viernes, 30 de octubre de 2015

20 y largos

"El tiempo no se para con nadie"; un hecho que se hace patente a todas las edades. Hay algunas, sin embargo, en las que existe una transición increíblemente brusca, como entre los 20 y los 30 años. De universitarios fiesteros a trabajadores responsables. De post-adolescentes dependientes a adultos independientes. Y es que a pesar de nuestra juventud, ya notamos el cansancio, no tenemos el fuelle de antaño y de las noches de fiesta, tardamos el doble en recuperarnos.

A los 20 y pocos años, estamos ansiosos por salir, conocer gente y relacionarnos (sobretodo con desconocidos). A los 20 y pocos años, somos capaces de "chapar como animales", varios temas en un día y a seguir rulando. A los 20 y pocos años, nos quedamos hasta las tantas viendo una peli o simplemente, charlando. A los 20 y pocos años, nos mantenemos despiertos en clase con resacas de campeonato. A los 20 y pocos años, ansiamos que llegue el fin de semana para seguir festejando. A los 20 y pocos años, nos acostumbramos a ir en autobús y a caminar siempre con una maleta al lado.

A los 20 y largos años, estamos ansiosos por tener un momento de paz, con nuestros amigos y nuestra pareja, nos basta. A los 20 y largos años, nos "cuesta la vida" memorizar cualquier cosa y las llaves, simplemente nos las olvidamos. A los 20 y largos años, nos quedamos dormidos en mitad de la peli o incluso, charlando. A los 20 y largos años, nos caemos de sueño en las comidas familiares. A los 20 y largos años, ansiamos que llegue el fin de semana para tirarnos en el sofá. A los 20 y largos años, nos acostumbramos a ir en coche a todas partes y la maleta, la hacemos muy de vez en cuando.

Supongo que como dicen por ahí "en la vida, todo son etapas" y es necesario pasar por cada una de ellas. Bien es cierto que los arrebatos de juventud son indispensables y las aventuras vividas en dichos años, inolvidables. Pero también es cierto, que en la vida, no debemos anclarnos y siempre, seguir avanzando. Quizás nuestras experiencias más extremas, nos hayan sucedido a los 20 y pocos pero sin lugar a dudas, las más plenas, nos sobrevendrán a los 20 y largos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Soltero/a porque así lo deseo

Si eres mujer, rondas los 30 años y tienes una carrera exitosa; seguro estarás harta de que te pregunten "y el novio, para cuando?" -y lo mismo, para el sexo contrario. Lo cierto es que hay gente que se resiste a asimilar que los tiempos han cambiado y las prioridades de las mujeres, ya no son las de antaño. Así, estudios científicos recientes lo confirman: "las mujeres tienen un 40% menos de probabilidades de casarse si son exitosas o tienen estudios universitarios o de posgrado".

De acuerdo con estas investigaciones, en el caso de la mujer, la soltería está estrechamente vinculada a la inteligencia. Mientras mejor le va a la mujer en el ámbito laboral, más difícil le resulta encontrar pareja. Esto es así porque las mujeres con estudios quieren seguir creciendo profesionalmente y, en lugar de juntarse con el primero que pase, prefieren esperar a un hombre inteligente; que quizás nunca aparezca, pero no por ello serán menos felices.

Por otra parte, las mujeres que van a la universidad se pasan más tiempo estudiando que sus coetáneas, por lo que retrasan sus nupcias más allá del punto de máximo atractivo y fertilidad. Lo mismo ocurre con los hombres que deciden estudiar, si bien existe una salvedad. Cuanto más preparados y mayor es su coeficiente intelectual, tienen un 35% más de probabilidades de querer casarse, esperando de sus compañeras que los cuiden como lo hacían sus madres.

Como véis, gracias a los movimientos feministas de los últimos años, las mujeres son autosuficientes, ante sus propios ojos y los de la sociedad. Ya no necesitan emparejarse, ni por supuesto casarse, para sentirse plenas; aunque este cambio de mentalidad aún se está tramitando en nuestra sociedad. Peor lo tienen los hombres, para los que la soltería se convierte en un auténtico estigma. Muy a mi pesar, la gente sigue pensando "una mujer está sola porque quiere y un hombre, porque no hay quien lo quiera".

lunes, 26 de octubre de 2015

Teoría del enamoramiento

A la pregunta "¿por qué lo/la quieres?", solemos responder "lo/la quiero, el porqué no lo sé". Pues bien, hoy he leido en "La mente es maravillosa", web que muchos conoceréis, un artículo muy interesante en el que se viene a dilucidar por qué nos enamoramos de unas personas y no de otras. Si bien las sustancias responsables de nuestra euforia y felicidad son de sobra conocidas (endorfinas, encefalinas y feniletilamina), veamos cuales son los elementos que a modo de gatillo, disparan su producción.

La primera teoría es la similitud familiar. Solemos sentirnos atraidos por personas que, en algunos aspectos, nos recuerdan a nuestros progenitores, lo que nos da confianza y nos aporta seguridad. En ciertos casos, buscamos en nuestra pareja, aquello que no tuvimos en la infancia/adolescencia. A modo de ejemplo, es característico de mujeres a las que les ha faltado una figura paterna, relacionarse con hombres bastante mayores que ellas.

La segunda teoría es la de la correspondencia. Según los científicos, a la hora de enamorarnos, pesa mucho compartir experiencias similares, haber pasado por las mismas cosas y tener gustos y valores semejantes. La afinidad entre dos personas, sin lugar a dudas, enriquece la relación. La tercera teoría es la de la admiración; vemos en el otro cualidades brillantes que nos gustaría tener. A este nivel, entra en juego la atracción entre polos opuestos, que se complementan.

Finalmente, hemos de considerar la teoría de las feromonas, sustancias aparentemente imperceptibles, que dan a cada persona un olor único que determina su atractivo. Esto es así porque las feromonas se relacionan con el Complejo Mayor de Histocompatibilidad. De esta manera, a los factores sociales del enamoramiento, se suman los condicionantes biológicos, que son cruciales en el proceso de apareamiento.

jueves, 22 de octubre de 2015

Cuestión de carácter

"Si quieres triunfar en la vida, has de tener carácter"; un consejo que muchos recibimos de nuestros padres. Creo yo, que una personalidad fuerte, segura de sí misma y no influenciable conduce al éxito, el cual, por supuesto, siempre va ir acompañado de críticas. El hecho de "tener un carácter fuerte" implica, las más de las veces, guiarse por criterios propios, ser fiel a uno mismo y no intentar agradar al resto. Fuerte no es sinónimo de malo, sino de sólido.

A este respecto, debemos diferenciar el tener carácter a ser una persona de mal carácter; porque nada tiene que ver una cosa con la otra. Mientras que las personas con carácter son, a mi modo de ver, admirables; las que tienen mal carácter, resultan muchas veces, intratables. Pasemos a ver cuales son los aspectos clave. Para empezar, tener carácter es ser asertivo en la forma de expresarse (lo que la gente interpreta como "borde"); tener mal carácter es ofender con nuestras palabras.

Tener carácter significa manifestar nuestro descontento cuando algo no nos place; tener mal carácter es no respetar opiniones diferentes, menospreciar. Tener carácter es hablar de forma clara y sin tapujos; tener mal carácter es ser "ladino", "tirar la piedra y esconder la mano". Tener carácter es ser una persona de sólidos principios, dispuesta a luchar por sus ideales; tener mal carácter es, pisotear al resto, aplicando la política del "todo vale".

