermercado hasta el vecino que nos presta la sal; pasando por el desconocido que nos aguanta la puerta en el cajero (nos da la hora o nos indica una calle) o la señora que nos vende el billete del autobús. Lo que recibimos a cambio es una sonrisa. Y de ellas podemos "alimentarnos", hacedme caso. Los lapsus lingüísticos en los que algunos somos expertos van aparte (eso de decir "gracias" cuando el cerebro va por un lado y la lengua por otro). Mejor que sobre y no que falte.

Para terminar, he de deciros que el agradecimiento es ago que tenemos que manifestar, ya que como leí por ahí "la gratitud que no se expresa no es gratitud". Si bien podemos hacerlo empleando las palabras (siempre que sean sinceras), nos valdremos también de los gestos que, para algunos, son los que verdaderamente importan. Por esas personas nos preocupamos en todo momento; las obsequiamos de vez en cuando y , por supuesto, las echamos de menos cuando no están. Esas personas hacen que nos sintamos afortunados de tenerlas a nuestro lado. "Mi vida no sería la misma si tú no estuvieses en ella". Es, en mi opinión, lo más bonito que podemos decirle a alguien.

miércoles, 18 de junio de 2014

Bares que lugares...

Tan gratos para conversar... Eso decía Gabinete Caligari en su célebre canción. Y es que los bares son el mejor sitio del mundo para hacer amigos; empezar hablando del tiempo o de la huelga de basura y, después de unas copas de más, acabar contando nuestra vida a cualquier "desconocido" o al camarero, al que por suerte o por desgracia, no le queda otro remedio que escucharnos. Todo mi respeto a esas personas que, sin tener la carrera ni "pluses" en el sueldo por tal labor, ejercen de psicólogos en no pocas ocasiones; al tiempo que manejan la bandeja con suma maestría, habilidad que os confesaré no fui capaz de adquirir en mi breve coqueteo con la hostelería.

Y por qué la gente va a los bares? Parece una perogrullada; a beber, pensaréis vosotros. Una respuesta certera, sin duda. Sin embargo, el objetivo último de la gente cuando acude a los bares, no es otro que el de socializarse. En ellos, nos reunimos para ver el fútbol mientras tomamos cañas, nos hacemos confesiones mientras saboreamos un buen café o tenemos nuestras primeras citas (son sitios públicos en los que nos sentimos seguros). Me pregunto cuántas relaciones habrán empezado con la frase "A esta, invito yo".

Bares los hay de muchos tipos, desde los más "cool" a los más "enxebres". Algunos son temáticos, otros directamente carecen de decoración. En algunos ponen buena música; otros, no tienen hilo musical. En unos, nos sirven en copa y en otros, en "cunca". En algunos bares, se juega a los dardos o al billar y en otros, al dominó o las cartas. En algunos bares, hay gente muy arreglada tras la barra; en otros, los que nos atienden, están en bata y zapatillas. Esos son los que a mí me gustan; pues son los que frecuentan los "personajes" de mis historias. 

Y es que no hay nada mejor que los típicos bares de pueblo. Hablo del Bar Severino de Trasalba (regentado por el "Misto") como podría hablar de cualquier otro bar del rural gallego. Con sus gritos y sus colillas en el suelo (en ellos, por supuesto, no se aplica la ley antitabaco). Con sus partidas de tute y subastado. Con sus baños no adaptados a minusválidos. Con su futbolín de monedas de 25 pesetas. Con su más bien reducida oferta de patatas y gominolas (cuidado con la fecha de caducidad). Con sus periódicos abiertos en la sección de esquelas. Y, por supuesto, con señores a la puerta (con sus gorras de publicidad de fertilizantes, carpinterías, etc.) que reciben a todos aquellos que no conocen con una sentencia clara y sencilla... "Tu de aquí non eres". Aunque no es normativo, así se dice en Ourense.

lunes, 16 de junio de 2014

15 segundos en los que sobran las palabras

Os imagináis a qué hace referencia esa fugaz fracción de minuto? Los que hayáis leido algo sobre PNL o visto "El Hormiguero" no tendréis la menor duda; se trata del tiempo que tardamos en crear una primera impresión sobre alguien. Dado que el tema del lenguaje corporal es increíblemente amplio y que ahora mismo no dispongo de la bibliografía necesaria para desglosarlo detalladamente, me centraré en explicaros cómo se crean las primeras impresiones, cuál es su importancia y qué factores influyen en ellas. Otros temas relacionados, próximamente.

