lunes, 29 de septiembre de 2014

Para ti, to you, pour toi, para você

SPANISH

Querido lector,

En esta carta, me dirijo a ti para darte las gracias, por abrirme las puertas de tu casa y también, las de tu corazón. Por dedicarme unos minutos de tu valioso tiempo, por compartir conmigo un rato de silencio. Por acudir a mí buscando, a veces sonrisas y otras, consuelo. Por permitirme invitarte a la reflexión; por hablar de mí a tus conocidos, por difundir lo que escribo.

En esta carta, quiero agradecerte que me permitas compartir contigo experiencias y preocupaciones, que estés al otro lado de la pantalla, que hagas “click” en mis entradas. Quiero agradecerte que con tu lectura, le des sentido a mis palabras; haciendo que nunca me sienta sola sabiendo que estás al otro lado. Nada me reconforta más.

En esta carta, quiero animarte también a compartir conmigo tus impresiones; a opinar sobre lo que escribo; a darme el privilegio de conocer tu punto de vista. Quiero animarte a sugerirme temas que te interesen; a hacerme saber si tengo, de alguna manera, la posibilidad de ayudarte.

Gracias de nuevo por dejarme entrar en tu vida, por “querer conocerme” un poco mejor; gracias por leerme abiertamente o “en la sombra”; gracias por hacerme feliz.

Eva


ENGLISH

Dear reader,

In this letter, I want to thank you for opening to me the doors of your heart. I want to thank you for devoting me some minutes of your valuable time, for sharing with me a moment of silence. I want to thank you for looking for smiles and comforting by my side. I want to thank you for letting me invite you to reflection; for speaking about me to your friends; for sharing what I write.

In this letter, I want to thank you for letting me share with you some experience and concerns; I want to thank you for staying on the other side of the screen and “clicking” on my post. I want to thank you for giving sense to my words with your reading. I want to thank you too for making me feel not alone, knowing that you are on the other side. It means a lot.

In this letter, I want to encourage you to share with me your impressions; to give your opinion about what I write; to let me know your point of view. I would like you to suggest me some topics in which you are interested in. Please, let me know if I had the chance to help you.

Thank you again for letting me go inside your life; for wanting to know me a little bit more; for reading me in the open or “in the dark”. Thank you for making me happy.

Eva


FRENCH

Cher lecteur,

Merci de m’ouvrir les portes de votre cœur. Merci pour me consacrer quelques minutes de votre temps; merci de partager avec moi un moment de silence. Merci de venir à moi en cherchant quelques fois un sourire, parfois le réconfort. Merci de me laisser vous inviter à la réflexion ; de parler de moi à vos connaissances, de partager ce que j’écris.

Merci de me laisser partager avec vous mes expériences et mes préoccupations; merci de cliquer sur les liens pour lire mes posts. Merci pour votre lecture, de donner du sens aux mots que j’écris. Merci de faire que je ne me sente pas seule quand je sais que vous êtes là.

Dans cette lettre, je voudrais vous encourager à partager avec moi vos impressions, à donner votre opinion sur ce que j’écris ; à m’accorder le privilège de connaître votre point de vue. Je voudrais vous encourager à me suggérer des sujets qui vous intéressent; à me faire savoir si j’ai la possibilité de vous aider.

Merci encore de me laisser entrer dans votre vie, de vouloir me connaitre un petit peu mieux ; merci de me lire ouvertement ou « à l’ombre ». Merci de me rendre hereuse.

Eva


PORTUGUESE

Caro leitor,

Obrigada por me abrir as portas da súa casa e também as do seu coração. Mais uma vez obrigada, por me dedicar uns minutos do seu prezado tempo, por partilhar comigo um momento de silêncio. Por se dirigir a mim, procurando por vezes sorrisos; outras, conforto. Por me permitir convidá-lo à reflexão, por falar de mim aos seus conhecidos, por partilhar o que escrevo.

Obrigada por me permitir partilhar consigo/com você experiencias e mais preocupacões, por ficar ao outro lado do ecrã, por fazer “clique” nas minhas entradas. Obrigada pela sua leitura, por fazer sentido às minhas palavras; e assím, não me sentir sozinha, ao saber (que você) está no outro lado.

Nesta carta, quero encorajá-lo a partilhar comigo as súas impressões, a avaliar o que escrevo, a me dar o privilégio de conhecer o seu ponto de vista. Quero convidá-lo a me sugerir tópicos que lhe interesen; a fazer-me saber se tenho a posibilidade de ajudá-lo.

Obrigada mais uma vez por me deixar entrar na súa vida, por “querer me conhecer” un bocadinho melhor; obrigada por me ler abertamente ou “na sombra”, obrigada por me fazer feliz.

Eva

jueves, 25 de septiembre de 2014

26 añitos

De un tiempo para acá, he empezado a notar los efectos de la edad. Rememorar viejos tiempos, asumir responsabilidades y en ciertas ocasiones, renunciar a algunos de nuestros sueños. Muchos pensaréis que los que todavía estamos en la veintena, no tenemos ningún derecho a quejarnos, y es verdad. Sin embargo, los veintiseis años constituyen una edad clave; cuando superamos el cuarto de siglo y empezamos a redondear "por exceso", acercándonos "peligrosamente" a la treintena. 

Cuando cumplimos los veintiseis, ya no tenemos derecho al "carné joven", decimos adíós a los descuentos en los viajes de tren ("bienvenido a la edad adulta"). Cuando cumplimos los veintiseis, nos cobran por las tarjetas de crédito (para lo demás, "Mastercard") y se nos secan los codos. Cuando cumplimos los veintiseis, empezamos a pensar qué queremos hacer realmente con nuestras vidas. Por normal general, estamos cansados de estudiar; y lo que queremos es trabajar. Volvemos la vista atrás; pensamos qué habrá sido de nuestros compañeros del colegio o cómo les irá a los de la universidad.

Cuando cumplimos los veintiseis, empezamos a relacionarnos con otro tipo de personas; disfutamos de una buena conversación y una cerveza. Cuando cumplimos los veintiseis, vemos como muchos de nuestros amigos se casan, se van a vivir con sus parejas o planean aumentar la familia. Cuando cumplimos los veintiseis, nuestro cuerpo ya no resiste las juergas de antaño; y necesitamos dormir para poder rendir (decimos adiós al "renganche"). Cuando cumplimos los veintiseis, nos aficcionamos al "gintonic". Cuando cumplimos los veintiseis, nos volvemos "más formales".

Cuando cumplimos los veintiseis, obviamente, seguimos siendo jóvenes; nos queda mucho por vivir y por hacer. Sin embargo, es precisamente en ese momento, cuando tomamos conciencia de ello; hacemos balance del pasado y proyectamos el futuro con cierto nivel de escepticismo ("Yo, antes de los 30 quiero..."). En todo caso, estamos preparados para afrontar los cambios de nuestra vida. De acuerdo con la línea de mis manos, uno importante tendrá lugar en la mía; un cambio convulso, un giro de 360 grados. Al menos eso es lo que me han dicho; yo no sé de quiromancia.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Un espíritu libre con quien volar

La libertad, en una de sus acepciones, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad. En este aspecto, nos encontramos dos tipos de personas; "los espíritus libres" y los que no lo son (llamémosle "esclavos"). Mientras los primeros son tildados de "colgados", los segundos son "normales". Los espíritus libres no se atienen a las normas establecidas; se rebelan; obran en base a su ética personal (sin importarle la opinión aunque sí los sentimientos de los demás), se desprenden de lo material y experimentan a menudo la plena felicidad. Por el contrario, los "esclavos" acatan las normas; transigen; obran en base a los principios de la moral (preocupados por lo que piensen los demás y no tanto, por sus sentimientos), se aferran a lo material y pocas veces, experimentan la plena felicidad. Os daré unos cuantos ejemplos.