Tener carácter es decir a alguien las cosas de frente; tener mal carácter es hablar a las espaldas de alguien y sonreirle por delante; ser falso. Tener carácter es no reprimir un gesto facial ("una cara") en un momento dado; tener mal carácter es escupir o echar la lengua a alguien. Tener carácter es no amilanarse en ciertas situaciones, ser valiente para decir lo que uno siente; tener mal carácter es poner la opinión de uno por encima del resto, insultar y en último término, hacer daño.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Gallego-castellano

Hace unos días, leí en la prensa una noticia que me impactó bastante; a una profesora de Coruña se le prohibió utilizar el gallego en sus clases. Una muestra de que, desgraciadamente, en pleno siglo XXI, la diglosia sigue existiendo. Si bien yo no lo uso de forma habitual (como otros jóvenes de mi generación criados en el ámbito urbano), el gallego es una lengua que adoro; un idioma cantarín, honesto, sincero; el idioma en el que se criaron nuestros padres y abuelos. Nuestro patrimonio, no podemos perderlo.

Al margen de la opinión que el resto de España tiene sobre el gallego, es dentro de Galicia donde sufre mayor discriminación. Por supuesto, existen diferencias entre provincias, siendo la de Lugo su principal "baluarte". En el interior, en la costa y en la capital, todo el mundo lo habla. Prácticamente ausente en ciudades como A Coruña y Ferrol; mayoritario, sin embargo, en las "Rías Altas" y Santiago. Habitual en el litoral pontevedrés ("Rías Baixas") y en el rural ourensano; pasa desapercibido en ambas ciudades.

A este respecto, he oido decir en nuestra comunidad en más de una ocasión, "es majo/a y eso, pero habla gallego"; como si fuese esta una cualidad negativa, algo que resta atractivo a la persona. Es una pena escuchar este tipo de comentarios, en una región como la nuestra, donde el bilingüismo constituye una gran riqueza. Lo cierto es que tenemos la posibilidad de comunicarnos en el idioma que queramos; cuando uno habla en gallego y el otro le responde en castellano, y viceversa.

A mí, no me gustan los extremos; el que se obligue a la gente a hablar una lengua u otra, arrebatándoles así la libertad de elegir. El idioma está para romper fronteras, no para construirlas y mucho menos, para usarlo como arma arrojadiza en cuestiones políticas. Posturas intransigentes las hay en los dos bandos, eso está claro. Y al igual que condeno los ataques gratuitos que se hacen al gallego, me apena que un "galegofalante", se avergüence de usar el castellano en un momento dado.

lunes, 19 de octubre de 2015

Consejos para hacer amigos

Llevaba mucho tiempo detrás del libro más vendido de Paulo Coelho, "El manuscrito encontrado en Accra"; que finalmente, llegó a mí en forma de regalo. Un libro que, como la mayoría de las obras del escritor brasileño, devoré en pocas horas, resultándome tan inspirador como de costumbre. Como sabéis, mi modus operandi es el siguiente: leo, marco páginas interesantes, dedico un tiempo a la reflexión y lo comparto con vosotros. En este caso, cualidades de los buenos amigos, de esas compañías altamente recomendables.

Transcribo los consejos de Paulo. "Quédate junto a aquellos que están a tu lado en las horas de alegría. [...]. Unéte a los que no temen ser vulnerables. [...]. Únete a aquellos que la única puerta importante que quieren abrir es la de tu corazón [...]. Únete a los que dicen: "Aunque todo está bien, tenemos que seguir adelante". [...]. Únete a los que cantan, cuentan historias, disfrutan de la vida y tienen alegría en los ojos [...]. Únete a los que dejan que la luz del Amor se manifieste sin restricciones, sin juicios, sin recompensas, sin verse jamás bloqueada por el miedo a que no la comprendan".

Veo los consejos de Paulo y subo unos cuantos más. "Aléjate de aquellos que codician tus logros o no los valoran. Desconfia de los que jamás pierden los nervios, de los que no lloran ni se emocionan. Aléjate de aquellos que se acercan a ti con algún tipo de interés. Déjate inspirar por esos valientes que abandonan su zona de confort y se arriesgan. Huye de los que se quejan, se autocompadecen y sólo albergan tristeza. Aléjate de los que ponen frenos al Amor en cualquiera de sus formas; de los que no tienen valor para marcar la diferencia.

Lo que está claro es que los buenos amigos permanecen en los malos momentos; y en ocasiones, se hacen los fuertes. Si bien nos acompañan durante cierto tiempo, hacen su vida y no los culpamos por ello; es más, nos alegramos de que encuentren su camino. Los buenos amigos tienen un efecto imán; queremos estar a su lado, nos atraen a su presencia. Y como bien dice Paulo... "No importa como te sientas; levántate todas las mañanas y prepárate para emitir tu luz. Los que no están ciegos verán tu brillo y se maravillarán con él".

viernes, 16 de octubre de 2015

Amores insanos

Desafortunadamente, todos los conocemos y quizás, los hayamos experimentado. Son amores por momentos maravillosos y por momentos, devastadores. Son amores que primero nos dan alas y después, nos las cortan. Amores que nos hacen felices al principio y desgraciados al final; amores que primero nos ensalzan y luego, nos ignoran. Amores que en los comienzos, se disfrazan de "amores perfectos" pero, tras un tiempo, se quitan la máscara y no los reconocemos.

Amores insanos que empiezan como la mayoría; sin quererlo. Amores en que uno de ambos miembros no se entrega al 100%. Amores forjados en base a las inseguridades, amores con dudas, amores que se cuestionan continuamente. Amores obsesionados por el futuro; amores temerosos, que se repiten la frase, "vamos viendo". Amores que siempre ven el maso medio vacío, que rápidamente se dan por vencidos. Amores centrados no en virtudes, sino en defectos.

Amores volubles, que hoy quieren una cosa y mañana, la otra. Amores que semejan una adicción, que crean dependencia. Amores que hacen comparaciones, y una vez tras otra, cometen errores. Amores "hortelanos", que ni comen ni dejan comer. Amores que abusan de los sentimientos, que humillan, que hieren. Amores interesados, que lo único que quieren es que se los escuche y no estar solos. Amores que critican otros amores y al final, resultan peores.

No hay nada más doloroso que los amores insanos; amores enfermos, que nos hunden en una profunda tristeza y nos hacen cuestionarnos. Amores, sin embargo, de los que con ahínco y valentía, nos recuperamos. Es entonces cuando buscamos otro tipo de amores; amores sanos. Entregados, seguros de sí mismos, valientes, luchadores y virtuosos. Amores independientes, maduros, solícitos, desinteresados y justos. Amores únicos, irrepetibles, incomparables.

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jueves, 15 de octubre de 2015

Nomofobia, una epidemia actual

La nomofobia, de acuerdo con la revista "Muy interesante", es una patología muy generalizada en el mundo de hoy; una de cada dos personas la sufren sin saberlo. Se trata del miedo irracional a estar sin teléfono móvil (no-mobile-phone); de ahí su nombre. Así, la dependencia del dispositivo electrónico genera una infundada sensación de incomunicación en el usuario cuando no puede disponer de él, bien porque se lo ha olvidado o se ha quedado sin batería.