Las primeras impresiones constituyen un mecanismo automatizado del cerebro y se relacionan con la increíble capacidad de este para manejar gran cantidad de información de forma inconsciente. Nuestros sentidos recogen esa información; nuestro cerebro la procesa y a continuación, la compara con experiencias pasadas almacenadas en la corteza cerebral (racional) y en el sistema limbico (emocional). Así es como se forma una primera impresión; el cerebro adereza la "ensalada sensorial" con sal, aceite o vinagre, depende.

Las primeras impresiones son importantes desde el punto de vista evolutivo; cuando los humanos tenían que decidir en el menor tiempo posible si aquellos que tenían enfrente eran amigos o enemigos (por razones de seguridad). A este respecto, nuestro cerebro tiende a preferir lo familiar ante lo desconocido; ya que esto último no sabe como clasificarlo, le desconcierta y, por tanto, le asusta. Esa es la base de los prejuicios que, almacenados en el subconsciente, nublan con frecuencia las primeras impresiones que nos hacemos de las personas.

Si bien la belleza física contribuye en gran medida a la creación de una primera impresión positiva; esta no depende únicamente de "lo que nos entra por los ojos", ya que mostrar interés por el otro e inspirarle confianza resultan factores clave para "caerle bien". Teniendo en cuenta que las primeras impresiones se producen de forma inconsciente, suelen ser bastante certeras (eso sí, solamente si no acumulamos prejuicios). Aun así, es necesario saber filtrarlas; no debemos caer en la trampa de creer que todo lo intuitivo es fiable; ya que a veces "los sentidos nos engañan". Ni todas las rubias son tontas; ni todos los feos son simpáticos. No sé si me explico.

Es hipocresía negarse a reconocer que la apariencia juega un papel fundamental en las primeras impresiones; refiriéndome en este caso al atractivo o "sex-appeal", que va más allá de la mera belleza física y en el que intervienen numerosos aspectos; los más importantes son la sonrisa y el tono de voz (ojos y miradas merecen un post aparte). El 55% de la primera impresión se basa pues en la apariencia, el 38% en el tono de la voz y solo el 7% en las palabras. Estos porcentajes demuestran que, efectivamente, el aspecto y la actitud que mostramos son infinitamente más importantes que lo que decimos. "Por la boca, muere el pez".

domingo, 15 de junio de 2014

Yo solo quiero darte un beso...

A estas alturas, supongo que este estribillo os será más que familiar. Si en su momento os hablé de los abrazos, hoy quiero compartir con vosotros los múltiples beneficios de los besos. Estos constituyen una forma sublime de comunicación entre las personas, una manera preciosa de dar y recibir afecto. Los besos pueden ser dulces o apasionados, castos o traviesos, transportadores o decepcionantes; en todo caso, un beso es algo íntimo, que nos atrapa y nos "desarma". En el plano amoroso, los besos son una herramienta fundamental que nos permite descubrir si somos compatibles. No habéis oido por ahí eso de "lo sabrás cuando te bese"? Una afirmación con veracidad científica, sin duda alguna.

Los besos, tal y como han comprobado numerosos estudios, son buenos para la salud. Contribuyen a la reducción de la presión arterial, sobretodo los besos apasionados en los que el corazón late con fuerza. Eliminan los calambres y dolores de cabeza, al aumentar la irrigación en el cuerpo, constituyendo una alternativa "orgánica" al uso de antiinflamatorios (información de interés para alérgicos). Ayudan a combatir las caries al estimular el flujo de saliva a la boca, y son más divertidos que hacer gárgaras (bueno, a lo mejor no). Tonifican la musculatura facial, retrasando la formación de arrugas (un beso apasionado moviliza un total de 30 músculos); y son más baratos que un "lifting".

Los besos amplifican el estado de bienestar; ya que desencadenan la liberación de endorfinas (las famosas hormonas de la felicidad). Relajan, restablecen y revitalizan (una alternativa al consumo de chocolate). Son una buena forma de gastar energía, sin levantarse del sofá. Según los expertos, "una sesión de besos apasionados puede quemar de 8 a 16 calorías por beso". En último término, fortalecen la autoestima, haciéndonos sentir amados y conectados. De hecho, existen estudios al respecto, que relacionan los besos con factores como por ejemplo el rendimiento laboral.