Los espíritus libres son capaces de ser felices solos o en compañía de otro; los que no, necesitan de otros para ser feliz. Los espíritus libres son "volubles" a ojos de los demás, aunque personalmente, tienen muy claro lo que quieren y lo que no; no necesitan controlar. Los espíritus "esclavos" son seguros de si mismos a ojos de los demás, aunque personalmente, son un pozo de inseguridad; necesitan controlar. Los espíritus libres cambian a menudo sus planes; son fáciles de convencer, todo les parece bien; y no es que no tengan carácter, es que se adaptan. Los espíritus esclavos, en cambio, "se jactan" de tener las ideas claras; no se dejan convencer, discrepan sistemáticamente; y no es que tengan carácter, es que se niegan a cambiar.

A los espíritus libres les preocupa el presente; aprenden del pasado y obvian un futuro que no pueden controlar. A los espíritus "esclavos", les preocupa el futuro; estigmatizan el pasado y se martirizan con un futuro que no pueden controlar. A los espíritus libres no les obsesiona en dónde vivirán el día de mañana (aquí como allá) o en qué trabajarán; los espíritus esclavos, en cambio, necesitan saber concretamente dónde estarán (como será su casa y demás) y en qué trabajarán. Los espíritus libres se alimentan del cariño y la ayuda a los demás; los "esclavos" se alimentan de comida y nada más. Los espíritus libres son sensibles a los problemas de otros, a las guerras, a las noticias de la televisión. Los espíritus esclavos no dan importancia a los problemas de los otros; a las guerras, a las noticias de la televisión. Los espíritus libres usan las nuevas tecnologías; los esclavos, son adictos a ellas. Los espíritus libres lloran de pena y también de alegría; los "esclavos", solo lloran de pena.

Los espíritus libres son, a menudo, incomprendidos; hasta que encuentran a otros espíritus libres con los que conectan, a los que ni siquiera tienen que explicar cómo son. A los espíritus libres, intentan cortarles las alas; convencerlos de que aquello en lo que creen no es más que una ilusión, de que los cambios no son posibles, de que no tienen la razón. Sin embargo, los espíritus libres nunca pierden la esperanza; convencidos cómo están de que existen otros como ellos. Porque los espíritus libres, a diferencia de los esclavos, se atraen, se complementan y tarde o temprano, acaban encontrándose. "No dejes nunca que te corten las alas; más temprano que tarde, encontrarás alguien con quien volar".

martes, 23 de septiembre de 2014

Americanadas

Reconozcámoslo; la gran mayoría de nosotros hemos crecido viendo pelis americanas (lo que los críticos denominan “cine comercial” y el populacho llamamos "yankilandia"). Es cierto, que con el tiempo, descubrimos otro tipo de cine; más maduro, con menos efectos y quizás, mejores historias ("cine de autor" para los críticos; para el vulgo, "pelis raras"). En todo caso, las películas americanas (queriendo decir estadounidenses) nos han hecho soñar desde siempre con un determinado modo de vida, el “American Way of life”. Quién en algún momento no ha deseado experimentarlo?

En el instituto, todos hemos querido salir con el capitán del equipo de fútbol o la líder de las "cheerleaders"; que además de guapos, resultan ser buenas personas. Todos hemos querido asistir al baile de fin de curso (el famoso “Prom”), conjuntados con nuestra pareja, emborracharnos con ponche, ser coronados como rey o reina del baile. Todos hemos querido que nuestra “primera vez” fuese perfecta; con esa persona especial (“the one”), junto al mar o en una idílica cabaña. En la universidad, todos hemos querido vivir “juergas salvajes”, compartir habitación con nuestros amigos, hacer locos viajes en coche o echarnos una cabezada en el maravilloso césped del campus. Además, todos hemos querido independizarnos a temprana edad; tener piso propio, trabajar.

Todos, alguna vez, hemos querido parar un taxi en la Gran Manzana o tomarnos un café por la calle. Todos hemos querido llevar la compra en bolsas de papel (con una barra de pan asomando). Todos hemos querido degustar la mantequilla de cacahuete o la “Apple pie”. Todos hemos querido sentarnos en los sofás de sky de la típica cafetería americana y que una camarera nos venga a servir el café a la mesa. Todos hemos querido acudir a una misa góspel, coger el libreto y ponernos a cantar. Todos hemos querido conducir una ranchera o ver pasar una limusina con gente de fiesta. Todos hemos querido visitar el típico bar de carretera, de aspecto siniestro. Todos hemos querido tener una casa en el campo; con avisador, puerta doble y mecedora a la entrada. Todos hemos querido asistir a una fiesta en una azotea, con vistas al "skyline". Todos hemos querido jugar en los casinos de Las Vegas, correr por las playas de Santa Mónica o visitar las “Hollywood Hills”.

Así es como el cine nos ha presentado Estados Unidos, como el país de las oportunidades. En el que los repartidores de periódicos van en bicicleta; en el que las fachadas de las casas se decoran en Navidad; en el que la bandera ondea en cualquier lugar. Muchos pensaréis, sin embargo, que un país donde cualquiera porta un arma, donde existe una "falsa moral" (cierta clase de puritanismo) o donde la pena de muerte es legal, nada tiene que admirar. Quizás sea cierto, pero yo me quedo con "la América ideal". Soñar es eso, soñar.

lunes, 22 de septiembre de 2014

For good

Cuando voy por la calle y veo a una pareja adulta que va de la mano, que besa o abraza al otro (como si ambos fuesen adolescentes); siempre sonrío. Es algo mágico; teniendo en cuenta lo difícil que es que una unión de este tipo perdure. Estas parejas me devuelven la esperanza; me hacen creer que en "tiempos de guerra"; el amor sobrevive. Ejemplos hay miles; en el cine, en la literatura, en la vida real. Hoy he leido un artículo en donde se analiza en qué se fundamenta el éxito de las parejas duraderas; veámoslo con detenimiento.

Obstáculos en las relaciones los encontramos a diario; como los manejamos, en cambio, es lo que determina el éxito o fracaso de las mismas. Es bien sabido que las situaciones difíciles son las que ponen a prueba las relaciones; especialmente cuando hay una enfermedad que afecta a uno de los miembros de la pareja. Digo esto porque, a mi modo de ver, permanecer al lado de otro en estas circunstancias constituye la máxima expresión del amor.
Quiero destacar, tres historias fascinantes para mí; "El diario de Noah", "Mariposas bajo la piel" y "Babel". En todas ellas, un marido abnegado (y profundamente enamorado) cuida de su mujer enferma; sacrificando todo por ella. Alzheimer, ELA o una bala perdida; vidas truncadas. En estas historias, es el hombre quien asiste y cuida a la mujer. Le cuenta día tras día la misma historia, le da de comer y la baña, le baja las bragas para que orine (como dije antes, la máxima demostración de amor). Que sean Ryan Gosling y Brad Pitt los que lo hacen, es una casualidad.

Las claves de la longevidad de la pareja, las que hacen que lo que vengo de contar sea posible, son cinco: admiración, trabajo en equipo, conocimiento del otro, aprendizaje y aceptación. En primer lugar, los enamorados han de admirarse, estar orgullosos de los logros y de las cualidades de su pareja. Por otro lado, las parejas duraderas trabajan en equipo, tienen en cuenta la opinión del otro, dicen "nosotros" y no, "yo".  Se conocen en profundidad; no escatiman en palabras para referirse a aquel/aquella con quien comparten su vida. Además, narran sus desaveniencias en tono positivo, ven la adversidad como fuente de aprendizaje. Son conscientes de que hay problemas que no pueden resolver; aceptándolos felizmente. Esas son, según John Gottman, las claves del éxito de las relaciones.