Este trastorno no se aplica únicamente a los usuarios de smartphones, si bien los antiguos teléfonos móviles no generan tanta adicción al no ofrecer la posibilidad de navegación o mensajería instantánea. Según las estadísticas, los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos la friolera de 34 veces al día (problemas cervicales y tendinitis en los dedos, aparte). Los síntomas de este trastorno son ansiedad, taquicardia, dolor de cabeza y dolor de estómago, entre otros.

Según los expertos, el nomofóbico suele ser una persona insegura y de baja autoestima. Las mujeres son quienes más la padecen, dado que su estructura cerebral les procura una mayor necesidad comunicativa y afectiva que a los hombres. En relación a la edad, se da en mayor medida en los adolescentes. Este transtorno se debe a que el hombre es un "ser supersocial" que, lejos de poder vivir aislado, tiene la necesidad de comunicarse continuamente.

No hace falta más que mirar a nuestro alrededor, para darnos cuenta hasta qué punto ha llegado la sociedad en lo que a los móviles concierne. La gente es incapaz de concentrarse, se distrae a la mínima de cambio, un sólo silbido basta. Resulta imposible mantener conversaciones con alguien que no nos presta atención, atento como está a las notificaciones. Las personas ya no se miran a la cara, no se comunican con los ojos; simplemente miran el móvil y se comunican con emoticonos.

martes, 13 de octubre de 2015

La belleza es subjetiva

"Para gustos, los colores", una frase que evocamos a menudo al juzgar el atractivo de alguien; o lo que es lo mismo, la belleza está en los ojos del que mira. Dos afirmaciones que apuntan a algo que siempre sospechamos y es que la belleza es una cuestión subjetiva. Si bien la ciencia ha demostrado que identificamos simetría con belleza (lo simétrico nos resulta bello); un estudio reciente ha probado que el concepto de belleza depende del entorno único de cada persona.

Según los investigadores, los entornos que son importantes para esta configuración de la belleza no son los que comparten los miembros de una misma familia sino otros más sutiles e individuales que incluyen las experiencias personales con amigos y compañeros (incluso la cara de la primera pareja), así como las imágenes y la información recibida en los medios de comunicación. De ahí, por ejemplo, las diferencias de criterio, entre hermanos; a mí, sin ir más lejos, me ha pasado con la mía.

Así, tal como afirma una de las investigadoras de este estudio, “en general, se encuentra atractivas a personas cuyos rasgos faciales se asemejan a la cara de alguien que te importa o con quien pasas mucho tiempo, como una pareja o el círculo de amigos más cercano". Este hecho tiene su lógica y es que a las personas de nuestro entorno, las conocemos y a su apariencia física, sumamos, entre otras cosas, su simpatía para configurar su atractivo; algo así como, "es tan majo/a que hasta lo veo más guapo/a".

Las conclusiones de este estudio son, a mi modo de ver, muy interesantes sobretodo, porque, en la era de la imagen en la que nos encontramos, parece existir un único tipo de belleza, "absoluta", la de las "celebrities"; delgadas, maquilladas, siempre perfectas. La tele y las revistas nos han hecho creer esta mentira; no así a nuestras abuelas, que no se han dejado engañar. Ellas, alejadas de las tendencias de la sociedad, nos dirán siempre, "cuanto más gordo/a, más hermoso/a". Y que viva la relatividad.

jueves, 8 de octubre de 2015

La tetralogía de la felicidad

Del libro "La conquista de la voluntad" del psiquiatra español Enrique Rojas, he podido extraer numerosas enseñanzas sobre la motivación, la educación y la búsqueda del sentido de la vida. En esta ocasión, me gustaría transmitiros lo que el autor denomina "tetralogía de la felicidad": tener una personalidad que se ha encontrado a sí misma, vivir de amor, trabajar con sentido y poseer la cultura como fondo; o sea, amor, trabajo y cultura. Desarrollemos en adelante estos puntos.

Primero que nada, para ser feliz lo que necesitamos es afianzar nuestro carácter: convertirnos en personas autosuficientes, con criterio propio y tolerantes a la vez que resistentes a las críticas. Este proceso puede resultar complicado ya que, como criaturas sociales que somos, tendemos a imitar a nuestros congéneres y buscar su aprobación, supeditanto en tanto nuestra propia personalidad. Con el paso del tiempo y las experiencias vividas, descubrimos que "es imposible contentar a todos" y así, adquirimos la potestad de ser felices.

Una vez que nos hemos encontrado a nosotros mismos, nos abrimos al amor (en el sentido más romántico del término) o en su defecto, nos volcamos en el trabajo; dos ingredientes fundamentales de la felicidad. Cuando encontramos a alguien con quien compartir nuestra vida, nos cargamos de energía y aspiramos, con más fuerza si cabe, a alcanzar la plenitud también en el plano laboral. Cuando encontramos nuestra verdadera vocación, ansiamos enormemente tener a alguien con quien compartir nuestros logros y aspiramos, con más fuerza si cabe, a alcanzar la plenitud personal. En este caso, el orden de los factores no altera el producto.

Como véis, el tándem amor-trabajo resulta fundamental de cara a la consecución de la felicidad plena. A este nivel, es muy difícil suplir la ausencia de uno por la presencia exacerbada del otro, es decir, no podemos vivir sólo amando ni tampoco trabajando, más bien 50% de ambos. Y todo ello, siendo personas íntegras y "educadas"; no sólo con buenos modales, sino con cultura e información, dos de los principales engranajes de las relaciones humanas.

martes, 6 de octubre de 2015

Profetas del amor

Immanuel Kant, uno de los filósofos más importantes de la Edad Moderna, decía que "podemos juzgar el corazón de una persona por la forma en que trata a los animales". Si bien esto es algo que podemos constatar en la gente de nuestro entorno, me gustaría añadir algo y es que, a mi modo de ver, no sólo "los animales son mejores que las personas" sino que las hacen "mejores personas". Eso pienso yo, como veterinaria, en tanto que humanista.

Los animales no albergan rencor, no sienten animadversión hacia sus congéneres, sólo nos dan amor. Ejemplos, hay muchos, quizás sea más patente en las mascotas que en los animales de producción (los que nos dan alimento, a los que dedicaré otro post). Uno de los más claros es el de los perros maltratados que, en lugar de odiar al "hombre", acuden de nuevo a él, en busca de cariño y comprensión. Y a esa persona, lejos de temerla, la idolatran, la transforman en un dios.

En el mundo animal, no existe la discriminación; su ética, su moral es superior. Cuando perros de distintas razas/tamaños/características se encuentran, lejos de rechazarse, ávidos de contacto y descubrimiento, se olfatean, juegan y enseguida, se hacen amigos. No ocurre esto con las personas, a las que la sola diferencia de raza les inspira desconfianza; y lo mismo ocurre con el sexo, la apariencia o la edad. No hay idiomas en el reino animal, sólo un lenguaje único y universal, el amor.

A modo de conclusión, os diré algo curioso y es que cuando conozco a alguien, me resulta fácil saber si esa persona tiene animales o ha convivido con ellos en algún momento. Es su comportamiento "para con las personas", el que me aporta dicha información. El respeto a la vida, la empatía y el agradecimiento son, entre otros muchos, valores estrechamente ligados al amor por los animales. Y si los tenemos, es por que ellos nos los han enseñado.

jueves, 1 de octubre de 2015

Carta a una amiga perdida

Querida amiga perdida,

Ha pasado mucho desde que dejamos de ser inseparables, nueve años para ser exactos. Después de tanto tiempo, ni tú ni yo somos las mismas. Sin embargo, hay días en los que te recuerdo, me pregunto cómo te irá la vida y como ya no hablamos, lo consulto en Facebook. Esos días me invaden antiguos sentimientos, la nostalgia se apodera de mí y mi mente retorna al patio del colegio. Cuando andábamos juntas de la mano, jugábamos a la Nintendo y por falta de WhatsApp, hablábamos diariamente por teléfono.

