viernes, 30 de enero de 2015

Hombres tóxicos

"Para todas las mujeres que han derramado lágrimas o han sufrido porque un hombre tóxico les ha roto el corazón, algún hueso o incluso el alma". Con esta dedicatoria, empieza el libro de la experta en comunicación, Lilian Glass. La potencia de su mensaje es tal, que lo transcribo de forma literal. Gracias a ella, descubrí que existen once tipos de hombres tóxicos. Yo, tuve el "privilegio" de conocer a cuatro que, ahora mismo os presento (si queréis averiguar cosas sobre los demás, solo decídmelo).

EL CONGELADOR EMOCIONAL. Es un hombre frío, que no muestra emoción alguna; deja ver muy poco de sí mismo y es tacaño con las palabras. Normalmente metódico, centrado en lo que hace. No inicia las conversaciones, solo habla si se le interpela directamente. Cuando lo hace, emplea un tono monocorde, sin inflexiones en la voz. Reprimido a nivel oral, usa tonos entrecortados e hiperarticula las palabras. Su cuerpo está tieso y sus gestos son mecánicos. Su expresión es neutra o inmóvil; su mandíbula está rígida, su sonrisa es tensa y controlada.

EL OBSESO DEL CONTROL, FURIOSO Y DÉSPOTA. Es un hombre agresivo a nivel verbal que, utiliza frases con un significado controlador implícito, del tipo "Te voy a permitir que..." o "No quiero que...". Intimida con su enfado y su furia, juzga con frecuencia y es extramadamente crítico con la apariencia personal. Hay un punto alarmista en su voz, normalmente alta, entrecortada y autoritaria. No le gusta que le desafíen, obtiene cierto placer avergonzando a otros. Su postura es agresiva e incluso, intimidatoria. Mueve mucho los brazos y cierra los puños. Su rasgo más característico es el ceño fruncido; mandíbula apretada, narinas dilatadas y ojos muy abiertos (signos de agresividad).

EL COMPETIDOR CELOSO. Es un hombre que siempre intenta "quedar por encima", demostrar su superioridad. Se muestra en constante desacuerdo, sistemáticamente adopta un punto de vista contrario al de su interlocutor y tiene la costumbre de apostillar. Uno de sus rasgos más comunes es hablar rápido y hacerlo con tintes de sarcasmo. Su contacto físico no es suave, sino rígido. En un primer momento, intenta ocultar su naturaleza competitiva y sus sentimientos de envidia que, finalmente, salen a la superficie. Cuando pierde su ventaja, traga saliva y se humedece los labios, rehuye el contacto visual. 

EL NARCISISTA EGOCÉNTRICO. Es un hombre preocupado única y exclusivamente por sí mismo; se considera el centro del universo y espera ser considerado como tal. Tiene una necesidad imperiosa de hablar de él y oir alabanzas. Con el fin de autoafirmarse, hace comentarios elogiosos sobre sí mismo y dice cosas que otros han dicho sobre él (maravilloso, guapo, sexy, fabuloso). Las palabras "yo", "mi", "me" y "mío" son las más comunes en su vocabulario. Dada su necesidad de que le consideren excepcional, tiene tendencia a la exageración. No deja de mirar alrededor para asegurarse de que la gente lo nota. Su tono de voz es animado y optimista, busca atraer audiencia. Su postura es recta y su expresión (cuando consigue la atención que requiere) se compone de una sonrisa genuina, ojos brillantes y labios relajados; mantiene un contacto visual muy bueno con sus "fans".

Recuerda que... Si un hombre no se muestra comunicativo, no hace demostraciones de cariño o no responde a tus emociones, eso es crueldad emocional. Si un hombre intenta controlar tus libertades, te hace advertencias constantes y llega incluso a amenazarte, te está maltratando. Si a un hombre le molesta el hecho de que le superes en algún ámbito (por ejemplo, en trabajo o sueldo) y jamás te da la razón, aunque la tengas; no es capaz de tener una relación. Si un hombre te anima a hablar de tus problemas solo porque le ofreces una gran cantidad de adulación y cuando dejas de hacerlo, se lo toma como un desaire; sencillamente, no te merece (y dejándote, "te hará un favor"). Eso sí, estáte atenta a los detalles, porque cualquiera de ellos es, en un primer momento, encantador.

miércoles, 28 de enero de 2015

Los 10 mandamientos de la amistad

Hacía un tiempo ya que no escribía sobre la amistad; demasiado, la verdad. Hoy he leido un artículo sobre las cualidades de los amigos verdaderos, los que no tienen "fecha de caducidad", los que duran "por siempre jamás"; y me ha hecho reflexionar. Si bien tengo claro que cada amigo nos aporta algo distinto (o lo que es lo mismo, nos descubre una determinada faceta de nuestra personalidad), los que conservamos a nuestro lado pasado el tiempo, tienen características comunes; poseen de estos, al menos un rasgo diferencial.