Para terminar, una pequeña reflexión. Los amores de juventud son, por regla general, amores apasionados; en los que la atracción física tiene un papel muy importante (amor carnal). En esta fase, el amor es fugaz; nos cuesta creer que sea para siempre. Sin embargo, cuando el cuerpo envejece, es cuando nace el amor verdadero (amor espiritual), al menos como yo lo entiendo. En ese momento, el amor se prolonga en el tiempo, es duradero y, entonces, es posible creer en el "para siempre".

domingo, 21 de septiembre de 2014

El eterno Peter Pan

Algo que siempre me ha llamado la atención es la extrema facilidad con la que ciertos hombres cambian de opinión (yo diría que "más que de calzoncillos"). Un día, dicen no querer novia y al siguiente, se comprometen con la primera que pasa. Otro día, dicen "te quiero" y después, lo que quieren es quitarte del medio (y "donde dije digo, digo Diego"). Indagando sobre el tema, he descubierto que dicha actitud subyace al ya conocido "síndrome de Peter Pan"; o lo que es lo mismo, hombres-niño que no saben lo que es amar.

En Internet, he encontrado una descripción exhaustiva de este tipo de hombres (aviso, no me pertenece) que "copio y pego"; el viejo cuento de Peter Pan ("Once upon a time") con doble final (escoja cual). Emulando "El Quijote", me gustaría titularlo así... "De cómo el hombre-niño encontró a una mujer de verdad". En cuanto al final, "De cómo el hombre-niño se paró a reflexionar y decidió convertirse en un hombre de verdad" o "De cómo el hombre-niño prefirió hacer oídos sordos y seguir siendo Peter Pan". Dos posibilidades para nuestro protagonista. Primera y poco probable; valorar a la mujer que le hace pensar, que le lleva la contraria, que le dice en qué falla; resultado, crecer (HOMBRE). Segunda y muy probable; buscar a otra más sencilla, que no le haga pensar, que le diga a todo que sí, que lo alabe; resultado, seguir siendo un hombre-niño.

"Cuando un hombre NIÑO se encuentra con una MUJER; primero se fascina, pero al poco, sale huyendo. Inmaduro, arranca, sintiéndose perseguido, cuando la mujer, luego del coqueteo inicial, le muestra que para amar, es imprescindible ser generoso. Que para construir una relación, es preciso dejar la inmadurez de creer que no existen otros planes más que los de él (hoy tengo ganas, mañana no sé), y que para amar, no se puede seguir actuando como Peter Pan.

Los hombres inmaduros rehusan comprometerse, no pueden decidirse. No quieren hacer elecciones porque tienen miedo de equivocarse. Desean relacionarse, pero les cuesta dar; quieren recibir pretendiendo que todo permanezca tal como ellos quieren, sin pensar en hacer espacio en su vida para la nueva realidad a la que voluntariamente han querido asomarse. A los hombres inmaduros, no les gusta confrontar, ni menos que los confronten, y bajo una aparencia de armonía y diplomacia, prefieren mantenerse alejados de los problemas, pues no saben como enfrentarlos. Suelen ser cercanos con sus amigos, necesitan sentirse admirados por otros; aunque detrás de esa aparente empatía, se esconden personas de baja autoestima.

Inestables emocionalmente, -van y vienen-, no son capaces de mantener relaciones en el tiempo, ni menos establecer lazos profundos con una mujer que les muestre este principio de realidad de dar y recibir, que es fundamental en cualquier relación. Entonces, cuando se sienten “amenazados”, se desconectan de sus emociones, y en vez de plantear sus sentimientos y expresarlos tranquilamente (como haría cualquier hombre maduro) ponen "pies en polvorosa" o dan explicaciones que ni ellos mismos se creen. Y así, asustados buscan a otras “NIÑAS” que no les exigirán responsabilidades ni mayores compromisos, Wendys que los complacerán con la intención de evitar cualquier problema, y con las que por supuesto, no crecerán". FIN.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Huele a ti

Cuando era pequeña y le prestaba juguetes a mis amigas; había algo que siempre me llamaba la atención. Esos peluches volvían a mí con un olor diferente; el de ellas mismas, el de sus casas. Un olor nuevo, distinto; a la par que familiar y conocido. Un olor que hacía que me sintiese a gusto y que, a día de hoy, después de tantos años, recuerdo como si fuese ayer. Investigando sobre el tema, he descubierto que el hecho de que un determinado olor (como por ejemplo el perfume de alguien con quien nos cruzamos por la calle o el aroma a "comida casera" en nuestro edificio) nos traiga a la mente vívidos recuerdos se conoce como “efecto Proust"; algo que todos nosotros más de una vez hemos experimentado.

Como mujer, siempre me he fijado mucho en el olor de las personas. Hago esta puntualización por el mero hecho de que en la mayoría de especies, las hembras poseen mayor capacidad olfativa que los machos. Quizás por eso, los hombres no presten tanta atención al tema (precisamente porque captan menos olores). Cuando hablo del olor de alguien, no me refiero a la colonia que utiliza; sino a su propia "fragancia", la que Grenouille describe con maestría en "El perfume" (libro que, aprovecho de paso, para recomendaros). Pues bien. Cada uno de nosotros tenemos un olor propio que, al igual que nuestra huella digital, es único. Este hecho está asociado a ciertas sustancias químicas que nuestro cuerpo produce, haciendo que la misma colonia huela de forma distinta en distintas personas (algo más que comprobado). A mí, por ejemplo, me gustan las frutales (tremendamente agradables para algunos; demasiado dulzonas para otros).

Científicamente, se ha demostrado que los estímulos olfativos mejoran nuestra capacidad de memorización, siendo incluso más importantes que los visuales y auditivos. Algo que a simple vista, parece difícil de creer (nunca mejor dicho). Sin embargo, los humanos somos mamíferos y nadie mejor que un bebé para reconocer el olor de su madre (el olor de un bebé, otro de mis preferidos). Teniendo en cuenta esto, si queremos recordar a alguien, lo mejor que podemos hacer es "oler" algo suyo, que le pertenezca, una prenda de ropa. Dicho aroma nos transporta, nos hace creer que estamos junto a esa persona, que no se ha ido, que la tenemos a nuestro lado. Y esa sensación es mucho más intensa que si vemos una foto suya o escuchamos su voz. Ese olor está en lo que nos ponemos y también en lo que tocamos; ese olor está en las cartas que se escriben (o mejor dicho, se escribían) los enamorados.

A mí, hay muchos olores que me gustan, que me traen gratos recuerdos. El olor de la tierra después de llover (mi aldea, mi pueblo), el guiso con azafrán (la comida de mi madre); el barniz de un mueble recién pintado (mi viejo piso); el olor de un libro nuevo (el colegio, mi infancia); el aroma del silo fermentado (mis animales adorados); las especias de un "kebab" (que a exóticos países me trasladan). Pero si tengo que elegir, me quedo con los olores de las personas a las que quiero; esos, son para mí, los más especiales.

viernes, 19 de septiembre de 2014

150 personas: aprendiendo a filtrar

Os imagináis a qué hace referencia esta cifra? Antropólogos, seguidores de Redes y algún que otro curioso, seguro que sí. Se trata del número de Dunbar, esto es, el número máximo de individuos con los que una persona cualquiera puede mantener una relación estable, estando este límite definido por el tamaño del neocórtex cerebral. Inclúyanse en este grupo, familia, amigos, compañeros de trabajo y otros conocidos. Somos incapaces, por tanto, de relacionarnos de forma "eficaz" con más de 150 personas; nuestro cerebro "simplemente" no puede más. Y no somos los únicos, a otros primates les pasa lo mismo.