Son muchos los momentos, muchos los recuerdos. Quince años siendo uña y carne, increíblemente intensos. El día en que nos hicimos "mejores amigas", mi abuelo siempre lo recuerda. Aún no habíamos empezado el cole, íbamos a buscar a nuestros hermanos, te acercaste a mí y me dijiste "niña, juega conmigo". Y así empezó todo. En clase, éramos una piña; los demás se metían con nosotros, nos llamaban "chaponas"; a mí, "enana" y a ti "gorda". Y cuanto más nos repetían esas palabras, más unidas nos sentíamos; nos refugiábamos una en la otra.

A los doce años, pasamos del colegio al instituto. Vivimos un auténtico drama al enterarnos de que no estábamos en la misma clase. Después de un sinfín de llantos, nos resignamos a pasar juntas los recreos, eso mejor que nada. En aquellos años, experimentamos muchos cambios. Yo aún estaba forjando mi carácter; el tuyo, ya era patente por aquel entonces y me defendías de cualquiera que "osase" insultarme. Éramos muy distintas pero nos compenetrábamos perfectamente. Tú me imprimías "garra", me empujabas hacia adelante; yo estaba ahí para calmar los ánimos, para tranquilizarte.

Finalmente, nos fuimos a la universidad. Ya no estábamos en la misma ciudad, iba a ser complicado salvaguardar nuestra amistad. Nuestras respectivas carreras absorbieron gran parte de nuestro tiempo, hicimos nuevos amigos y experimentamos categóricos cambios. Jamás nos enfadamos, nunca discutimos; fue la desidia quizás, quien se encargó de matar lo nuestro. Es por eso que no puedo albergar ningún tipo de resentimiento; es por eso que deseo que seas muy feliz; es por eso que no dejo de añorar aquel tiempo.

No te olvido,

Fdo: tu amiga perdida

martes, 29 de septiembre de 2015

El sueño de cualquier madridista

Recorrer 1000 km en un fin de semana, pasar agobio en el metro y andar de aquí para allá, merece la pena cuando se trata de cumplir un sueño, sobretodo si ese sueño pertenece a un padre. Casi 60 años apoyando a su equipo en la distancia; la casa decorada con banderas, bufandas y posters varios y hasta un pijama blanco con el escudo del Madrid; así fue como mi padre pisó el Bernabeu, ataviado con camiseta y gorra, sollozando, entre gritos y llantos.

Madrid, 3 de la tarde. Faltan 3 horas para que empiece el partido y alrededor del estadio, la emoción ya es palpable. Un montón de puestos donde comprar bufandas, camisetas y "merchandising". Gente que circula en todas direcciones, customizada para la ocasión; gana el 7, "Ronaldo", seguido por Sergio Ramos. Un sinfín de fotos en la fachada principal (Fondo Norte) y un tour exterior al estadio. De repente, la policía corta el paso; los jugadores llegan en autobús, cristales tintados.

5 de la tarde. Acceso al campo, mastodóntica construcción que alberga más de "80.000 almas". El terreno de juego no es tan grande como parece en la tele. Suena música por megafonía, canciones de actualidad; el público se va animando. Un gran despliegue de seguridad en la grada y en el campo (policía, Cruz Roja, personal auxiliar...). Rugido de espectadores cuando los jugadores salen a calentar; a su saludo, pitadas y aplausos.

6.15 de la tarde. Inicio del partido; la mayoría son extranjeros en el anfiteatro. No hay comentarista; por los altavoces sólo se anuncian los cambios. En la pantalla, cronómetro y resultado (además de publicidad de Nivea Men y "Emiratos"). Es complicado diferenciar a los jugadores allá abajo; destacan Marcelo (Bob, actor secundario) y Cristiano (haciendo aspavientos, con botas rosas y andares de pato). Un segundo tiempo de infarto, 30 tiros a puerta y cero en el resultado. Un sueño cumplido.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Rojo pasión

Desde tiempos inmemoriables, el magnetismo del color rojo es de sobra conocido. Tradicionalmente asociado a la lujuria, a la pasión y al amor romántico, las mujeres lo han utilizado como arma de seducción, ya sea en la vestimenta o en el maquillaje. Científicamente, se ha demostrado que el rojo está intimamente ligado al nivel de atractivo; algo que saben a la perfección los fabricantes de lencería.

Biológicamente, los humanos, al igual que otros primates, relacionan el rojo con el erotismo y la disponibilidad sexual. Esto es así porque los altos niveles de estrógenos durante el celo aumentan el riego sanguíneo, haciendo enrojecer la piel del rostro, cuello y pecho de las hembras. Cuando una mujer flirtea por ejemplo, suele "ponerse colorada" y eso es algo que a los hombres encanta (aunque no sean conscientes de ello).

Socialmente, la asociación del rojo y el sexo se ha dado desde la antiguedad. En este sentido, los antropólogos han documentado rituales en los que se empleaban pigmentos rojos para pintar el rostro y el cuerpo de la mujer, como símbolo de inicio de fertilidad (antecedente del "pintalabios"). Igualmente, el color rojo ha sido usado durante siglos para demarcar los lugares asociados al sexo, como son los famosos "distritos rojos".

Son diversas las investigaciones en las que el magnetismo del rojo se ha puesto de manifiesto. Entre las más llamativas, se encuentran las realizadas en la Universidad de Rochester. Por un lado, los hombres encontraron más atractiva a la misma mujer sobre un fondo rojo que sobre uno blanco. Por otro, prefirieron a una mujer con camisa roja frente a otra con camisa azul. Sabiendo esto, incrementar el atractivo de una mujer resulta muy sencillo; el rojo es la clave.


miércoles, 16 de septiembre de 2015

El universo de las emociones

Gracias a la película Inside out (Del revés) de Pixar, las emociones vuelven a estar de moda. Si bien solemos clasificarlas en positivas (alegría, amor y felicidad) y negativas (miedo, ira, tristeza y asco), no debemos considerar estas últimas como “malas”. De esta forma, lo negativo no se identifica siempre con lo malo y esa es una de las principales enseñanzas de la película. Gracias a la lectura del libro “Universo de emociones” de Punset y compañía he aprendido unas cuantas cosas a este respecto.

Por un lado, las emociones positivas se representan en la zona superior de los diagramas por dos motivos; las sentimos con menor frecuencia y son más difíciles de alcanzar que las negativas (el ascenso a la cima de las emociones pasa por vencer la fuerza gravitatoria). En realidad, las emociones positivas pueden reducirse a una básica, la ALEGRÍA (personaje principal de la película). Esta a su vez, se hace expansiva al amor y a la felicidad, siendo estas dos últimas, emociones extremadamente complejas. Según la película, es la única emoción innata, con la que nacemos; el resto las aprendemos como parte de nuestro comportamiento social.