En primer lugar, un amigo de verdad es aquel que nos hace reir hasta no poder más; porque es torpe, se expresa de forma hilarante o porque su sola presencia nos hace gracia. En segundo lugar, un amigo de verdad es aquel que nos cambia la vida por el mero hecho de formar parte de ella; porque con él/ella hablamos a diario, porque nos "ilumina" y reconforta. En tercer lugar, un amigo de verdad es aquel que nos hace creer que hay bondad en el mundo; porque presta atención a los detalles, porque nos devuelve la esperanza. En cuarto lugar, un amigo de verdad es aquel que nos convence de que algo grande nos está esperando, porque nos motiva e inspira, nos insta a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. En quinto lugar, un amigo de verdad es aquel que nos aporta luz en los momentos de oscuridad, porque está ahí para escucharnos, consolarnos y ser nuestro paño de lágrimas.

En sexto lugar, un amigo de verdad es aquel que permanece a nuestro lado en los malos momentos; porque nos anima, nos convence de que "solo es una mala racha" y que "pasará". En séptimo lugar, un amigo de verdad es aquel que nos sigue cuando salimos huyendo; porque quiere asegurarse de que estamos bien, porque se preocupa por nosotros. En octavo lugar, un amigo de verdad es el que nos orienta cuando perdemos el rumbo; porque se convierte en nuestro GPS personal; porque nos hace sugerencias y nos invita a reflexionar. En noveno lugar, un amigo de verdad es aquel que nos toma de la mano y nos tranquiliza diciendo que "todo va ir bien"; porque empatiza con nosotros, simplemente conectamos. En décimo lugar, un amigo de verdad es aquel al que recurrimos incluso antes de que se ofrezca a ayudarnos; porque nos hace sentir plenos y porque llena nuestros vacíos de vez en cuando.

Para terminar, algunas de mis frases favoritas sobre la amistad. "La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad"; Francis Bacon, filósofo británico. "Un amigo es aquel que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere"; Elbert Hubbard, ensayista estadounidense. "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas"; Aristóteles, filósofo griego. "Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta"; Emerson, pensador estadounidense. "Si queréis formar juicio de un hombre, observad quienes son sus amigos"; Fénelon, teólogo francés.

NOTA. Este no es un post original, sino un trabajo de revisión bibliográfica, un tratado sobre la amistad.

lunes, 26 de enero de 2015

La oveja negra del rebaño

A la mayor parte de personas, les gusta pasar inadvertidas ("ser uno más"). Existe en la sociedad, una marcada tendencia a "camuflarse", a seguir los dictados de la mayoría, para no destacar ("ser el raro"); aunque esto suponga en ocasiones, obrar en contra de los propios principios. En este aspecto, siempre me ha llamado la atención, como la gente reacciona frente a "lo diferente", incluyéndose aquí vestimentas "poco comunes", comentarios "poco apropiados" o acciones "inesperadas" en determinados entornos. Basta con llevar un sombrero, arrastrar una maleta o comerse un bocadillo en mitad de la calle para atraer un sinfín de miradas curiosas. Cuan absurdos somos los humanos.

En relación a ello, un gran número de personas, a lo largo de los años, se han dedicado a estudiar nuestro comportamiento gregario; hasta qué punto el individuo es capaz de renunciar a su propio criterio en favor de las masas. Uno de los experimentos más significativos en este ámbito fue desarrollado por el psicólogo polaco Solomon Asch en la década de los 50 (os invito a buscar información sobre el mismo). Los resultados de este estudio sugieren que la conformidad que manifiestan las personas puede ser influenciada tanto por la necesidad de encajar en una comunidad como por la creencia de que los demás son más inteligentes o están mejor informados.

Lo paradójico del asunto es que la mayoría de gente se considera inconformista, capaz de defender su punto de vista frente a un grupo de personas que le lleven la contraria. Teóricamente es así, una reafirmación de la propia personalidad que, muchas veces, se diluye en la masa social (lo ideal). Sin embargo, a efectos prácticos, las cosas cambian. Las personas no "tienen el valor" para diferenciarse del resto; por temor quizás a las críticas y al rechazo (lo real). A este respecto, estamos hartos de oir frases del tipo "vaya pintas lleva" o "eso está fuera de lugar". Yo me pregunto... "¿Quienes somos nosotros para juzgar? ¿Quién establece lo que está bien y lo que está mal?".