Cada vez son más las evidencias que confirman que los besos son mucho más que una fuente de placer inmenso; elixir de juventud y felicidad. Muchas personas coinciden al calificar su primer beso como una experiencia inolvidable, más trascendente incluso que su primera relación. Este no es un hecho casual. Quizás fuese un torpe roce de labios en el patio del colegio, quizás un desbocado intercambio de saliva en la esquina de una discoteca; o tal vez un romántico acercamiento a la luz de la luna. En todo caso, el primer beso nunca se olvida; es uno de esos que nos cambian la vida (aunque no el único).
A mí, personalmente, los besos que más me gustan son los de los bebés, empapados de babas, restos de potitos y con olor a "Nenuco". Cuales son los vuestros?

sábado, 14 de junio de 2014

La otra cara del amor

Como todos sabéis y ya os he comentado en otras ocasiones, el amor es algo maravilloso; fuerza motriz del mundo, fuente de inspiración del arte. El amor está en todas partes, no obedece a reglas ni tiene explicación. Tal como afirma Elsa Punset en su libro Inocencia radical, "el amor no es un comportamiento aprendido, es una necesidad profunda e instintiva. Como saciamos esta necesidad, en cambio, sí es una conducta aprendida que determinará la naturaleza y la esencia de nuestros vínculos afectivos". Es por eso que, lo ideal en materia de sentimientos, es amar como lo hacen los niños. A la naturaleza gozosa del amor inocente se opone, por tanto, el amor adulto miedoso y desconfiado, necesitado de promesas eternas. Y es que los niños, a diferencia de los adultos, aman de forma libre y sin condicionamientos.

En este sentido y con la finalidad de preservar la magnificencia del amor, es necesario concienciarnos de la existencia de los llamados "amores perversos", que contaminan nuestras relaciones y en última instancia, vienen a desvirtuar nuestro concepto del amor. Esa, a mi modo de ver, es la base de una buena educación afectiva. Y cuáles son las características de los amores perversos? Un breve resumen extraído del libro; yo no soy más que una principiante en esto de la "Inteligencia emocional".

En primer lugar, los amores perversos tienen su origen en carencias individuales de diversa índole, que se fundamentan en un profundo vacío existencial. Si bien no todos los encantos son perversos; todos los perversos son, en las primeras etapas, encantadores. Con un efecto imán para determinados tipos de personas, pretenden llenar su vacío y extraer la vida que sienten que no palpita en ellos y otros poseen. Suelen escoger, por tanto, sus "víctimas" entre aquellos que más saben gozar de esta, no en el sentido material, sino en el afectivo (personas con dones musicales, literarios, alegría de vivir, sensibilidad, comunicación o creatividad son algunos ejemplos). Los perversos son expertos en el arte de la manipulación; se contradicen, niegan y mienten. El problema surge cuando sus "víctimas", ya sea por ingenuidad, altruísmo o por defender causas perdidas, se instalan en una sumisión psíquica y autodestructiva; un estado de falsa complacencia. Pueda ser porque les cueste reconocer que los amores perversos nunca las quisieron o porque se nieguen a renunciar al ideal de que podían cambiarlos.

En todo caso, los amores perversos solo pueden desarrollarse cuando miramos a los demás desde la dependencia, priorizando ante todo nuestra seguridad e innato temor a la soledad. Si por el contrario, miramos a los otros desde la libertad y concebimos nuestras relaciones como fuente de aprendizaje, podremos experimentar ´"amores bondadosos", sin resentimientos, sin amargas despedidas, con inmensa gratitud y buenos deseos hacia aquel o aquella que nos ayudó a crecer, a transformarnos y avanzar.

jueves, 12 de junio de 2014

El pasado "nunca" vuelve

La mayoría de las personas piensan eso de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". A mi, me gusta vivir el presente, y creo que lo más adecuado en la vida es avanzar siempre hacia adelante, sin retrocesos. No implica esto que, en ocasiones, no podamos sentirnos meláncolicos y reflexionar sobre nuestras acciones pasadas. Eso es lo que caracteriza a la gente sabia; volver la vista atrás, hacer examen de conciencia y aprender de nuestros errores. Lo demás no vale la pena; ni el rencor ni los reproches.