Por otro lado, las emociones negativas se sitúan en la zona inferior de los diagramas, por ser más frecuentes y más potentes (el descenso a la fosa de las emociones está impulsado por la fuerza gravitatoria). Recordemos que se necesitan tres emociones positivas para anular una negativa. Dentro de este grupo, se encuentran la IRA, el MIEDO y la TRISTEZA, que poseen un elemento temporal diferenciador. Mientras que la ira es una emoción que se vive en el presente, el miedo va dirigido básicamente al futuro (anticipa un peligro inminente). La tristeza, por su parte, es una respuesta a un suceso pasado. Mención especial merece el ASCO, considerado también una emoción básica a medio camino entre el miedo (alimentos en mal estado) y la ira (conductas amorales).

Como los beneficios de las emociones positivas son de sobra conocidos, hemos de considerar los aspectos favorables de las emociones negativas. El miedo tiene como función aumentar las probabilidades de supervivencia siendo la huida la reacción más común. Gracias a la ira aprendemos a defendernos de lo que nos puede hacer daño y al mismo tiempo, sentimos indignación ante la injusticia y ganas de luchar para eliminarla; la ira nos predispone al ataque (que no a la violencia). La tristeza, por el contrario, es una emoción que no comporta ningún tipo de acción (salvo el llanto) pero actúa como una llamada de ayuda para captar la atención de los demás, siendo indispensable.


lunes, 14 de septiembre de 2015

Yo, polinizadora

Ríos y ríos de tinta han corrido en este país sobre la mala gestión del trabajo, la repartición de tareas, los horarios laborales o los plazos de entrega; bien sabido es que "en España, dejamos todo para el último momento". Seguimos obsesionados con la cantidad de horas trabajadas frente a la calidad de las mismas; los jefes no contemplan, por ejemplo, el hecho de que podamos trabajar desde casa, nos obligan a estar en la oficina aunque no tengamos que hacer, siempre disponibles a sus necesidades.

Con mucha frecuencia, los jefes demandan también que una persona tenga no una sino diversas competencias, por el simple hecho de que es más rentable pagarle a uno que haga varias tareas y no, emplear a varios especialistas. Además, existe en las empresas, una clara tendencia a "compararse con el vecino" (que si trabaja menos y cobra más, que no da el callo, que se va antes de tiempo, etc.), olvidando que muy probablemente, la gente por ser diferente, cumple distintas funciones.

En un curso online sobre creatividad, aprendí que existen cinco tipos de personalidades en lo que concierne al trabajo: antropólogo, experimentador, saltador de obstáculos, colaborador y polinizador. Todos ellos son necesarios para que una empresa tenga éxito; todos ellos son la clave de un trabajo bien hecho. Mientras que el antropólogo es especialista en personas, el experimentador lo es en objetos; uno es altamente eficaz obteniendo resultados y el otro, comunicándolos.

El saltador de obstáculos, por su parte, es una persona tenaz, que emplea mucho tiempo en hacer lo que hace, y cuyas principales características son la paciencia y el esfuerzo. El colaborador es una figura fundamental, con un don para las relaciones sociales, que actúa como mediador entre jefes y trabajadores. Por último, está el polinizador, esa persona que se interesa por campos diversos, que actúa como un "outsider" y que, en la mayoría de ocasiones, es tildado de "esquirol" o "bicho raro".

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Los amigos más raros del mundo

Son muchas las ocasiones en las que os he hablado sobre la amistad entre los dos sexos; llegando casi siempre a la misma conclusión. Cuando existe atracción física entre dos personas (por ambas partes, quiero decir), una amistad verdadera es harto improbable. Esto es así porque, por definición, la amistad es un intercambio de sentimientos y conversaciones donde el factor sexual no ha lugar. Y es que como me gusta decir habitualmente, "a los amigos no sentimos ganas de besarlos". Si esto ocurre, es que ciertamente, "no somos amigos"; sino algún sucedáneo de rollo, pareja o como queramos llamarle.

Así, los hombres son mucho más prácticos que las mujeres y es que, aunque suene simplista, ellos no pierden el tiempo en quehaceres. A la hora de buscar un acercamiento, lo hacen guiados por un impulso sexual que, en caso de no ser correspondido, se transforma en conato de amistad. Mientras que algunas mujeres son felices con este tipo de relaciones (pues para ellas es algo "normal"), a los hombres les genera una especie de "caos mental"; aunque aparentemente se conformen, en realidad quieren más. Y contrariamente a lo que se pueda pensar, reflexionan sobre lo que ellas desean y sobre lo que representan en la vida de su supuesta "amiga", para acabar finalmente por desistir o "loquear".

Para ilustrar esto, he de contaros un par de historias verídicas al respecto. Érase una vez, un chico que repentinamente, empezó a interesarse por una chica. Aunque eran viejos conocidos, llevaban varios años sin hablar; sin embargo, él insistía una y otra vez en quedar. El encuentro tuvo lugar finalmente, pero en vez de verse en una cafetería, la mandó ir a su casa, donde estaban sus colegas para opinar ("evaluar el ganado"). Después de ese día, él insistía en verla constantemente, en que saliesen juntos de noche y hasta le escribió una carta de amor. Ella quedaba de vez en cuando, mañanas o tardes, como si de otra amiga se tratara; se tomaba la situación con humor. La "presunta amistad" duró lo que ella tardó en decirle que estaba con otro chico, fue entonces cuando él desapareció sin apenas decir adiós.

Érase otra vez, un chico que conoció a una chica en una fiesta. Se cayeron bien, se rieron juntos y tuvieron un lío de una noche. El encuentro fue efímero, ambos vivían en distintas ciudades. Al despedirse, hablaron de ser amigos y volver a verse. Ella lo invitó a visitarla meses después y él, raudo y veloz, contestó "ahora estoy con una chica, va a ser mejor que no". Aun así, ella le ofreció su amistad, algo que él ignoró durante un año, hasta que su novia lo dejó (esto es una suposición). Entonces, volvió a llamarla con renovado interés por reencontrarse. Ella no dijo que no, sin embargo, le puso al corriente de su actual relación. Él le dijo que, sin lugar a dudas, tendría noticias suyas, que se acercaría a visitarla. Y eso fue lo último que supo de su "presunto amigo".

lunes, 7 de septiembre de 2015

Tempus fugit

Escojo hoy uno de los lemas del Renacimiento para hablaros de un tema que me preocupa desde hace un par de años; el inexorable paso del tiempo. Últimamente, me he parado a pensar en la importancia de compartir nuestro tiempo con ciertas personas, a las que consideramos especiales y les conferimos el regalo mas preciado de todos; el único que, como el agua, se nos escapa de las manos. Quizás me esté volviendo "puretilla" o quizás me he dado cuenta de lo verdaderamente importante, pero lo que tengo muy claro es que "la vida, hay que aprovecharla".

Cuando somos jóvenes, tenemos la falsa sensación de que nos queda mucho tiempo por delante; que la vida, sólo la estamos empezando. Hacemos locuras, llevamos al límite nuestros cuerpos y nos enamoramos de forma apasionada. Nos sentimos capaces de todo, nos indignamos frente a las injusticias y nos negamos a acatar el sistema. A riesgo de ser tildados de temerarios, hacemos caso omiso de los consejos sensatos y en consecuencia, labramos las historias que contaremos a nuestros nietos. En esta fase, nos encontramos los de mi generación.