Para terminar, me gustaría aclarar algo y es que este no es un alegato a favor de la anarquía, pues el ser humano solo es feliz en sociedad. Cierto es que hemos de adaptarnos al sistema, a las normas sociales, para que nuestra vida transcurra con normalidad; pese a quien le pese, el ser humano es un "ser social". Aun así, yo avogo por la "libre expresión del yo", la manifestación de la voluntad individual, independientemente de los rostros desencajados o las críticas de los demás. Me apena, por ejemplo, que la gente se prive de vestirse con colores llamativos (si es que le gustan), de decir tonterías de vez en cuando o de manifestar su descontento cuando es ocasión. A veces, "ser la oveja negra" del rebaño, sencillamente, está bien.

viernes, 23 de enero de 2015

Once minutos

Los libros de Paulo Coelho siempre me resultan inspiradores, me hacen pensar, replantearme la vida. En todos ellos, el autor describe a la perfección sus sentimientos y los de sus personajes, algo que no es nada fácil, teniendo en cuenta lo inefable de las emociones. Este libro en concreto, me resultó fascinante; las reflexiones de una prostituta sobre el sexo y el amor (y el tiempo para cada uno de ellos). Como ya viene siendo costumbre, extraigo y comento citas del diario de la protagonista. Atónita estoy porque un hombre (Paulo en este caso) conozca en profundidad lo que le pasa a una mujer por la cabeza; en todo caso, "el tío" se ha documentado.

En primer lugar, quiero destacar la siguiente reflexión, que hace referencia a lo difícil que es hallar el amor verdadero, donde confluyen sentimiento y deseo. "Aunque mi objetivo sea comprender el amor y aunque sufra por culpa de las personas a las que entregué mi corazón, veo que aquellas que tocaron mi alma no consiguieron despertar mi cuerpo y aquellas que tocaron mi cuerpo, no consiguieron llegar a mi alma".
En efecto, nos cruzamos con muchas personas con las que somos compatibles a nivel sentimental, que nos escuchan y comprenden y, que por falta de atracción (y con un poco de suerte), acaban convirtiéndose en grandes amigos. De la misma forma, nos relacionamos con un número más o menos elevado de personas con las que somos compatibles a nivel íntimo, que nos hacen pasar buenos momentos (sin más) y, que por falta de afinidad (y en la mayoría de casos), acaban convirtiéndose en viejos conocidos.

Una vez encontrado, una importantísima cuestión entra en juego; el "conflicto" entre la libertad y el amor verdadero, el lugar donde reside la auténtica felicidad. "Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Es mentira: la libertad solo existe cuando él está presente. Aquel que se entrega totalmente, que se siente libre, ama al máximo. Y el que ama al máximo se siente libre [...] Hoy, estoy convencida de que nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Esa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo".
En ocasiones, creemos que en la vida, hemos de elegir entre una cosa y la otra; ser libre y estar solo o tener a alguien y no serlo. Pero lo cierto es que el amor verdadero no implica posesión alguna, no exige sino que comparte, no crea dependencia sino que genera autonomía (hace que nos sintamos capaces de todo). Cuando amamos, hacemos uso de nuestra libertad y el hecho de amar nos hace libres a su vez. Libertad y amor no son contrarios, son las caras de una misma moneda: la felicidad plena.

A estas alturas, os habréis percatado ya de lo difícil que es encontrar el amor verdadero y lo fácil que es distinguirlo del resto. A lo largo de la vida, hay muchas personas a las que queremos y muchas, con las que disfrutamos; sin embargo, solo hay una (o algunas, pocas en todo caso) que nos den ambas cosas; he ahí lo complicado. Por otro lado, habrá muchos momentos en los que escojamos entre la pareja o la libertad pero un único momento en el que ni siquiera nos lo planteemos, el momento en que encontremos el amor verdadero; que no dura once minutos, sino una vida entera. La excepción que confirma la regla.

lunes, 19 de enero de 2015

Memorias dun avó galego

Teño a ben parafrasear a novela de Neira Vilas ("Memorias dun neno labrego") para titular as lembranzas do meu avó que, se ben poden asemellarse ás doutros avós galegos, por tratarse do meu, son para min aínda mais especiais. Esta é a historia de Xosé Dopazo Montes, de 89 anos de idade, "Pepe" para os amigos, "Montes" para os veciños. Un relato que meu avó tivo a xentileza de compartir comigo este Nadal e que eu comparto agora con vós (en galego, no noso "código", coma el mo contou) despois de ordealo cronolóxicamente. Sentado no sofá, ataviado con gorro, bata e pantufas e con bágoas nos seus ollos, cada vez mais pequeniños.

Xosé Dopazo Montes naceu o 28 de xullo de 1925 en Monteasnal (Ourense), a aldea do seu pai. Fillo de Primitiva e Venerando, alí viviu ata os seis anos de idade, na compaña da familia paterna; dos seus tíos Luis, Lolindes e Leticia e dos seus curmáns, Luis, Darío, Venerando, Rolindes e Benjamín (en canto aos nomes, poño en dúbida a súa orixinalidade). Desta época, non ten moitos recordos, agás cando lle tiraba pedras ao seu tío desde a varanda. "Os cativos, que fan estas cousas". O que sí lembra é o día no que morreu o seu pai, que era diabético ("porque na mili comera moito pan") e que con seis aniños tentou consolar a súa nai, dicindo "mamá, non chores tanto".