Una de las cosas que mayor ansiedad provoca a la gente es la incertidumbre de no saber afrontar la marcha de alguien especial. Cuando una persona a la que queremos, desaparece de nuestras vidas, nos sentimos profundamente perdidos. En un principio, creemos no poder continuar en su ausencia; pensamos que nunca encontraremos a nadie igual. No podemos hablar de ella sin emocionarnos y el mero hecho de recordarla nos hace daño. Con el tiempo, aprendemos que nadie en nuestras vidas es imprescindible (salvo nosotros mismos) y que, efectivamente, "el tiempo hace el olvido". Y sin darnos cuenta, un buen día lo superamos (pura cuestión de supervivencia). Y somos capaces de hablar de esa persona sin llorar (con madurez), desde el respeto y el cariño que profesamos a alguien que en su momento fue especial para nosotros.

Yo soy de las que creen en las segundas oportunidades; de humanos es equivocarse y pedir perdón. Todos lo hacemos continuamente. Sin embargo, hay veces en las que el tiempo perdido es irrecuperable. Durante ese tiempo, experimentamos profundos cambios; unos y otros nos convertimos en personas diferentes. Y no nos queda otro remedio que aceptar lo que somos, el fruto de nuestras decisiones. Porque cuando la vida separa los caminos de las personas; "desandar" lo que hemos avanzado entanto y volver a un punto común es prácticamente imposible. Solo nos resta pasar página y afrontar el futuro con esa lección aprendida.

martes, 10 de junio de 2014

E ti... cantas vacas tes?

En ocasiones, he oido decir que la ciudad de Lugo no tiene nada en especial. Un pensamiento que, desde este humilde blog, tengo por propósito desterrar de la mente de cualquier turista en general y de otros gallegos, en particular. Por qué visitarla? Por qué escogerla en lugar de otras? Existen muchas razones; eso sí, hemos de tomarnos un tiempo para descubrirla. Porque la ciudad de Lugo posee ese extraño encanto que surge del placer de lo sencillo y del gusto por el buen comer.
Una ciudad llena de historia, repleta de gente los días de fiesta y desierta, los días de calor. Una ciudad en la que vivir tranquilamente, sin gastar mucho dinero (bueno, bonito y barato), sin prisas, sin estrés.
Una ciudad en la que la gente sale a la calle con la bata puesta sin que nadie se sorprenda; una ciudad en la que perder el autobús se convierte en un auténtico drama y en la que la gente ignora a los que van en bicicleta. El riesgo de atropellar ancianos en las aceras es elevado; esas cosas que pasan.

Y qué es lo que sabe la gente sobre Lugo fuera de "nuestras" fronteras? Pues que tiene muralla, que hace mucho frío y que se come tremendamente bien (o lo que es lo mismo "a fartar"). En este caso, los tópicos son ciertos. Después de casi ocho años, he podido comprobarlo. Y es que en Lugo pasan cosas que no pasan en otros lugares. El extremo frío invernal hace posible que el pelo se nos congele, las orejas, los miembros, en general. Las calles se convierten en trampa mortal para los viandantes; el número de caídas (o "aterrizajes forzosos" como me gusta llamarlas) es increíblemente alto cuando se produce el deshielo. En Lugo, los camareros nos "azuzan" a comer en los bares y se indignan si no lo hacemos; nos tomamos unas cañas y ya cenamos; luego nos vamos a la Muralla a perder los kilos que ganamos (o al Río Rato si no tememos a los mosquitos). En Lugo, nos encontramos curiosos "personajes" por las calles, que lo mismo llevan una linterna en la cabeza como cantan una letanía religiosa a voz en grito.

Pero si algo tengo que destacar de la ciudad de Lugo, son sus gentes sencillas, transparentes, sin artificios; y hago esto extensivo a toda la provincia, recónditos lugares conocidos en el ejercicio de mi profesión. Desde las montañas de Fonsagrada (allá donde se sintoniza radio "As Nogais") hasta la Mariña lucense (donde el marisco sabe mejor), pasando por tierras de Meira, donde nace el Miño, los paisajes son verdes y las vacas, una institución. Muchos otros municipios de la "Terra Chá" me quedan por nombrar; recuerdo aquellos en los que tengo grandes amigos. Sitios todos donde no existen los niños, sino "os pequenos". Preciosa denominación, máxima ternura.
Para terminar, solo diré una cosa y es que los lucenses dominan como nadie el arte de los piropos, los llevan a su terreno, los reinventan. Puede que horroricen, puede que nos hagan partirnos de risa (yo me adscribo a este segundo grupo). En todo caso, no nos dejan indiferentes. En Hexágono o Hermo, podréis comprobarlo por vosotros mismos.