Cuando ya no somos tan jóvenes, vamos tomando conciencia de que cada vez, queda menos tiempo por delante; y de que la vida pasa en un instante. Pensamos dos veces antes de actuar, empezamos a "cuidarnos" y nos enamoramos de forma más tranquila. Conscientes de nuestras limitaciones, de que no podemos cambiar el sistema, nos adaptamos o lo abandonamos. A riesgo de ser pesados, rememoramos tiempos pasados, nos sentimos nostálgicos y contamos historias de juventud a nuestros nietos. En esta fase, se encuentran nuestros abuelos.

Jóvenes y no tan jóvenes, lo que es cierto, es que "vida sólo tenemos una", para dedicarla a aquellos que para nosotros son importantes. El simple hecho de "tener abuelos" es una oportunidad que la vida nos ofrece para aprender a aprovecharla mejor; oir sus consejos y, a veces, evitar sus errores, es una buena forma de luchar contra el paso del tiempo. Mi consejo es, por tanto, que si tenéis abuelos, os "beneficiéis" de sus enseñanzas, os sentéis a escucharlos, y en definitiva, compartáis con ellos momentos inolvidables.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Los príncipes amarillos

En lo que se refiere al amor, hay mujeres que creen en príncipes azules; hay otras, que piensan que se han extinguido. Si bien los príncipes azules, entendidos en el sentido tradicional del término, han pasado de moda; existen lo que yo denomino, “príncipes amarillos”; hombres normales y corrientes, que se adaptan a las necesidades de las mujeres de hoy en día. Y es que ellas no necesitan ser rescatadas como antaño. La figura del príncipe azul se ha quedado obsoleta, dando paso a una nueva generación de amigos y amantes; los “príncipes amarillos”.

Los príncipes amarillos, a diferencia de los azules, no aparecen un buen día y nos cambian la vida. Lejos de ser abrupta, su irrupción es paulatina; y a la larga, hacen que nos replanteemos la vida. Los príncipes amarillos no sólo hacen gala de sus virtudes, sino también de sus defectos; se definen como “imperfectos”. Los príncipes amarillos quieren ayudarnos a cumplir nuestros sueños, nunca “solucionarnos la vida”; nos admiran por nuestro trabajo y desean participar de ello. Los príncipes amarillos no nos consideran una posesión y entienden que nos relacionemos con otros hombres; para ellos, somos más que un “florero”.

Los príncipes amarillos valoran la belleza natural; jamás nos exigen que nos arreglemos, es más nos prefieren sin maquillaje vestidas de calle. Los príncipes amarillos no esperan de nosotras que seamos la perfecta “ama de casa”, sino que trabajemos de forma conjunta en las tareas del hogar. Los príncipes amarillos, aunque sea a regañadientes, nos permiten pagar en bares y restaurantes. Los príncipes amarillos se sientan en el puesto del copiloto, les gusta que llevemos el volante. Los príncipes amarillos hablan de nosotras con sus familiares y amigos y se enorgullecen cuando estos, además de “mira qué guapa” dicen “mira qué lista”.

Cierto es que los príncipes azules y amarillos pueden confundirse en el inicio de una relación; cuando ambos despliegan sus encantos y las endorfinas del enamoramiento juegan sus cartas. La clave para distinguirlos es precisamente esa, la permanencia. Mientras que los príncipes azules se disfrazan de “hombre ideal” y a la larga se les “cae la careta”; los príncipes amarillos se muestran tal y como son, no fingen. Cuando nos miran a los ojos y nos dicen “te quiero”, sabemos a ciencia cierta, que están siendo sinceros, que su amor es verdadero.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi hermana y yo

Mi hermana y yo nacimos en la década de los 80, con 23 meses de diferencia. A ella, le querían poner Sandra de nombre; pero como tenia que ser Alejandra, al final se quedó con el de mamá. Margarita era nuestra madre y a mi hermana, Margui/Magui le pasamos a llamar (incluso Mari, el abuelo, porque "Marías somos todas"). Cuando empezó a trabajar, sus compañeros le pusieron Marga, igual que mamá. Desde entonces, llamadas telefónicas confusas porque ambas comparten tonalidad.

De pequeña, Magui fue una niña ejemplar. "La ponías en un sitio y allí se quedaba, quietiña", son declaraciones de mamá. En el cole, muy aplicada; yo, la observaba a dos años de distancia. Vi como aprendió a tocar la flauta y como aprendió a nadar; yo, también quería y ella tuvo la paciencia de enseñarme. Fui testigo de sus progresos en natación (desde una pequeña ventana del pavellón), con la que empezó por problemas de espalda, llegando incluso a participar en alguna competición.

De mayor, Magui es una enfermera ejemplar. "Volve pronto neniña", le dicen los abueletes del hospital. En la residencia, currante como la que más; yo, la admiro sobremanera por su trato hacia los demás. Veo cómo se esfuerza por cuidar a sus pacientes y cómo padece a consecuencia de turnos interminables; yo, tengo curiosidad por su trabajo y ella tiene la paciencia de contarme. Soy testigo de las veces que hace "de tripas corazón", de la dureza de su trabajo y de la satisfacción que le reporta.

Sin duda alguna, Magui nació para cuidar de las personas. Lo hacía conmigo antes, lo hace ahora con sus pacientes. Magui es una amiga ejemplar, solícita y bondadosa, la mejor hermana que me podía tocar. Mi hermana y yo charlamos en cama de madrugada, compartimos gustos y aficiones y de vez en cuando, hacemos alguna escapada. Mi hermana y yo nos complementamos; somos distintas e iguales, ella me aporta lo que a mi me falta, me aconseja y "es mi luz en los momentos de oscuridad".

martes, 1 de septiembre de 2015

El decálogo del amor

"El amor que es vida. Todas las claves de vivir para amar y amar para vivir", reza el título del nuevo libro de Bernabé Tierno, psicólogo y pedagogo, además de escritor y superviviente de cáncer. En sus páginas, se acumulan innumerables citas sobre el amor, así como testimonios de personas que nos enseñan que "el amor es la fuerza incontenible de nuestra vida: la energía más potente, el quinto elemento". En cuanto a la reseña de este libro, me gustaría destacar los diez tipos de amor a los que hace mención, pues como digo siempre, no sólo existe el "amor de pareja" en el sentido más tradicional, sino un sinfín de formas de amor.

En primer lugar, el "amor de familia", por definición incondicional, que se hace patente especialmente en casos de enfermedad. En este sentido, la familia es quien está a nuestro lado de forma permanente, para ofrecernos su apoyo en momentos bajos, alentarnos cuando perdemos la esperanza y convencernos de que merece la pena seguir luchando. Asimismo, existe lo que en el libro se denomina, "los discapacitados y el amor", personas con deficiencias físicas/psíquicas para las que el amor representa el principal punto de anclaje a la vida. Mención especial merece la elevada inteligencia emocional de las personas aquejadas de algún déficit cognitivo-intelectual (p.ej., síndrome de Down).

En lo que respecta al amor romántico, existe "el amor entre personas con una gran diferencia de edad", que si bien ha de hacer frente a las habladurías de la gente, se ve fortalecido por el sentimiento de unión frente a la dificultad, pues "la igualdad no es una regla en la gramática del amor". Por otro lado, está "el amor de amistad", uno de las formas más puras y sólidas de amor, que nace de un "feeling especial", permanece en la dificultad y es resistente a la distancia, al paso del tiempo y a los posibles desencuentros Ademas, está el "amor de generosidad", el de aquellos que ayudan a los que no tienen nada; es un amor altruista que no espera recibir nada a cambio, pero contribuye enormemente a la plenitud personal de quien lo profesa.