Orfo de pai, Xosé e a súa nai foron para Viña, "vivir co cura" , que era irmán da madriña da súa nai e que se chamaba Primitiva tamén. Disque as augas de Carballiño eran boas para o fígado e ela ía tomalas. Na retoral, había outro Xosé, sobriño do cura e mestre de profesión, que acabou por casar en Pobra de Broullón. Xosé comezou de "monaguillo", axudando na misa. As mulleres, no día de Ramos, dábanlle ramiños de loureiro para lle por a Virxe.
Con oito anos, foi a escola por vez primeira; de neno, xogaba a agocharse nos campos de cereais (cando "a ferraia"- centeo- estaba alto no marzo). Traballaba no campo: ir coas vacas ao pasto, "rozar" para facer esterco, coidar do cabalo e "botar as patacas pola Santa Águeda". Un día, cando ía buscar leña, emborcou o carro e o cura deulle no cú cun "vergallo". Cando o antigo sacristán morreu, ocupou a vacante, o cura díxo... "o sacristán vai ser o señorito" e así, acabou soterrando mortos. Naquel tempo, chegou o maestro cun xornal que puña "Azaña presidente", na barbería, os mozos berraban "Viva Rusia" e na boca da xente estaba o nome de Largo Caballero.

Cando había enterramento, viñan os curas e Xosé ía a pé ata Cea para mercar carne para que comeran; a Xosé, os curas "queríano pola vida". Na Pascua, ían polas aldeas bendicindo as casas e os feligreses, que os tiñan en alta estima, agasallábanos con cabritos, polos e cestas de ovos. Naqueles anos, Xosé comezou a ir as festas, grazas a que súa nai lle tiraba a chave pola fiestra, porque o cura pechaba a porta. Tivo moitas mozas, en Viduedo, en Borulfe, en Pazos de Monte... Cando cumpliu os dezaoito anos, recibiu a carta do servizo militar pero librou por ser fillo de viúva.
Xosé e a súa nai foron logo para "O Tellado", onde tivo outra moza; esta "érache ben parecida", chamábase Rosita; pero ao final, foise cun fabricante de madeira. Naquel tempo, a garda civil visitaba ao cura, a pregunta era... "A quen levamos?" El respondía, "a ningún, todos son bós". Disque a un veciño de Louredo quixérono queimar por comunista. O curra morreu no ano 47. CONTINUARÁ...

viernes, 16 de enero de 2015

El cerebro masculino enamorado

Es bien sabido que en los hombres, existe una desvinculación entre los circuítos del deseo y del amor en lo que a las relaciones se refiere. Así, tienen tendencia a emparejarse con el mayor número de mujeres posible, sin comprometerse con ninguna. Esto no quiere decir tampoco que los hombres no se enamoren, sino que el mecanismo de ensamblaje de ambos circuitos en el cerebro masculino es más complejo que el femenino.

Para empezar, cabe destacar que el comportamiento fiel en el hombre está regulado por la vasopresina, la hormona de la monogamia, y lo que es más importante, por el tamaño de su receptor a nivel cerebral. Científicamente, se ha comprobado que cuanto más largo es el receptor de vasopresina en un hombre, mayor es su tendencia a comprometerse y dejar atrás su soltería. Por esta razón, en lo que concierne a la fidelidad, en términos del receptor de vasopresina,  "cuanto más largo, mejor". Asímismo, es necesario realizar la siguiente puntualización, extraida literalmente del libro "El cerebro masculino" de Louann Brizendine... "El sexo no siempre lleva al amor, aunque para el cerebro masculino es una parte necesaria para llegar ahí". Partiendo de esta base, paso a referenciar qué áreas cerebrales se activan en un hombre enamorado.

En primer lugar, el área tegmental ventral (ATV), que segrega dopamina (neurotransmisor de bienestar, motivación y recompensa) durante el acto sexual, haciendo que el hombre sienta una agradable embriaguez.
A continuación, el núcleo accumbens (NAc), el área de anticipación del placer y de la recompensa, donde la dopamina se mezcla con la vasopresina y la testosterona. Este combustible hormonal mantiene al hombre estimulado, "enganchado", como cualquier otra droga haría. A este nivel, cuantas más veces se repita el acto sexual, más se refuerza este mecanismo; o lo que es lo mismo, más posibilidades de que el hombre se enamore.
Finalmente, el núcleo caudado (NC), el área de memorización del aspecto y la identidad de quien les da placer. Los detalles de la persona amada se gravan de forma permanente en la memoria, haciendo a esa mujer única. Esta área cerebral en concreto, es donde reside el verdadero amor, pues se activa exclusivamente al visualizar a la mujer amada (y no, en otro caso).