Pues bien. Teniendo en cuenta que hay un número máximo de relaciones que podemos manejar, no debe importarnos tanto ampliar nuestro círculo social; sino, más bien, cuidar el que tenemos. "Lo que prima es la calidad y no, la cantidad". No quiere decir esto, por otra parte, que nos neguemos a conocer gente a lo largo de nuestra vida; pero sí, que a la hora de invertir nuestro tiempo y neuronas en alguien, ese alguien merezca realmente la pena (pues ocupará un lugar privilegiado en nuestro "espacio" mental); lo que yo llamo, "filtrar". Intentaré explicároslo.

Llega un momento en la vida en que nos volvemos selectivos a la hora de establecer relaciones sociales; supongo, que se debe a que nuestro cerebro ya tiene acumulado un determinado "background", quedando cada vez menos espacio disponible para "archivar" a alguien más. El efecto filtro se hace patente en nuestro día a día; cuando no estamos dispuestos a perder el tiempo con una persona que nada nos tiene que aportar. No es egoísmo, es ahorrar. No nos sirve cualquiera, queremos algo más. A la hora de relacionarnos, buscamos personas interesantes, con inquietudes, que tengan historias que contar. Desterramos, por tanto, de nuestro "mercado" social a personas aburridas, sin inquietudes, sin historias que contar.

Dice Wikipedia... "Las redes sociales amplían los límites del social grooming permitiendo, por ejemplo, que felicitemos el cumpleaños o enviemos un tuit sobre lo que estamos haciendo a cualquiera sin mucho esfuerzo (...) en ningún cumpleaños, o evento importante para nosotros como un cambio de trabajo, nos había llegado a felicitar tanta gente. No es que seamos más populares o más queridos que el año anterior, es simplemente que la red social lo recuerda, y disminuye el esfuerzo necesario para llevar a cabo esa tarea social, hasta convertirlo en un simple click". Es lo que tiene la comodidad.

Digo yo...  "Las personas que verdaderamente forman parte de nuestro círculo social; por las que nos preocupamos, a las que queremos, hacen el "esfuerzo" de desplazarse para vernos; no les importa gastarse el dinero en un mensaje o una llamada para felicitarnos; se acuerdan de nosotros en los buenos, pero también en los malos momentos (sobretodo en esos, cuando las necesitamos). No se paran a pensar en los pequeños "sacrificios" que hacen por nosotros; la alegría de tenernos a su lado, simplemente les puede más". Es lo que tiene la amistad.

martes, 16 de septiembre de 2014

Mi familia, mi tesoro

“La familia nunca nos abandona”. Soporta cosas que un extraño no consentiría. Nos defiende a ojos de los demás; permanece ahí a pesar de todo y nos perdona aunque no actuemos como deberíamos. Nuestra familia nos alienta en nuestros logros y nos consuela en los fracasos, cuando otros nos abandonan. La familia es uno de los tesoros más grandes que tenemos los seres humanos y como tal, hemos de cuidarla.

Las madres nos cargan en su vientre, antes de nacer. Nos cogen en brazos cuando lloramos, nos arrullan, nos meten en la cuna. Las madres nos enseñan a atarnos los zapatos y más tarde, a poner la lavadora (pero se guardan el secreto de cómo eliminar manchas imposibles, solo ellas pueden hacerlo). Las madres se empeñan en hacernos "tuppers" de comida porque, según ellas, comemos mal. Las madres nos aficionan a la lectura, a las telenovelas, a la charla en general. Las madres se preocupan porque vayamos abrigados y nos obligan a llamar cuando llegamos a destino. Las madres nos asesoran en materia de sentimientos y relaciones; las madres nos enseñan a "comprender" a las personas.

Los padres nos cargan en su espalda, después de nacer. Nos cogen en brazos cuando nos quedamos dormidos en el coche y nos meten en cama. Los padres nos enseñan a andar en bicicleta (con toda la paciencia del mundo) y, más tarde a conducir (con más bien, poca paciencia). Los padres se empeñan en acompañarnos en nuestros primeros viajes en coche. Los padres nos aficionan al MARCA, al fútbol, a los deportes en general. Los padres se preocupan porque nos perdamos y nos obligan a llamar cuando cambiamos de planes. Los padres nos asesoran en materia de bricolaje, electricidad, mecánica, etc; los padres nos enseñan a "arreglar" cosas (y mucho más, esto es simplificar).

Los hermanos cargan con nosotros cuando nos emborrachamos. Nos cogen el teléfono cuando estamos agobiados; nos sacan de nuestro "ensimismamiento". Los hermanos nos enseñan a leer, a nadar y a tocar la flauta (los mayores a los pequeños). Los hermanos se empeñan en tener primero, nuestros juguetes y después, nuestros mismos privilegios (por ser nosotros los consentidos). Los hermanos nos aficionan a las series, a la moda, a la vida en general. Los hermanos se preocupan por conocer a nuestros amigos y nos obligan a recoger nuestras cosas. Los hermanos son nuestros cómplices de travesuras, nuestros confidentes. Los hermanos nos asesoran en materia de intimidad; incluyéndose aqui todo aquello que a nadie más "podemos" contar.

Los abuelos, directamente, nos cargan la cartilla del banco; aunque nos neguemos. Nos cogen de la mano camino al colegio; después, somos nosotros quienes los sujetamos a ellos. Los abuelos nos enseñan historia (en los tiempos de Franco...), a admirar las obras, a hacer pasatiempos. Los abuelos se empeñan en contar siempre las mismas historias; en saber lo que hacemos, con quién andamos, adónde vamos. Los abuelos nos aficionan a los juegos de cartas, a la sidra y al vino dulce, a "Luar" y a "Cine de Barrio". Los abuelos se preocupan absolutamente por todo lo que nos pasa y nos obligan a darles la razón aunque no la tengan (el respeto a los mayores y demás). Los abuelos son, normalmente, grandes "personajes", cómicos entrañables. Los abuelos nos asesoran sobre las cuestiones de la vida, aportándonos una perspectiva muy sabia; además de abuelos, son hijos y padres.

Con esta descripción, estoy generalizando. Soy consciente de que hay madres que conducen, padres que cocinan, hermanos que hablan muy de vez en cuando y abuelos que prefieren vivir solos. Disculpadme por ello; yo, me inspiro en mi propia familia. En la dulzura de mi madre; en la picardía de mi padre; en la paciencia de mi hermana y en el ingenio de mi querido abuelo. Supongo que, una mezcla de ellos, soy yo. Sin duda, de las familias que me podrían haber tocado, la mía es la mejor.

Seguramente, tú pienses lo mismo de la tuya, querido lector. Por eso te digo, "No busques la riqueza en otra parte, la tienes a tu alrededor".

A.

A ti, te quiero dar las gracias. Gracias por escucharme y por entenderme como nadie. Gracias por acordarte de mí en los momentos importantes. Gracias por hacer que te sienta cerca, aunque sea desde la distancia. Gracias por prestarme atención cuando te hablo. Gracias por nuestros momentos telepáticos (cuando yo pienso en ti o tú en mí y, de repente, conectamos).