En cuanto al ámbito profesional, está el "amor al trabajo", que caracteriza a los que hacen de su ocupación una forma de ayuda a los demás. Nótese que la gratificación laboral procede fundamentalmente de las repercursiones positivas en la vida de otros; así que como siempre, han de estar implicadas personas. Por otra parte, existe el "amor a la naturaleza, la belleza y la vida", el que sienten las personas que viven en armonía con el entorno, que intentan minimizar su impacto sobre el mundo y respetan cualquier criatura viviente. En lo que concierne al plano espiritual, está "el amor hacia un ser superior, hacia la humanidad". Más allá de la religión, este tipo de amor lo profesan aquellas personas que creen en la bondad, ya sea de un ser misericordioso o del género humano en general; actuando como emisarios de amor allá donde van.

Por último y no menos importante, está el "amor a nuestros hermanos menores, los animales", esas criaturas que nos dan el más incondicional de todos lo amores y que por eso mismo, son indefensas y vulnerables. Por supuesto, amar a los animales no es incompatible con amar a las personas; más bien al contrario, es equivalente y complementario. Igualmente, amar a los animales no significa sólo querer mucho a nuestro perro, gato o "bicho" en cuestión, la magia de este amor se establece en nosotros cuando vemos a un animal herido y no podemos pasar de largo, cuando condenamos su maltrato y somos sensibles a su sufrimiento (algo que con frecuencia nos sucede en las películas). Eso, es AMOR con mayúsculas.

jueves, 30 de julio de 2015

Quiero agradecerte

En esta carta, te doy las gracias por todo lo que me das a diario; por existir, por amarme. Quiero agradecerte que me sonrías al despertar y que, recién levantada, me llames guapa. Quiero agradecerte que me prepares el desayuno por las mañanas. Quiero agradecerte que me abraces en el sofá mientras no es hora de marcharse. Quiero agradecerte que me lleves al trabajo, que me digas "estaré pensando en ti", que me mandes besos desde el coche (y girarme mientras me voy para verte un instante).

Quiero agradecerte que me invites a comer, que te preocupes por mi salud, que me propongas retos recompensables. Quiero agradecerte que compartas conmigo tus ideas, tus preocupaciones y tus planes. Quiero agradecerte que, cuando estoy de bajón, estés al otro lado de la red/teléfono para animarme. Quiero agradecerte que, al salir de trabajar, me hagas olvidar todos mis pesares. Quiero agradecerte que me instes a no rendirme nunca, que no me permitas renunciar a mis sueños.

Quiero agradecerte que me lleves de la mano por la calle y que quieras que a los eventos familiares, te acompañe. Quiero agradecerte que organices actividades para ambos, que inventes cosas originales, que cuides tanto los detalles. Quiero agradecerte que valores a mis amigos como lo haces. Quiero agradecerte que despiertes en mí las ganas de aprender, de adquirir nuevas habilidades. Quiero agradecerte que me contagies tu forma de ver la vida, sencilla y con unas pocas prioridades.

Quiero agradecerte que llores conmigo, que me des mimos y besos antes de acostarme. Quiero agradecerte que si me quedo dormida en el sofá, me lleves a cama en brazos. Quiero agradecerte que me abaniques, me soples y me des agua si desfallezco. Quiero agradecerte que bromees conmigo, que te rías a carcajadas, que me llames presumida si miro de refilón al espejo. Quiero agradecerte que me enseñes que, en la vida, la tristeza, al igual que otras emociones "negativas", también es necesaria.

viernes, 24 de julio de 2015

Una cabra antisistema

Este post va dedicado a todos aquellos que alguna vez os habéis sentido incomprendidos en vuestra familia, en vuestro trabajo o en vuestra vida en general. Si bien hay muchas personas que son felices en su "zona de confort", repitiendo a diario los mismo hábitos; hay otras muchas que necesitan cambios constantes, huyen de la rutina cada vez que pueden y no se conforman con la mítica fórmula de "trabajo y amor". Estas personas son cabras "infiltradas" en los rebaños de ovejas.

Las ovejas se levantan todos los días con un único propósito; trabajar y "ganarse el pan". Cumplen sus horarios estrictamente, jamás protestan ni alzan la voz. Son complacientes, no se preocupan por aprender "más allá". Apenas dedican tiempo a crear. Sueñan con una casa propia, pagan hipotecas y se van de vacaciones o fin de semana. Otorgan gran importancia al dinero; son sibaritas, no duermen en cualquier lugar. A la larga, se casan y forman una familia tradicional. No hacen nada que las diferencie del resto; son felices en el sistema, no se plantean que las cosas pueden cambiar.

Las cabras se levantan todos los días con un único propósito; ser felices y hacer felices a los demás. No están sujetas a horarios, protestan y alzan la voz. Son obstinadas, les encanta aprender. Dedican mucho tiempo a crear. No sueñan con una casa, sino con "ser libres", con viajar. El dinero les da igual; no son escrupulosas, duermen en cualquier lugar. A la larga, encuentran su alma gemela y forman una familia especial. Buscan diferenciarse del resto; no son felices en el sistema, se plantean a menudo que las cosas pueden cambiar.

Lo cierto es que no es fácil ser cabra en un mundo de ovejas; distinta a los demás. Las criticarán, las llamarán ilusas, intentarán disuadirlas de sus sueños. Se esforzarán en convencerlas de que es mejor seguir al rebaño (más fácil, eso seguro). Y quizás lo hagan de forma temporal. Sin embargo, aunque puedan participar del sistema y comportarse como ovejas en ciertas ocasiones, las cabras nunca olvidan su identidad y en pos de un sueño, no se cansan de luchar.

lunes, 20 de julio de 2015

Seres superiores

Como sabéis, soy una gran defensora de las cabras y últimamente he investigado un poco más sobre ellas. Estos curiosos animalillos han vivido siempre en los más inhóspitos lugares, relegadas a un segundo plano en lo que a pequeños rumiantes se refiere. Abandonadas en cuadras con grandes cantidades de estiércol e infestadas de pulgas, las cabras, a diferencia de otros animales, sobreviven. Que son inteligentes no es novedad; recientemente he podido averiguar algunos datos interesantes.

Las cabras tienen 60 cromosomas, a diferencia de las ovejas, que tienen 54. Algunos pensaréis que el exceso de material genético, nada tiene que ver con la inteligencia (recordemos que el hombre tiene 46), sin embargo, ahí lo dejo. En cuanto a sus hábitos alimenticios, las cabras "ramonean", se alimentan sobretodo de árboles y arbustos, mientras que las ovejas pastan a ras de suelo, siendo más susceptibles a la infección por ciertos parásitos. En lo que concierne a su comportamiento maternal, las ovejas nunca abandonan a sus crías, fomentando su comportamiento gregario; las cabras, en cambio, las dejan solas durante largos períodos del día, favoreciendo así su autonomía.

Las cabras son extremadamente curiosas, investigan todo lo que hay en su entorno; incluyéndose aquí material veterinario, papeles, ropa y cualquier cosa que esté a su alcance. Transcribo en adelante un párrafo del libro "Goat Medicine" que, particularmente, me hizo mucha gracia. "When drawing blood samples or writing health papers, it is essential to keep the paperwork in a safe place or it will be eaten or destroyed. Goats will chew on pen partitions and other structures made of wood, and a large group of goats can actually devour pen walls over a period of months [...] Goats are very agile and are excellent climbers. They are ocassionally found in barn rafters, in trees, or on the hood of the veterinarian's vehicle".