Como podéis ver, el amor en el hombre sucede solo cuando los circuitos del deseo y del amor se ensamblan; y es el sexo el que hace posible que esto suceda. El amor masculino es un proceso que acontece de forma secuencial, siendo el acto sexual una condición "sine qua non" para que tenga lugar. El núcleo accumbens, que gestiona la necesidad de la otra persona, no se pone en funcionamiento hasta que el área tegmental, donde reside el placer, se activa. El núcleo caudado, por su parte, no fija la imagen del ser querido, si la necesidad por este no ha sido creada. Y así, es como acontece el milagro.

miércoles, 14 de enero de 2015

Es la mujer, la hembra más extraña del reino animal

Si hay un hecho que siempre me ha llamado la atención, es como las mujeres se esmeran por atraer la atención de los hombres, valiéndose de armas tan conocidas por unas y otros como el maquillaje, los zapatos de tacón o la ropa sugerente. En este aspecto, algunos hombres califican a las mujeres como "vendedoras de humo"; yo creo, hipocresía, pues no dejan de criticar aquello que "deleita sus sentidos". En la mayoría de especies animales, sucede al contrario; son los machos los que deben atraer la atención de las hembras, siendo estos por norma general, físicamente "más bellos" (pensemos en la melena de un león o las plumas de un pavo real).

En el caso del ser humano, barajo dos hipótesis que puedan dar explicación a este comportamiento. En primer lugar, una obviedad, que además, he leido en diversos escritos sobre biología evolutiva. Las mujeres, a diferencia de las demás hembras del reino animal, han desarrollado un ciclo estral oculto; de forma natural, los machos (hombres en este caso) no perciben cuando están sexualmente receptivas. Se hace necesario, por tanto, el hecho de "promocionarse", de mostrar al hombre su disponibilidad y esto lo hacen las mujeres, a través de ítems como el vestuario (entre otras muchas señales). Por otro lado, no debemos olvidar que la proporción de hombres y mujeres en el mundo es aproximadamente de uno por cada siete; y en un mercado tan competitivo, la publicidad resulta fundamental.

Llegados a este punto, quiero exponer mi punto de vista al respecto que, como en anteriores ocasiones, resulta contrario al de los demás. Para empezar, me gustaría matizar algo y es que el hecho de que una mujer "se arregle", se saque el máximo partido y quiera verse guapa me parece fenomenal. No nos olvidemos de que vivimos en un mundo superficial en el que la opinión de los demás, condiciona en gran medida nuestra autoestima y salud mental. Partiendo de esta premisa, evoco una frase de mi querido padre, hablando de conquistas en general y mujeres en particular: "mejor es sugerir que enseñar". No digo tampoco que mi padre sea un sujeto representativo de los hombres, sin más.

En todo caso, soy partidaria de que la mujer se muestre tal y como es, o lo que es lo mismo, "al natural" (hablando de relaciones que pretenda proyectar). En lugar de enseñar "la mejor versión de sí misma" a todos los hombres, reservarla únicamente para ese hombre especial, guardarse un as bajo la manga, la capacidad de "agasajarlo" si fuese ocasión ("me he puesto guapa para ti"). Porque si existe un interés inicial, sin pluses de belleza, es probable que ese hombre busque algo más. En la práctica sería algo así como... "Que me conozca en vaqueros y zapatillas, con la cara lavada, de normal. Si quiere volver a quedar, habrá demostrado ser un hombre especial y entonces, me pondré un vestido, me maquillaré y le intentaré impresionar porque ese hombre, no es como los demás".

lunes, 12 de enero de 2015

Cuaderno de bitácora veterinaria

Son muchas las personas que coinciden en que, cuando acabamos los estudios, es cuando empezamos a "vivir realmente"; yo, puedo corroborarlo (al menos, así ha sido en mi caso). La universidad es dura, no vamos a engañarnos, pero lo que sí es cierto es que los objetivos nos vienen dados: estudiar y aprobar exámenes para al final, "licenciarnos". Una vez lo logramos, nos encontramos perdidos pues nos toca establecer objetivos propios, descubrir a qué queremos dedicarnos. Somos conscientes de que nada sabemos, de que lo único que tenemos es un título bajo el brazo; la puerta de entrada al verdadero aprendizaje y eso, es lo complicado. Aun así, satisfechos estamos por lo que hemos pasado.

El tiempo transcurre a otra velocidad mientras somos estudiantes, absorbidos como estamos por un maremágnum de clases, prácticas y exámenes. Nuestra vida gira en torno a los cuatrimestres, vacaciones de Navidad y recuperaciones varias; esa es nuestra rutina, el calendario. El resto del tiempo lo dedicamos a irnos de fiesta y a hacer amigos, las principales razones que hacen esos años inolvidables. Noches en vela (cafeína y sus derivados), hábitos alimenticios "mal sanos" (lo que importa es sobrevivir), descuido del aspecto personal (días en pijama sin peinarse) y problemas digestivos previos a los exámenes.