Gracias por hacer quilómetros para venir a verme. Gracias por preocuparte por cómo estoy. Gracias por apoyarme. Gracias por hacerme sentir especial; por decirme que no hay otra como yo, por hablar de mí tan bien como lo haces. Gracias por ayudarme a vencer mis inseguridades. Gracias por convencerme de que algo grande me está esperando. 

Gracias por decirme que me quieres; gracias por abrazarme. Gracias por los regalos que me haces; gracias por tus detalles. Gracias por preguntar por mis cosas. Gracias por emocionarme. Gracias por aparecer en mi vida y darme aire. Gracias por respetarme, por captar mi esencia, por no intentar cambiarme. Gracias por hacerme sonreír todavía más si cabe.

Gracias por ser un "alma vieja", por cuidarme. Gracias por ayudarme a ser quien soy; gracias por enseñarme. Gracias por despertar en mí sentimientos nobles. Gracias por no albergar rencor. Gracias por estar a mi lado cuando te he necesitado. Gracias por cambiar mi vida. Gracias por ser para mí... INDISPENSABLE.

PD: Te quiero

lunes, 15 de septiembre de 2014

No esperes a perderlo para valorarlo

"No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Cuántas veces lo hemos escuchado? Cuántas lo hemos experimentado? Y a pesar de ello, no aprendemos la lección. Una y otra vez, cometemos el mismo error; no valorar lo que tenemos mientras lo tenemos. Así de "tontos" somos los humanos en comparación con otros animales (cuanto más los conozco, más me convenzo de esto). Desde un trabajo hasta un abuelo con salud; pasando por una relación que nosotros mismos saboteamos, arrepintiéndonos después. Cosas que, en muchas ocasiones, no podemos recuperar.

Pasamos la vida quejándonos de lo que no tenemos; siempre queremos más. Un sueldo más alto; un móvil más moderno, una pareja más atractiva; la nuestra, es una sociedad insatisfecha por definición. Lo que nos importa es "acumular", cosas o personas; olvidándonos de valorar las que tenemos. Y cuando las perdemos; obviamente, nos lamentamos. Sentirnos agradecidos por el simple hecho de tener una ocupación, cuidar de la familia y los amigos o disfrutar de las relaciones mientras duren son tareas que deberíamos realizar a diario. Sin embargo, perdemos el tiempo en cosas absurdas.

Yo, lo que propongo es la valoración rutinaria de la propia fortuna; en detrimento del lamento de lo irrecuperable. Afortunado es el que tiene un motivo para levantarse, la oportunidad de sentirse útil. Su deber es, por tanto, empezar el día con una sonrisa, colaborar con los demás y afrontar sus tareas con optimismo y "filosofía". Afortunado es el que tiene una familia y amigos en los que apoyarse, la oportunidad de sentirse querido. Su deber es, por tanto, respetarlos y admirarlos, contribuir a su bienestar, exprimir el tiempo en su compañía. Afortunado es el que tiene un "compañero/a de batallas" con quien levantarse, la oportunidad de hacer feliz a alguien. Su deber es ser sincero (no engañarse, ni al otro ni a uno mismo), transigir y preservar su esencia dentro del único ente que constituye la pareja.

El tiempo, vuela. Da gracias por el simple hecho de estar sano y poder levantarte, saluda a quien tengas delante, dirígite al trabajo con ilusión. Dile a tus padres que los quieres (ellos a ti te lo demuestran), pasa tiempo con tus abuelos (no tendrás que lamentar no haberlo hecho cuando ya no estén), haz cosas con tus hermanos (piensa que otros no tienen la suerte de tenerlos). Disfruta al máximo cuando estés con tus amigos, puede que en una temporada larga no vuelvas a verlos, construye con ellos gratos recuerdos. Entrégate a tu relación si es que la tienes, valora y "mima" a tu pareja, cuida esa unión tan frágil. Como dice mi querido Pablo Neruda, "no te olvides de ser feliz".

domingo, 14 de septiembre de 2014

El encanto del músico

Los músicos siempre me han llamado la atención; profesionales y "amateurs", los de la tele y los de las orquestas. Dotados de una sensibilidad especial, son distintos al resto de personas. Hábiles en la resolución de problemas y empáticos en las relaciones; algo tienen que nos atrae. No me refiero a la fama que alcanzan; sino al "sex-appeal" que poseen; el sueño de cualquier mujer, que le toquen una canción o le canten al oído.

Investigando acerca de cómo funciona el cerebro del músico, he hecho algunos descubrimientos interesantes. "Cuando alguien toca un instrumento, en su cerebro hay fuegos artificiales", reza una charla de TED sobre el tema. A diferencia de otras actividades artísticas, con la música se activan múltiples áreas cerebrales (auditiva, visual, motora); que mejoran la comprensión del entorno, convirtiendo al músico en una persona atenta y alerta. Por otro lado, la práctica de la música favorece el desarrollo de conexiones neuronales en el cuerpo calloso, la estructura que conecta los dos hemisferios cerebrales; sumando al componente analítico del izquierdo, el creativo del derecho. Como consecuencia de ello, el músico adquiere una visión "holística" de la realidad, convirtiéndose en una persona con mayor capacidad emocional.

A muchos hombres, he oido decir... "No sé que tienen los músicos, que os gusta tanto". Pues bien, ahí tenéis la respuesta. Como os habréis percatado, el cerebro del músico se parece más al de la mujer que el de cualquier otro hombre; ya que presta atención a los detalles, racionaliza y siente a partes iguales. Los músicos están dotados para escuchar; son personas sosegadas, que no pierden fácilmente la paciencia. Además de ello, han desarrollado la capacidad de ponerse en el lugar del otro, poseen un alto grado de empatía; cualidad que fluidifica enormemente las relaciones. Los músicos son, de entre todos los hombres, los que mejor entienden a las mujeres; y también de los que a estas, les resulta más fácil enamorarse.

El músico no es un hombre al uso; sino un hombre especial. Tiene todo lo que cualquier mujer puede soñar; que la escuchen, que se pongan en su lugar, que la hagan sentir especial. Por todo ello y más, nadie mejor que un músico en el plano sentimental. A ti, músico, que posees tal capacidad, puedo decirte una sola palabra: "BRAVO".

sábado, 13 de septiembre de 2014

El universitario que se hizo mayor

Gente comprando hielo en el supermercado. Fiesta temática en el pub de moda; "telebasura". Salir a bailar, a emborracharse. Hacer nuevos amigos, millones de fotos; al día siguiente, "latar". Esos maravillosos años, que no volverán. Conocernos a nosotros mismos. Hacer estupideces, gamberradas o como le queráis llamar. Una única responsabilidad, estudiar. Así de bien, se vivía en la universidad. "Quién pudiese revivir las juergas de los jueves, las fiestas residenciales, el botellón...", pensó el universitario que se hizo mayor.

Unos cuantos años por delante para.. Ver la tele hasta las mil, acostarse tarde, no ir a clase; ir y dormir en las últimas filas. Desesperarse con el proyector, con los apuntes, con algún que otro profesor. Cotillear. Tomar café de la máquina. Engancharse a alguna serie o programa de televisión. Charlar. Aficionarse a los juegos de cartas, a la cerveza, al alcohol en general. Compartir piso. Pasar días enteros sin salir de casa. Olvidarse de ir al super; no tener nada para comer (pero siempre para beber). Descuidar la limpieza, ignorar la vajilla. Viajar en autobús. Salir "a desfasar". No pensar "más allá". Buscar siempre la compañía de otro; en bares o bibliotecas, "socializar".