El manejo de las cabras, a diferencia del de las ovejas, resulta complicado. Se necesitan redes de 1.5 m de altura; las cabras son osadas, no temen los cables de espinos, aunque sí los pastores eléctricos. Para terminar, me gustaría añadir a la información de los libros, mi propia experiencia (yo, que he profanado unos cuantos perineos). La extracción de heces en cabras no es tan fácil como en ovejas; mientras que estas últimas donan amablemente su material fecal; las primeras aprietan, lo retienen y "se lo guardan". Y en su tiempo libre, se dedican a masticar coletas.

miércoles, 15 de julio de 2015

Aprendiendo a enseñar

He de confesaros algo y es que la enseñanza siempre me interesó; especialmente la secundaria. En mi caso, tuve grandes profesores en el instituto; personas que me sirvieron de inspiración y que me hicieron pensar en la labor tan importante de un buen profesor (ese que nos puede cambiar la vida). Es por eso que, sin tener la más mínima idea de pedagogía, me aventuré a dar clases a un chaval de 15 años y juntos, aprendimos un sinfín de cosas, en lo académico y en lo personal.

El día que nos conocimos, Ángel me miró con ojos curiosos y enseguida, me sonrió. Se trataba de un chico corpulento, una cabeza más grande que yo. De nacionalidad dominicana, llevaba un año y poco en España, cursaba 3º de ESO en el módulo de diversificación. Al principio, se mostraba tímido; más tarde, se fue "soltando"; siempre con mucho respeto y educación. Un alumno muy aplicado (mochila en mano), rápida comprensión y buena pronunciación (incluyendo el gallego).

En seis meses, Ángel y yo repasamos tanto las ciencias como las letras; desde los orgánulos celulares hasta la tilde diacrítica, pasando por los tipos de palancas y circuítos. En química, biología y lengua, me sentí como pez en el agua. En tecnología y dibujo, hubo veces que pensé "sabes más que un niño de Primaria" (y la respuesta fue no). Tuve que rememorar escuadra y cartabón, trabajar la perspectiva e investigar sobre resistencias. Hacer los deberes, supuso en ocasiones, un reto para mí.

Gracias a Ángel, descubrí lo importante de la empatía en "eso de enseñar"; me enfrenté a desafíos diversos y pude experimentar la gratificación de su triunfo. Comprobé que el esfuerzo vale la pena cuando hay trabajo y dedicación. Me sentí feliz por poner mi granito de arena, por haber tenido la oportunidad de "aprender a enseñar", por ser para él, alguien especial. Hoy recibí un correo suyo diciendo... "Eva, buenas noticias, gracias a tu ayuda pude pasar sin dejar ni una". Sus palabras inspiraron este post.

lunes, 13 de julio de 2015

Si me dejas, déjame

En lo que concierne al amor, no existen fórmulas infalibles. Las relaciones nacen, evolucionan o se estancan, duran toda la vida o perecen en el camino. Diversas son las razones que transforman en caduco algo que creíamos perenne; desde la incompatibilidad de caracteres hasta el "dejar de querer", pasando por la ausencia de proyectos comunes o circunstancias vitales complejas. Cuando una relación termina y hasta que el tiempo haga efecto, el final nunca debe permanecer abierto.

A este respecto, nunca he entendido porqué ciertas parejas encadenan rupturas y reconciliaciones en el transcurso de su vida amorosa. Creo yo que cuando esto sucede algo no va bien, ya sea en una o ambas personas. Cuando amamos de verdad, no albergamos dudas, nos da igual que las circunstancias sean adversas y queremos hacer partícipe al otro de todo lo que nos pasa. Si por el contrario, dudamos, nos rendimos a las dificultades o no permitimos al otro participar al 100% de nosotros, lo más acertado es dejarlo a tiempo, amortiguando así un más que seguro sufrimiento.

Dejar ir a alguien con quien hemos compartido un sinfín de buenos momentos no es tarea fácil; tanto para el que abandona como, sobretodo, para el que es abandonado. Esto implica reformular nuestra vida, renunciar a los planes que teníamos y empezar de nuevo; algo que siempre nos aterra, nos da miedo. Teniendo en cuenta lo doloroso de una separación y más si apreciamos a nuestra "ex-pareja", debemos ser solidarios con sus sentimientos, olvidarnos de lo que nosotros mismos necesitamos (que esa persona siga a nuestro lado) y retirarnos humildemente para que ambos podamos pasar página.

Ante una ruptura reciente, lo más sabio en mi opinión, es romper de forma radical cualquier contacto con la otra persona. Aunque se nos encoja el corazón por no tener noticias suyas, la información que podamos recibir en esta fase, ralentiza el proceso de cicatrización, fundamentalmente si aún estamos enamorados. Alimentamos falsas esperanzas y no nos permitimos avanzar, condenándonos a sufrir vanamente por alguien al que apreciamos pero no amamos. Un gran amor no se olvida de un día para otro, hace falta tiempo y sólo el tiempo, nos mostrará si ese amor que perdimos renace en forma de amistad.

P.S. "Mejor una soledad digna que un amor agresivo y desajustado a mis intereses", Walter Riso.

miércoles, 8 de julio de 2015

La importancia de llamarse Ana

Como sabéis, el nombre "Ana" proviene del hebreo y significa "benéfica, compasiva y llena de gracia". Dicen las escrituras que así se llamaba la madre de la Virgen María, o lo que es lo mismo, la madre de todas las madres. Como nombre habitual en Occidente, seguro que todos conocéis al menos alguna, sino varias "Ana". Hoy quiero compartir con vosotros los rasgos que caracterizan a las "Ana" que conozco; lo dicho, creo que, salvando excepciones, van implícitos al nombre.

Haciendo honor a la etimología de su nombre, algo que identifica a las "Ana" es su carácter maternal. Preocupadas en todo momento por sus seres queridos, son muy buenas escuchando y dando consejos. Se caracterizan por ser eminentemente racionales y tienen sólidos principios éticos y morales. No actúan a la ligera, meditan sus respuestas. Son muy trabajadoras y buenas compañeras. Prestan atención a los detalles y les gusta "hacer bien las cosas"; son curiosas, en ambos sentidos.

En lo que concierne a las relaciones personales, son solícitas con sus parejas y amigas excepcionales. Se caracterizan por "tener las ideas claras", por su fuerte carácter y por ser especialistas en "decir las verdades". Son muy sinceras, si algo les parece mal, así lo hacen saber; aunque, por supuesto, tienen sus "debilidades". Sienten la necesidad de cuidar a sus iguales, especialmente a los más "desastre", a quienes se refieren con apelativos cariñosos ("peque") e hilarantes ("cerello").

Las "Ana", además de "madres", son amigas incondicionales. Dotadas de un buen olfato para las personas, rara es la vez que se equivocan; a ellas, no es fácil engañarlas. En caso de que se les falle, asumen responsabilidades. Si se las defrauda, conceden siempre segundas oportunidades. No se andan con tonterías en lo que se refiere a las amistades, saben discernir "lo importante". Ponen la mano en el fuego por las personas a las que quieren y cuando quieren a alguien, lo hacen para siempre.