El primer año llegamos a la facultad eufóricos, "novatos", llenos de energía. Nos topamos con un montón de asignaturas; aunque a algunas no les encontramos mucha relación con la veterinaria. Sin embargo, aprendemos a contrastar hipótesis, hacemos aspirinas y calculamos la velocidad con la que un gato cae por una ventana. Nos estudiamos las mezclas pratenses, la "ley de la oferta y la demanda", las "mil y una" razas animales, los anélidos y las plantas. Aprendemos nociones de epidemiología, a pesar de que aún no conocemos las principales enfermedades. Pasamos horas en la sala de disección frente a un perro, nos acostumbramos al formol y memorizamos el recorrido del nervio vago. "Loqueamos" con las rutas metabólicas; el ciclo de Krebs y otros más complicados.
En el segundo curso, redescubrimos la célula y los tejidos, aprendemos a sembrar placas e intentamos procesar la fisiología de los seres vivos, desglosando por sistemas (que si no, no hay manera). Nos cruzamos con anticuerpos, parásitos, órganos y vísceras de grandes animales; nos percatamos igualmente de que la genética, va más allá de las leyes mendelianas.
El tercer año constituye un punto de inflexión, por fin entramos en materia. Nos enfundamos el mandil y nos ponemos manos a la obra en la sala de necropsia (con algún que otro desmayo de vez en cuando). Aprendemos la exploración clínica de los animales, empezamos a usar el fonendo, el martillo y el "coso" en el que se percute, que ni me acuerdo de como se llama. Pasamos horas y horas frente al ordenador formulando raciones, calculando la proteína digestible, transformando el "tal cual" en materia seca. No retenemos los nombres de los fármacos por mucho que insistamos; a veces, los ignoramos. Y lo más importante, descubrimos que las botellas de plástico se fabrican por el método de "inyección y soplado" (nunca olvidaré ese dato).
En cuarto, llegan las enfermedades contagiosas (como yo las llamo); etiología, patogenia, cuadro clínico, diagnóstico, tratamiento, de cientos de patologías en las diferentes especies animales. Lo hace llevadero el hecho de que nos dejen entrar al quirófano, suturar y vestirnos de cirujanos (como nos mola eso). Lidiamos con los pedigrees y las poblaciones, los distintos tipos de intoxicaciones y pasamos tiempo viendo radiografías hasta saber a qué corresponde cada término (radiodenso o radiolúcido, esto es, lo blanco y lo negro).
El quinto año, empezamos a notar el cansancio; nos preocupa poco el código deontológico, las dimensiones de los cubículos o la documentación de Policía Sanitaria. Nos sentimos realizados, en cambio, cuando somos capaces de ir diagnosticando; cuando, en prácticas de obstetricia, tocamos un ovario o "inseminamos". Acabamos tirándonos de los pelos con los microorganismos alimentarios, nos "rallamos" con los nombres de los pescados y mariscos que tenemos en el plato (mucho peor cuando vamos al supermercado) y maldecimos hasta el cansancio el dichoso "paquete de higiene"; que a muchos, pasado el tiempo, aun les sigue atormentando. Yo, gracias a dios, lo he olvidado.

El camino es arduo; ganamos dioptrías, perdemos neuronas (a veces quilos), lloramos y en algunas ocasiones, hasta deseamos "tirar la toalla". Me atrevería a decir que la carga que soportamos durante esos años es aún más pesada que la de Frodo de La Comarca (el ansiado diploma firmado por el rey es nuestro Monte del Destino). Por momentos nos invade la nostalgia, deseamos retornar a aquella época en la que nuestro futuro era más fácil, pues estaba pautado. Sin embargo, si lo pensamos dos veces, nos damos cuenta de que por nada del mundo, lo repetiríamos. Sea porque los años pasan y nuestras capacidades no son como antaño o porque por fin, somos libres para buscar nuestro camino. Consejos de veteranos, búsqueda de oportunidades y una tarea de introspección en la que durante varios años seguimos trabajando.

viernes, 9 de enero de 2015

Mujeres for Dummies

Este post va dedicado a todos esos hombres que no saben cómo tratar a las mujeres; porque no las comprenden (aunque se esfuercen) o porque no les interesa saber como funcionan sus mentes. En el primer caso, el más frecuente, el entendimiento es posible si el hombre "escucha, investiga y aprende"; siendo consciente de que la mujer es un "ser diferente". En el segundo, resulta imposible, pues el hombre no atiende a razones, pretende que la mujer sea un hombre más; no es que no entienda, es que "no quiere entender" o directamente no está dispuesto a "complicarse".