Pasados esos años... Apenas ver la tele, acostarse pronto; madrugar para ir a trabajar. Desesperarse con el curro, con las tareas, con el jefe que está de mal humor. "Rosmar". Tomar café en una cafetería. Engancharse a algún libro, interesarse por la divulgación. Meditar. Aficionarse a la cocina, a la costura, a las manualidades en general. Vivir solo. Pasar días enteros sin pasar por casa. Preocuparse por la compra y la limpieza del hogar. Ver la vajilla sucia y fregar. Viajar en vehículo propio. Salir "de tranqui". Pensar "más allá". Huir del bullicio; disfrutar de la soledad. Por supuesto, lamentarse por no poder volver atrás.

El tiempo en la universidad pasa muy rápido; el que empieza ha de aprovecharlo, ha de exprimir cada instante. Plantar la semilla de la amistad, vivir "al margen" de la responsabilidad; relativizar. El que termina ha de pensar que, aunque cueste creerlo, lo mejor está por llegar. Madurar la semilla de la amistad, asumir cierta responsabilidad; priorizar. "Acabar la universidad es el final de la "buena vida" pero también el principio de la "new age" personal", pensó el universitario que se hizo mayor.

jueves, 11 de septiembre de 2014

La corrupción de la comunicación

Son muchas las personas a las que le sorprende que el mío no sea un móvil de última generación; incluyéndose en este grupo, un gran número de teleoperadores que me llaman ofreciendo las mejores ofertas (y se sorprenden cuando les digo que no estoy interesada). A pesar de ser la comunicación una de las cosas que más me fascina y, por paradójico que parezca, he decidido formar parte de lo que yo denomino, “la resistencia”. No me considero antigua; solo revolucionaria. Me opongo a la corrupción de la comunicación.

Gracias a la diversidad de aplicaciones de las que disponemos hoy en día (y a la gratuidad de las mismas), estamos permanentemente conectados. El éxito de dichas aplicaciones se fundamenta precisamente en eso, en nuestra necesidad de saber de los demás para en último término, no sentirnos solos (y combatir el llamado “virus de la soledad”); porque a diferencia del ordenador, que solíamos utilizar en casa, el móvil lo llevamos a todas partes. Antes decidíamos cuando queríamos hablar y cuando no. Ahora, ese derecho nos ha sido arrebatado. Aunque siempre nos queda la opción de no contestar; yo, no soy partidaria (todo el mundo merece que se le responda; aunque solo sea por educación).

La mayoría. Fotografía lo que compra y lo que come, piensa que a alguien eso le interesa. Habla de cosas triviales sin importar el momento. Le escribe a alguien cuando se aburre; no suele saber cómo ocupar su tiempo libre. Es capaz de tener varias conversaciones a la vez; presta a todo el mundo la misma atención. Se acostumbra a los continuos pitidos; puede optar por silenciar los grupos pero nunca deja el móvil en casa. Acaba por ocultar su última hora de conexión (me pregunto por qué; a nadie debe explicación). Consulta el móvil cada cinco minutos. Teme “estar fuera de onda” y sucumbe a la tentación; para ser, en última instancia, igual a los demás.

La resistencia. No fotografía lo que compra y lo que come; es consciente de que eso a nadie le interesa (en casos extremos ni siquiera tiene cámara). Habla de cosas importantes, solo en determinados momentos. Le escribe a alguien cuando se acuerda de esa persona; sabe perfectamente cómo ocupar su tiempo libre. Es incapaz de tener varias conversaciones a la vez; presta a cada uno la atención que merece. Se desespera al oír continuos pitidos; se olvida del móvil, lo deja en casa. No oculta nada porque nada tiene que ocultar. Consulta el móvil cuando “le cuadra”. No teme “estar fuera de onda” y lucha contra la tentación, para ser, en última instancia, distinto a los demás.

Muchos pensaréis que lo que vengo de hacer no es más que demagogia. En cierta manera, es posible, pues soy la primera que me valgo de las redes sociales para haceros llegar lo que escribo. La cuestión es que igual que la tecnología nos brinda esta posibilidad, la de intercambiar información con aquellos que están lejos; mal empleada puede convertirse en un obstáculo que se interpone entre nosotros y los que están cerca. Cuando no prestamos atención a los que tenemos enfrente porque estamos demasiado ocupados en mirar el móvil. Cuando la comunicación sirve para establecer barreras y no para romperlas; cuando tergiversamos su esencia, cuando la corrompemos. Es entonces cuando renunciamos a nuestra libertad como individuos para convertirnos en esclavos del sistema de masas.

martes, 9 de septiembre de 2014

Criaturas

No programa de hoxe, seguimos a coñecer o rural galego na procura de “cagallas” de cabras e ovellas. Hoxe, desprazámonos ata Teixeiro, camiño de Santiago.

Cando chegamos, o gandeiro, que leva media hora agardando; sinala o reloxo con xesto contrariado, debaixo da súa gorra enzoufada (“Lanzarote”). Entramos a corte seguidos por un amigable mastín, que nos lapa os brazos en sinal de benvida. Pelexamos un anaco coas ovellas, descubrimos que pegan choutos e tiran coas vaias (aínda que non tanto coma as cabras), e que tampouco, son tan “parvas”.

Conversamos cos veciños, a berros, dende unha casa a outra. Falamos do tempo, das festas, da xuventude, do tabaco, da calor que vai. Enfronte a nós, unha señora cun mandil de cadros dille a un raparigo que anda a brincar “Vas caer”. O rapaz fala coma un vello (con retranca); coa súa gorra de “España”, xa pode ser gandeiro. Lévanos ata a corte, da ordes ao can, gasta bromas aos maiores, sabe de termos veterinarios; sen dúbida, é o rei da casa.

Seguidamente, desprazámonos ata Melide, última visita programada. Alí agarda unha gandeira exemplar, que chama polo nome as súas ovellas (grandes, de cabeza negra, da raza “Suffolk”). Os rapaces da granxa botan unha ollada cara o coche, míranse entre eles, sorrín (“esta rapaza é nova”, digo eu que pensarán). De fondo, música de “pachanga”. Revisamos o macho e facemos unha visita a enfermaría. Os rapaces arrancan os tractores; de tódalas cores, excepto amarelo.

Finalmente, voltamos a Lugo cunha bolsa chea de merda e de anécdotas que contar. Ar fresco nos pulmóns, cheiro a silo no nariz. A beleza do campo na nosa mente, o agarimo que nos da a súa xente. Un sorriso nos beizos. De seguro, repetiremos. Polo de agora, ata o próximo programa.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Adopte un finlandés

Yo, soy una de esas personas que cree en el “karma”; en que el universo, a la larga, nos devuelve lo que hacemos (sea bueno o malo), el viejo dicho “cada uno recoge lo que siembra”. Si queremos que alguien nos ayude, también hemos de prestar ayuda a alguien; es lo justo (algunos lo llaman “cadena de favores”). Es por eso que, decidí “adoptar” a un finlandés durante un par de días. Breve resumen de la experiencia y reseña de algunos de los problemas con los que se encontrará el posible anfitrión.

Lo más probable es que, en un principio, no sepa pronunciar el nombre de su huésped (tiene la opción de buscarlo en Google Traductor o, directamente aventurarse). Cuando vaya a recogerlo a la estación, lo reconocerá por su cabello rubio y su gesto perdido (prototipo nórdico 100%). Tras presentarse, su huésped le dirá que está profundamente hambriento (porque en Galicia se come “barato y bien”). El anfitrión se sorprenderá de la voracidad del mismo; se preguntará cómo es posible que comiendo de esa manera, sea escuálido de constitución. Entre bocado y bocado, compartirá con usted diversos datos sobre Finlandia (salario medio, alquileres, matrículas, etc.). A continuación, le pedirá un mapa de la ciudad y que le marque la ruta sugerida (si no ha ido previamente a la Oficina de Turismo, tendrá que improvisar).