domingo, 8 de junio de 2014

Quem não arrisca, não petisca

Echo mano hoy de un refrán portugués, para compartir con vosotros una reflexión que hace tiempo me da vueltas a la cabeza. Y que ilustra a la perfección la idea de que las oportunidades en la vida no son fruto del azar, sino de la búsqueda activa que llevan a cabo algunas personas. Para encontrarlas (y así "reussir"), es imprescindible vencer a dos grandes enemigos que se interponen en nuestro camino hacia el triunfo, la procrastinación y el miedo al fracaso o al qué dirán. Pues, efectivamente, la buena suerte puede cultivarse.

Para aquellos que no estéis familiarizados con el término, empezaré por explicar en qué consiste la procrastinación; el hábito que tenemos las personas de aplazar las tareas que debemos hacer, ya sea por pereza o falta de motivación. Por otra parte, una de las claves del éxito en la vida es la capacidad para transformar lo potencial en real. Pues bien, teniendo en cuenta lo efímera que es, no debemos desperdiciar el tiempo; hemos de ponernos manos a la obra en lo que atañe a la materialización de nuestros planes y sueños; poniendo en práctica eso de "no dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy". Sea esto un proyecto que llevamos tiempo deseando realizar o aquello que no nos atrevemos a decir a esa persona especial.

Si bien es cierto que el miedo (y la respuesta de estrés que subyace a este) es lo que nos mantiene con vida; para muchas personas, se convierte en una traba fundamental de cara a la consecución de sus metas. El principal problema, en este caso, es el miedo a no cumplir ciertas expectativas, ya sean propias o de los demás, lo que entraña un alto riesgo de frustración. Lo más recomendable, en este caso, es olvidarnos de ellas (diferenciar de proyectos y ambiciones vitales que es imprescindible tener); pues de esta manera, cualquier logro por pequeño que sea resultará muy gratificante. Además del miedo al fracaso, hemos de lidiar con el miedo al qué dirán. Porque lo fácil a este respecto es ser igual a la mayoría y no, diferente. No debemos olvidar cuántos genios de nuestra época y de otras son o han sido tildados de "locos" o "raros".

Las personas con buena suerte, en todo caso, son personas que se arriesgan; viven el presente y no temen equivocarse, pues no conciben el fracaso como tal, sino como una experiencia de la que aprender y fortalecerse. Las personas con buena suerte crean nuevas posibilidades, y lo hacen al abandonar sus círculos de comodidad. Las personas con buena suerte, toman  decisiones de forma intuitiva o dicho de otra forma, dejan que su cerebro relacione elementos aparentemente dispares (no quiere decir tampoco que no reflexionen). Las personas con buena suerte miran las cosas desde un punto de vista optimista, creen que les van a pasar cosas buenas y en la búsqueda de estas es en lo que se centran.

El éxito y la buena suerte, por tanto, no nos vienen dados, tenemos que buscarlos. Y como me gusta decir siempre, "todo el que busca, al final encuentra".

jueves, 5 de junio de 2014

Hombres: manual de instrucciones

Uno de los reproches más comunes que las mujeres hacen a los hombres es su alergia al compromiso, especialmente cuando son jóvenes (aunque no sea estrictamente una cuestión de edad). Como ya os comenté en anteriores posts, este comportamiento obedece a razones evolutivas, basadas en la propagación de los genes en nuestro planeta. Hoy os hablaré de ellos. Pero añadiré algo nuevo y es que, igual que existen hombres "alérgicos" al compromiso; hay otros que son "adictos" a él (contra todo pronóstico). No es este un discurso feminista, pues cuando hablo de hombres, podría decir personas; ya que lo que viene en adelante es perfectamente extrapolable al género femenino. Permitidme, sin embargo, que me tome esta licencia.