En lo que concierne al cortejo, las mujeres otorgan mucho valor a los detalles, incluyéndose aquí piropos y obsequios varios. A ellas, les gusta que les digan "qué guapa estás", que les cedan el paso o que les den una rosa o gominolas (tópico, lo sé, pero certero a fin de cuentas). Aunque si hay algo que las mujeres aprecian en grado sumo, es que les presten atención, ya sea a su conversación, a sus intereses o a su trabajo; en definitiva, que las hagan sentir importantes. En esta fase, les "echan p'atrás" los comentarios bruscos, o como yo los llamo, "los instintos animales". Una charla con un hombre interesante resulta en muchas ocasiones más "erótica" que el mejor de los "revolcones", y es que no todos los problemas se solucionan en la cama, aunque algunos hombres así lo crean.

En el terreno de las relaciones íntimas, uno de los reproches más frecuentes de las mujeres a los hombres es su falta de delicadeza. El hombre que busca únicamente la satisfacción propia, olvida que los cuerpos de unos y otras son diferentes, que la mujer necesita ciertos "pluses" para disfrutar. En la mujer, el cerebro es el principal órgano sexual, seguido por la piel y por los genitales en último lugar. Es por eso que, un hombre comprometido con el disfrute de la mujer, le susurra "cosas bonitas" al oído, la abraza y la acaricia con sutileza, nunca va "directamente al tema". Porque así es como nace, en la mujer, la verdadera excitación sexual; muchos no lo saben, otros hacen oídos sordos.

En resumen, podría decirse que los hombres que realmente triunfan entre las mujeres son los que "se arman" de paciencia, que ejercitan la empatía y que son dulces y masculinos a partes iguales. Estos hombres disfutan del sexo pero también de los gustos y actividades en común. Estos hombres no tienen prisa por las relaciones, aunque las ansien tanto como el resto. Estos hombres son altruistas, no piensan solo en sí mismos, le dan importancia al coqueteo y a "los preliminares". Estos hombres saben perfectamente lo que las mujeres buscan o necesitan; tampoco precisan de consejos ni manuales.

miércoles, 7 de enero de 2015

Filofobia, miedo a enamorarse

Una nueva palabra que incluir en nuestro vocabulario, con origen en la Grecia clásica; "filos" (amor) y "fobia" (miedo). Un problema cada vez más común, tanto en hombres como mujeres, de etiología multifactorial; relaciones tormentosas en el pasado (con final traumático y herida abierta), habituación a la soltería (negativa frente a la reformulación de la propia vida) o carencias afectivas durante la niñez (incapacidad para confiar en los demás). Causas, todas ellas, que impiden a las personas disfutar del amor, que las privan de esa experiencia tan ilusionante que es enamorarse.

Para empezar, las personas filofóbicas presentan en el terreno amoroso un cierto "patrón de comportamiento". Tienden a buscar amores imposibles ("platónicos"), a elegir personas que saben de antemano que los abandonarán; esto es, "relaciones con fecha de caducidad", sin "solución de continuidad". Por otra parte, son especialistas en encontrar defectos en las personas que les atraen, con la finalidad de "dinamitar" una posible unión; emplean argumentos del tipo "tengo el listón muy alto", "prefiero la soledad". Todo lo hacen para justificarse frente a ellos mismos y frente a los demás; convenciéndose de que si no están con nadie es porque no han encontrado a la persona adecuada.

Igualmente, las personas filofóbicas tienen tendencia a "sabotear" sus relaciones. Aunque las cosas vayan bien con su pareja (sobretodo cuando esto ocurre), les sobreviene el pánico, sienten un miedo irrefrenable y lo que más desean en el mundo es salir huyendo. La situación les supera, llegando a  autoconvencerse incluso de que "están mejor solos" o de que "no sirven para las relaciones". Esta situación les genera un profundo sufrimiento, llegan a creer que no son merecedores de vivir tal sentimiento. Se martirizan pensando en lo maravillosa que es la persona que tienen en frente, se sienten impotentes por no "estar a la altura"; aun teniéndolo todo, no son 100% felices.

Para terminar diré que la filofobia es un problema con solución, de pronóstico favorable. Lo primero, es pararse a reflexionar sobre nuestro historial amoroso, buscar indicios de la misma (si es que los hay) y reconocerlo. Después, afrontar la situación y lidiar pacíficamente con ella. Vivir el presente sin obsesionarse por el futuro y no renunciar nunca a enamorarse. Informar a nuestra pareja del tema y ser conscientes de que el amor puede o no durar toda la vida; pero en todo caso, "que nos quiten lo bailao".

lunes, 5 de enero de 2015

Tu alma gemela no es tu "pareja"

A lo largo de la historia, muchos han hablado sobre las "almas gemelas", desde los filósofos de la Grecia Clásica hasta los científicos y psicólogos en la actualidad. Un concepto abstracto, con tintes místicos incluso; en todo caso, difícil de explicar. Yo, siempre he creido en la existencia de las "almas gemelas"; eso sí, desvinculadas de la pareja, al menos como suele entenderse. A mi entender, nuestra "alma gemela" no tiene por que ser una persona con la que tener una relación, ni mucho menos, una que dure para siempre. Yo, sin ir más lejos he encontrado a mi "alma gemela" y no me he casado con ella; para mí es suficiente con que nos hayamos topado, aunque ahora sigamos caminos separados.