Por la mañana, lo mandará de paseo por el centro de la ciudad. A mediodía, lo llevará a comer a un restaurante típico; nuevamente, se sorprenderá con su forma de engullir (y su gusto por el vino blanco). Entretanto, su huésped le contará cosas curiosas sobre su país; como por ejemplo, que en Finlandia se bebe leche con la comida y la cena se toma a las 6. Por la tarde, le recomendará un paseo en bici; lo más probable, es que su huésped se meta en cama y “se eche la siesta” (normal tras semejante bacanal y porque estamos en España y hay que practicar el deporte nacional). Como consecuencia, saldrá con retraso y volverá exhausto. Cuando llegue la hora de cenar, le ofrecerá “ir de tapas”; se quedará atónito cuando diga que no tiene hambre (en parte, eso lo aliviará, pues por momentos habrá temido tener que llevarlo al hospital; motivo de la consulta, posible indigestión).

Finalmente, habrá hecho un nuevo amigo que le estará esperando en Finlandia, allá donde existe un modelo educacional, donde el hockey sobre hielo es deporte nacional y hay más saunas que en cualquier otro lugar. Todo eso, a cambio de prestar su sofá. La risa compulsiva y el nistagmo, son harina de otro costal.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Estrellas fugaces

Hay personas que son como “estrellas fugaces”. Distintas a las demás; tan efímeras como especiales. En un momento, llenan de luz nuestro mundo y luego, desaparecen; dejando una estela tras de sí, un recuerdo. Esas personas, al igual que los astros, se cruzan en nuestra vida muy de vez en cuando (yo diría que como mucho, una vez al año). No podemos atraparlas; tampoco obligarlas a que permanezcan a nuestro lado; lo único que podemos hacer es maravillarnos con su recuerdo o, en todo caso, esperar volver a verlas, aunque puede que esto nunca suceda.

Las estrellas fugaces aparecen cuando menos las esperamos; y no sabemos por qué, pero nos atraen. Su luz nos ciega y entonces, creemos que nunca conoceremos otras que las igualen. Las estrellas fugaces nos iluminan, nos rebelan facetas de nosotros mismos que desconocíamos. Nos ayudan a construir nuestra personalidad, nos sirven de guía en ciertos momentos. Hacen que nos ilusionemos, que soñemos con los ojos abiertos, que persigamos imposibles; las estrellas fugaces nos inspiran. Cuando queremos aferrarnos a ellas, descubrimos que nos han abandonado.

Ver pasar “estrellas fugaces” es tan bello como difícil es afrontar su pérdida; nos deja inmersos en un mundo de oscuridad y en ocasiones, de frustración y remordimientos. Hace que nos cuestionemos nuestras propias acciones, que pensemos en lo injusto de las circunstancias, que deseemos volver atrás. Nos lamentamos, vagamos sin rumbo. Nos sentimos desesperanzados, soñamos con ellas (esta vez con los ojos cerrados), daríamos lo que fuera por volver a verlas; las estrellas fugaces nos rompen el corazón en mil pedazos. Cuando asumimos que se han ido, descubrimos que nuestra vida sigue sin ellas.

A pesar de todo, mi mensaje, como no podía ser de otra forma, es alentador. Nuestro futuro está compuesto por una sucesión infinita de “quizás”. Quizás pase mucho tiempo hasta volver a verlas (“la vida da muchas vueltas”); quizás nunca nos las volvamos a encontrar y nos quedemos con su recuerdo, que siempre perdurará. Quizás nunca volvamos a necesitarlas. Quizás, encontremos una estrella que brille todavía más, eclipsando a las demás. En todo caso, no debemos olvidar que quien abre bien los ojos, tiene a su disposición un cielo repleto de estrellas.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Yo, quiero ser como Cristiano

Hace unos años era David Beckham, con su pelo rubio y su “British style”; el “gentleman” inglés casado con la Spice “posh”. Hoy en día, es Cristiano Ronaldo, el ídolo de tantos, con sus mechas en el pelo y su “Gipsy style”; el guapo portugués “ennoviado” con la top model internacional. Miles de copias suyas allá donde vas; ese tupé de medio lado, con gomina, al más puro estilo metrosexual. Y es que, aunque no salgan en la tele, ni jueguen en el Real Madrid, en la mente de muchos chicos está: “Yo, quiero ser como Cristiano”.

A Cristiano lo veo en todas partes; y no me refiero al de verdad, sino a clones suyos; en el supermercado, por la calle, en la facultad. A Cristiano lo veo en las camisetas de asas con escote, en los pendientes de brillantes y en la fiebre de algunos por la depilación. A Cristiano lo veo en los cinturones con grandes hebillas, en los bañadores “petados” y en la obsesión de muchos por el sol. A Cristiano lo veo en los coches de lujo, en las chicas “de postu” (con minifalda y top), en los líos de una noche; en la moda, en el qué dirán.

Yo, lo que reivindico es la propia tendencia, la diferencia, el no ser una réplica más. Las camisetas de manga corta sin escote, los pendientes de coco, la apacible convivencia con el vello corporal. Reivindico también los cinturones discretos, los bañadores cortos (pero que dejan algo a la imaginación) y la protección de la piel frente a la agresión. Reivindico los coches “normales” (cuanto más viejo, mejor), las chicas naturales (con camiseta y pantalón), las citas a la luz del día; el estilo propio, sin importar el qué dirán.

Independientemente de lo que pueda parecer, no tengo nada en contra de que los hombres se cuiden, se interesen por la ropa o quieran “verse guapos”; al contrario, me parece fenomenal. En donde me gustaría incidir, sin embargo, es en la búsqueda del estilo personal (“La moda es el escudo del inseguro”, un grafiti que me hizo reflexionar). Como os decía al principio, los ídolos cambian. Si nos limitamos a imitarlos, puede que nos veamos inmersos en profundas crisis de identidad. Yo, no sé nada del tema; recurro a una frase del gran modisto Yves Saint Laurent… “Las modas pasan; el estilo es eterno”.

jueves, 4 de septiembre de 2014

La guapa del grupo

En todos los grupos de chicas, hay una que destaca entre las demás, la que viene siendo “la guapa” (luego están la simpática, la menos guapa, la tímida, la “toxo”, etc.). Los chicos desean estar con ella, cogerla de la mano, hacerle fotos y presumir con los colegas. Las chicas, por su parte, quieren parecerse a ella, tenerla de amiga, hacerse fotos juntas y compartir su agitada vida amorosa. Es lo que tiene la belleza; que atrae.

Primero, en el colegio. Después, en el instituto y en la universidad; pasando por el trabajo y la fiesta parroquial. “La guapa del grupo”, una figura que siempre me ha llamado la atención. Al margen de las envidias que pueda despertar entre el género femenino, “la guapa del grupo” es, por norma general, una chica encantadora. Extrovertida, cariñosa con niños y ancianos; cautiva a todo aquel con el que habla. Comprometida con alguna buena causa. Se viste a la moda; marca tendencia. Siempre está rodeada de pretendientes; no se decide por ninguno. Los chicos se ponen nerviosos cuando le hablan. A su lado, no falta una amiga a la que decirle “no te ofendas” tras piropearla. Bendita sutileza la suya.