Los hombres "alérgicos" al compromiso, que constituyen el centro de la campana de Gauss (o sea, la gran mayoría) son seductores natos; les gusta "ir de flor en flor" y no dar muchas explicaciones. A lo largo de su trayectoria sentimental, prueban varios perfiles de mujeres, para finalmente construir su propio concepto de "mujer ideal" (la experimentación es muy necesaria, a mi modo de ver). Las dejan hablar a ellas y apenas dan detalles de sus vidas; exterminando el posible vínculo entre ambos. Dicen lo que piensan y no lo que las mujeres quieren oír. El mensaje es el siguiente "Aléjate de mi; no te convengo". Son hombres seguros de sí mismos; y, ante todo, elegantes en su comportamiento ("womanizers" a parte). Pueden pasar temporadas solos, dedican tiempo al conocimiento de sí mismos, no les importa estar solteros. Su rasgo más destacable es la sinceridad; declaran sus intenciones de antemano y no hacen promesas que no van a cumplir. No dicen ser "especiales", sino "iguales al resto" (es decir, simples como el mecanismo de un botijo). Yo digo, olé por ellos.

Los hombres "adictos" al compromiso, que se localizan en los extremos de la campana gaussiana (esto es, una minoría) son "vendedores" natos, les gusta aferrarse de forma temporal a una mujer y explicarle en profundidad sus circunstancias vitales (para quizás, justificarse). Tienen un férreo concepto de "mujer ideal" y en su trayectoria sentimental, buscan mujeres que encajen en dicho perfil (condenando casi siempre la relación al fracaso). Escuchan pero también comparten detalles de sus vidas; "abonando" el vínculo entre ambos. Dicen lo que las mujeres quieren oír; si piensan lo mismo, eso no lo sé. El mensaje es el siguiente "Quédate junto a mí, te convengo". Son hombres inseguros y; ante todo, buscan autoafirmarse. No pueden pasar temporadas solos, encadenan relaciones sin darse tiempo a la reflexión, cualquier cosa antes de estar solteros. Su rasgo más destacable es la "publicidad"; no tienen claras cuáles son sus intenciones y hacen promesas que muy probablemente no van a cumplir. Dicen ser "distintos" al resto de los hombres. Yo digo, pobre de la que se enamore.

Para acabar, a todos los hombres quiero pedir perdón. Pues esta es una clasificación hecha con rapidez; extremadamente pobre, con dos míseras categorías; obviamente, hay muchísimas más. Por eso existe la desviación estándar. Hay hombres que van a probar suerte en lo que al amor se refiere (es esta como podría ser cualquier otra); hay otros; que solo se comprometen cuando están seguros de haberlo encontrado (es esta y no me importan las demás). Hay hombres que presumen de sus ligues; hay otros; que no lo hacen. Hay hombres "desencantados" y hombres "enamorados". Hay hombres muy independientes y hombres profundamente dependientes. Hay hombres que hacen a las mujeres muy felices y otros que las hacen infelices. Hay hombres para un rato y hombres para toda la vida.

A mis LECTORES, lanzo la siguiente pregunta... Qué clase de hombre sóis vosotros? Yo, si fuera chico, lo tendría muy claro.

martes, 3 de junio de 2014

47 músculos para enfadarse, solo 13 para sonreír

"Smile without a reason why, laugh as if you were a child..." reza la banda sonora de una de las películas más emblemáticas del cine (yo la he adoptado como "leitmotiv"). Sabéis de cuál se trata? Os daré una pista; es una historia tan dramática como hermosa. Lo habéis adivinado ya? Pues bien, de esta letra me sirvo para recordaros los infinitos beneficios de reir y sonreir; el séptimo arte es hoy mi inspiración.

Como ya habréis leído por ahí, la risa tiene por función ayudar a mantener nuestro bienestar físico y mental. La carcajada desencadena un proceso fisiológico que, entre otras cosas, fortalece el sistema inmune. La risa es, por tanto, un buen entrenamiento cardiosaludable (combinación de profundas inhalaciones y exhalaciones) similar a otras prácticas deportivas como correr, nadar o andar en bicicleta; con la ventaja de que puede realizarse desde el sofá. Actúa también como relajante muscular, ya que moviliza la práctica totalidad de los músculos del organismo; desde el rostro hasta los miembros, pasando por el diafragma y los músculos abdominales. Debido a su efecto mecánico sobre el abdomen, produce un masaje a nivel orgánico, con múltiples efectos beneficiosos como el de favorecer la digestión. En definitiva, es un método infalible para oxigenar nuestro cuerpo.