Transcribo ahora las palabras de Richard el Texano, de la novela "Come, reza, ama" de Elizabeth Gilbert. "La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida". Lo que ocurre es que la gente suele creer que este proceso lo desencadena de forma exclusiva el amor y si bien, este tiene un increíble poder transformador, no es la única fuente del cambio (aunque sí la más potente). Y lo cierto es que a lo largo de la vida, nos cruzamos con muchas personas que nos enseñan cosas, que nos ayudan a conocernos mejor y no siempre, nos enamoramos de ellas.

Richard el Texano afirma igualmente... "Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un porrazo... Pero ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar [...] Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha". Lo que ocurre es que la gente suele creer que "esa persona especial" ha de estar en nuestra vida de forma permanente. En caso de enamorarse, exige que "esa relación" dure para siempre. Y lo cierto es que a lo largo de la vida, nos cruzamos con muchas personas por las que sentimos "cosas fuertes", que nos acompañan en diferentes momentos, que nos hacen felices, y no siempre, están eternamente.

Como podéis deducir de lo anterior, hay dos conceptos que deberíamos desacoplar de las "almas gemelas": la pareja (en el sentido clásico) y la permanencia. En la práctica, esto se traduce en lo siguiente. En primer lugar, nuestra alma gemela puede ser un hermano, un amigo, una persona que pertenezca a nuestro círculo de conocidos. Después, si coincide que esa persona es de quien nos enamoramos, hemos de ser conscientes de que no durará toda la vida; ya que el alma gemela, en opinión de Richard el Texano y en la mía propia, sólo nos acompaña durante un rato; no hasta el final de nuestros días. ¿Os suenan frases como "eran el uno para el otro", "encontró la horma de su zapato" y sin embargo, "no pudo ser"? Pues a eso me refiero.

sábado, 3 de enero de 2015

Las gafas de la felicidad

Del libro homónimo del prestigioso psicólogo español, Rafael Santandreu, puedo decir que he sacado múltiples enseñanzas. Sin duda alguna, cada uno de sus capítulos, merecería un análisis pormenorizado. En él, el autor comparte historias reales que ilustran a la perfección la capacidad de las personas para reponerse en circunstancias adversas, aprender a "desdramatizar" los problemas y, en última instancia, ser feliz. Auténticos ejemplos de superación, increíblemente inspiradores.

En esta ocasión, quiero centrarme en un fragmento del capítulo titulado "Superar complejos" que, a mi modo de ver, da respuesta a esa cuestión que tanto nos preocupa, cómo hallar la verdadera felicidad. "La clave para tener una mente excepcional, para vivir con pasión eléctrica desde el minuto uno hasta el último, es la inteligencia emocional, esto es, saber movilizar la gasolina que hace carburar las pasiones de nuestra vida: disfrutar de lo que hacemos, aprender, amar, jugar, hacer arte y, sobre todo, no perder el tiempo quejándose".

La clave de la inteligencia emocional está, por tanto, en saber diferenciar las cualidades que hacen que la vida sea realmente emocionante de las llamadas "cualidades trampa", que nos confunden y nos apartan del camino de la verdadera felicidad. Algunas de ellas son la belleza física, la inteligencia (entendida de forma clásica), la elegancia, la habilidad verbal (retórica)... Estas cualidades proporcionan la admiración de los débiles e inmaduros ("pobres de espíritu"); nos llevan a competir y a llenarnos de ansiedad. Si bien nos reportan una satisfacción a corto plazo; a la larga, no nos hacen felices.

Por otro lado, están las virtudes que nos permiten crecer como personas y que producen auténtico bienestar a largo plazo. El arte, el amor, la amistad, la tolerancia a la frustración o la perseverancia son algunas de ellas. Estas cualidades son valoradas por las personas fuertes y emocionalmente sanas, producen armonía y tranquilidad y nos enaltecen como seres humanos. A diferencia de las "cualidades trampa", no son perecederas, podemos tenerlas hasta los cien años. Desgraciadamente, esto es algo que olvidamos, inmersos como estamos en un mundo de apariencias (instantáneo, visual).

El problema es que en nuestra sociedad, este tipo de virtudes, son eclipsadas muchas veces por las "cualidades trampa" que como decía antes, nos reportan beneficios inmediatos. Por norma general, eso es lo que queremos los humanos ("dicho y hecho"). Sin embargo, si tenemos paciencia y sabemos esperar, si cultivamos el amor a la vida y a los demás, obtendremos el mejor premio de todos. Haciendo un símil automovilístico, alcanzaremos la meta (la verdadera felicidad) gracias a la posesión de un vehículo excepcional (la inteligencia emocional).