A mí, me gusta ir más allá de lo superficial; por eso, la he observado a lo largo de los años, en distintas fases de mi vida, esforzándome en conocerla. “La guapa del grupo”, injustamente juzgada, “cosificada” en ocasiones; mucho más que una cara bonita. Al margen del deseo que pueda despertar entre el género masculino; “la guapa del grupo” es, por norma general, una chica insegura. Preocupada por la imagen que los demás tienen de ella; dedica mucho tiempo a autoevaluarse, se exige demasiado, se siente insatisfecha. A veces, incomprendida. No suele ser afortunada en el amor. A pesar de estar rodeada de gente, se siente sola en muchas ocasiones. Maldita belleza la suya.

A modo de conclusión, un descubrimiento propio; obviamente, hay excepciones (esto es, guapas y tontas, o como dicen los ingleses, “bimbo girls”) que confirman la regla. A “la guapa del grupo” es imposible odiarla; más bien todo lo contrario, es muy fácil quererla. Si somos capaces de ver más allá de la belleza física; descubrimos su verdadera belleza, la interior. Saber lo que los chicos piensan de ella y lo que ella piensa de sí misma; ventajas de ser la simpática.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Quem não foi a Lisboa...

O nosso país vizinho, com uma língua e cultura próprias, com uma enorme tradição, respeito pelo medio ambiente e preocupação política.; assim é Portugal. Cosmopolita, caótica e muito diferente a outras capitais; assim é Lisboa. Gente muito agradável, que não grita (como na Espanha), com grande talento para as línguas (inglês, francês...) e sobretudo, que não anda às pressas, senão devagar. Assim são os portugueses.

Lisboa é subir e descer, no elétrico ou a pé. Lisboa são ruas que escorregam e artistas nas esquinas. Lisboa são dozes e pastelarias; Lisboa é bacalhau e café. Lisboa é ouvir fado; sentir uma voz e uma viola e encher-se de melancolia. Lisboa é viajar todo o dia cum cartão de seis euros; de metrô ou de autocarro, o que quixer. Lisboa é apanhar o elétrico número 28. Lisboa é parar num miradouro, desfrutar das vistas e observar o Tejo. Lisboa é fazer fila mais duma hora para visitar a Torre de Belém. Lisboa é ser corajoso, enfrentar as viaturas e arriscar a vida para cruzar. Lisboa é renunciar aos cartazes informativos na estação, perguntar, voltar a perguntar e obter apenas uma resposta:“Sei là”.

Lisboa são senhoras que gostam muito de falar, sempre prontas a ajudar, pelas ruas ou desde uma varanda (“Gosto muito da Galiza, eu morei em Vigo” ou “Filha, acho que não vais bem por aí”). Lisboa são vendedores e empregados de mesa a dizer piropos (“bonitos olhos, menina”) e sorrir, muito educados e cavaleiros. Lisboa são pessoas a oferecer droga e a pedir esmola nas rúas; Lisboa são polícias fardados e tambén sem fato. Lisboa são boémios, “hippies” e outras tribos urbanas. Lisboas são africanos; moçambicanos, guineanos e angolanos (e as súas crianças muito engraçadas). Lisboa são centos e centos de turistas, especialmente franceses, espanhóis e italianos.

Um país longo e diverso, onde norte e sul não têm nada a ver. Um país onde o papel higiénico não vai pela sanita e as mais das casas de banho são “unisex”. Um país em que temos de pagar os petiscos previos às refeições (não são gratuitos, aviso para “gourmets”). Um país que acho que vale a pena conhecer; cheio de dozes e vinhos, belas paisagens e o mais importante, boa gente. Portugal não é só um lugar para comprar barato (famosas na Galiza são as toalhas de Valença) com roupa estendida nas fachadas dos prédios; é isso e muito mais. Um país que tem muito por aprender mais também muito para nos mostrar, um país que dá as boas-vindas a quem o quiser visitar, um país impossível de olvidar. Pela minha parte, apenas tenho boas palavras para Portugal e a sua capital. Muito obrigada.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Friends with benefits

Yo, soy una fiel defensora de la amistad entre hombres y mujeres. Son muchos los que dicen que no existe, especialmente miembros del género masculino. Esto se debe a que ellos, a diferencia de ellas, son eminentemente prácticos y suelen establecer relaciones personales en función de los beneficios que estas les reportan. Los hombres, por regla general, gestionan el tiempo de forma más eficiente; no suelen malgastarlo si la mujer que tienen enfrente no les aporta algo (verdadera amistad entre los dos sexos) o si no obtienen una recompensa a cambio (ya sabéis cual). Intentaré explicároslo, desglosándolo por categorías. Por supuesto, aplicables también al género femenino.

"JUST BENEFITS". Inclúyanse en este grupo, todas aquellas personas por las que nos sentimos física (y exclusivamente) atraidos. No tenemos gustos comunes. No poseen los atributos de nuestra pareja ideal, nos aportan disfrute sin más. Están en nuestra vida de forma temporal, llegan y se van. Si dormimos juntos, sabemos el final. No queremos hablar con ellos, solo besarlos. Nos llaman/escriben únicamente cuando les interesa; en compañía de sus amigos, suelen referirse a nosotros en términos no demasiado respetuosos (uno/una más). No se lo reprochamos, es recíproco. No hay lugar a confusión.

"FRIENDS WITH BENEFITS". Inclúyanse en este grupo, todas aquellas personas por las que nos sentimos física y también personalmente atraídos. Tenemos gustos comunes, sentimos que esa persona nos complementa. Poseen los atributos de nuestra pareja ideal; nos aportan disfrute y algo más. En función del tiempo que pasamos juntos; se quedan o se van. Si dormimos juntos, no sabemos qué puede pasar. Queremos hablar con ellos y además, besarlos. Nos llaman/escriben cuando nos echan de menos; en compañía de sus amigos, suelen referirse a nosotros en términos respetuosos (uno/una especial). Con ellos hablamos de sentimientos y relaciones; no nos suelen pedir consejo sobre mujeres; no somos un "colega" más. Si no es recíproco, puede haber lugar a la confusión.

"JUST FRIENDS". Inclúyanse en este grupo, todas aquellas personas por las que nos sentimos personal (y exclusivamente) atraídos. Tenemos gustos comunes, sentimos que esa persona es nuestra alma gemela (análogo de sexo opuesto). Poseen nuestros mismos atributos; con ellos nos identificamos. Están en nuestra vida de forma permanente, llegan y se quedan. Si dormimos juntos, sabemos que nada va a pasar. Queremos hablar con ellos, nunca besarlos. Nos llaman/escriben en los momentos importantes; en compañía de sus amigos, suelen referirse a nosotros como el hombre/mujer ideal. Con ellos hablamos de sentimientos y relaciones, nos suelen pedir consejo sobre mujeres; somos como un "colega" más. Hacemos lo mismo, es recíproco. No hay lugar a confusión.

Como podéis ver, la brecha que separa las dos primeras categorías es muy grande; pasamos de personas que simplemente nos atraen (y apenas nos aportan) a otras, con las que nos plantearíamos "tener algo serio" (porque nos enriquecen como persona). En cambio, la línea que separa las dos últimas categorías es muy delgada, delimitada básicamente por la existencia o ausencia de atracción física, requisito, por otra parte, indispensable para una relación romántica. Sea como fuere, en el primer y tercer caso (los "just"), tenemos claro lo que sentimos por el otro, habiendo únicamente un tipo de atracción (o física o personal). El problema surge cuando conviven las dos; esa categoría en la que todo se complica; que los yankis han decidido bautizar como "friends with benefits".