Sin lugar a dudas, la risa mejora nuestra calidad de vida, ya que reduce el estrés y los síntomas de depresión y ansiedad. Aumenta la memoria, el pensamiento creativo y la capacidad para resolver problemas; funciones, todas ellas, asociadas a la liberación de catecolaminas implicadas en el acto de reir. Mejora las relaciones sociales, siendo estas un buen indicador del estado de salud del individuo (según muestran numerosos estudios científicos). Fomenta la colaboración y la solidaridad, induciendo en los demás emociones positivas; gracias a las neuronas espejo, somos capaces de contagiarla. Qué mejor cosa hay?

La sonrisa, por su parte, no sólo expresa la felicidad de las personas; puede tener otras muchas connotaciones. Entre otras cosas, es una herramienta que empleamos para que nos perdonen o confien en nosotros. Y la mejor arma de seducción que existe. Según Pete (al que adoro profundamente)... "Rosalee tiene seis sonrisas distintas: una cuando algo le provoca risa de verdad; otra diferente si se ríe por cortesía; otra, cuando hace planes; otra si se ríe de misma; otra, cuando está incómoda y otra, cuando habla de sus amigos". Los distintos tipos de sonrisa, los descubrimos cuando prestamos atención a los detalles; pues en la sonrisa verdadera, no sonríen solo los labios, sino que los ojos también lo hacen (lección basica de PNL).

Para más información, no olvidéis ver estas dos películas: "La vida es bella" y "El chico de tu vida".

domingo, 1 de junio de 2014

En clave de cítrico

El otro día leí un artículo muy interesante sobre la búsqueda de nuestra "media naranja". Los autores del mismo sugerían desterrar dicha expresión de nuestro pensamiento; ya que, creer que es necesario encontrar nuestra otra mitad- o la parte que nos falta- es asumir que estamos incompletos. Yo concuerdo plenamente con esta teoría; pues es imprescindible sentirse pleno (completo y seguro de uno mismo) para poder entregarse a otro y forjar así un vínculo duradero. En caso contrario, aparecen los reproches, las dudas, la desconfianza e incluso, la dependencia, el más tóxico de los sentimientos en las relaciones de pareja.

No existe nada más mágico que tener a alguien al lado con quien compartir nuestros sueños e inquietudes, nuestras preocupaciones o nuestros "fantasmas". A esa persona le damos las buenas noticias antes que a ninguna otra y acudimos en primer término, en los malos momentos. Con esa persona no tenemos secretos (o no debieramos tenerlos), charlamos a la luz del día y también en la intimidad, hacemos planes y un sinfín de cosas juntos. En presencia de esa persona, no tenemos miedo a desnudarnos (en todos los sentidos de la palabra), nos olvidamos del mundo que nos rodea y nos sentimos eufóricos y tranquilos a partes iguales; en todo caso, felices. Eso, para mí, es estar enamorado. No obstante, yo no poseo la verdad absoluta; existen millones de formas de concebir el amor (más de seis mil millones, según los datos que manejo).

Y qué es lo que ocurre cuando esto sucede? Pues que el amor, en ocasiones, entra en conflicto con la libertad del individuo; ya que bien entendido, implica dejar de pensar en uno mismo para pensar en los dos. Renunciar a los propios sueños en beneficio de la pareja, tolerar actitudes o pensamientos contrarios a nuestra forma de ser, establecernos en ciertos lugares y aceptar (felizmente, por supuesto) que nos corten las alas. Poner los sentimientos en una balanza y descubrir que pesan más. Replantearnos cosas que jamás habíamos pensado hacer y reinventarnos a nosotros mismos. Ese es el poder transformador del amor.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente, resta una última cosa y es que, el amor llegue a término. Hay personas que se quieren y no pueden estar juntas, porque están distanciadas o son incapaces de convivir. Hay personas que se quieren pero se encuentran en fases de la vida diferentes y se plantean cuestiones del tipo "por qué no nos conocimos siendo otra la situación". Hay personas que se quieren y tienen proyectos de vida diametralmente opuestos y, por tanto, difícilmente compatibles. Y es que para que una relación triunfe, todo el "cosmos" tiene que poner de su parte. Lo más increíble es que, a pesar de los obstáculos con los que se encuentra y de las trabas que le ponemos las personas, el amor sobrevive. Y lo hará siempre.