viernes, 27 de marzo de 2015

Carta a un hermano mayor

Querido hermano/a mayor;

La vida quiso que yo naciese en segundo lugar y que las cosas fuesen para mí más fáciles; mi camino lo allanaste tú. Te ponías de puntillas en la cuna cuando lloraba, me llevabas de la mano al colegio; mientras crecía, me aconsejabas sobre la vida, las relaciones, el amor. De bebé, fui para ti un juguete, un muñeco más; de adulto, alguien al que guiar. Mientras yo me preocupo de cuidar de mi mismo/a; tú, lo haces de los dos. 

Tú te encargabas de acallarme en la guardería, en ausencia de papá y mamá. Tú me curabas las heridas; me enseñabas a ser fuerte, a levantarme después de caer. Gracias a ti, aprendí a andar en bici, a tocar la flauta, a nadar. Tu recibías reprimendas que no te correspondían y lo hacías sin "chivarte", sin rechistar. Tú sacabas siempre la cara por mí; sé que me admiras, aunque no tanto como yo a ti. Tú eres un espejo en el que mirarme, un ejemplo a seguir.

Tú me obligas a ir al médico aún cuando no quiero; te preocupas más que yo por mi salud. Tú te inquietas si no recibes un mensaje mío, si no sabes "a qué ando". Tú me reconfortas cuando tengo problemas; en persona, por teléfono, por WhatsApp. Aunque te enfades de vez en cuando; eres incapaz de no perdonarme; me das mil y una oportunidades. Tú sabes a la perfección lo que me gusta; y me "agasajas" como nadie lo hace. Tú compartes conmigo cosas que nos hacen inseparables.

Tú y yo somos iguales pero diferentes; recibimos los mismos genes, la misma educación; pero a ti te tocó "ser el mayor". Yo, la "cabra de la familia", en proceso de definición; tú una persona centrada, un ejemplo de esfuerzo y tesón. Yo, tan voluble como impredecible; tú, constante y "sufridor". Yo, el impulso; tú, la contención. Y es que tú, hermano/a mío, eres la razón de mi emoción. Juntos, más allá de la amistad y el amor. TE QUIERO.

Fdo: Hermano pequeño

PS: "Aunque las ramas sean distintas, la raíz es la misma".


martes, 24 de marzo de 2015

La receta de Epicuro de la felicidad

Epicuro de Samos no es un chef de plena actualidad, sino un filósofo griego que vivió en la antigüedad (341-270 a.C.). Es muy posible que el nombre de Aristóteles, uno de sus predecesores, os suene infinitamente más. Sin embargo, Epicuro fue un pensador excepcional que formuló, entre otras, las teorías del atomismo y el hedonismo racional. Que el universo es fruto del azar y que en la búsqueda de placer, la prudencia ha lugar.

Hoy quiero hablaros de "Epicuro y la felicidad" (título, por cierto, del documental que acabo de visualizar). Resulta que, a pesar de que vivió hace más de dos mil años, los ideales de este buen hombre se ajustan perfectamente a la sociedad de consumo actual, en la que la publicidad juega un papel clave, haciéndonos creer que "ser feliz" es consecuencia inmediata de "comprar" (para lo cual, dinero vamos a necesitar).

Pero nada más lejos de la realidad; lo cierto es que no necesitamos más que tres ingredientes para lograr la verdadera felicidad. El primero de ellos es la amistad; tener amigos y compartir con ellos los placeres cotidianos (comidas y conversaciones) es para el epicureísmo un requisito fundamental. El segundo es la libertad, el sentimiento de autosuficiencia que adquirimos al vivir al margen de la sociedad. El tercero y último es la "autorreflexión", el tiempo que dedicamos a cuestionarnos, a pensar en nuestras acciones, a meditar.

La doctrina de Epicuro parte de una premisa principal, y es que nuestras necesidades básicas han de estar cubiertas para empezar a pensar en la plena felicidad. En este sentido, los que nacemos en Occidente somos afortunados por norma general. Eso significa que, en el mundo en que vivimos, no necesitamos más que esos tres ingredientes para alcanzar la felicidad. Ni una pareja, ni una casa; ni el prestigio o la fama. Sólo Azúcar (Amistad), Pimienta (Pensamiento reflexivo) y Sal (Suficiencia).

viernes, 20 de marzo de 2015

La felicidad es el antídoto contra la enfermedad

"Lo que pensamos varía nuestra biología", afirma Bruce Lipton, doctor en Medicina e investigador en biología celular. Y es que actualmente, la ciencia está logrando demostrar cómo lo que pensamos y la forma en la que vivimos determina nuestros genes. Si bien de antaño sabemos que el bienestar físico contribuye enormemente a la felicidad (os remito a mi post "Coronar la pirámide de Maslow"), recientemente se ha descubierto que sucede también al contrario; tener pensamientos positivos mejora sustancialmente nuestra salud y calidad de vida. 

Ejemplos de este tipo hay cientos; milagrosas curaciones de pacientes optimistas, gente que apenas se pone enferma porque siempre está feliz (y su sistema inmunológico es competente) o el tan conocido "efecto placebo", cuando nos recuperamos solo con creerlo. A este respecto, he descubierto un vocablo que desconocía, lo contrario al efecto placebo, el "efecto nocebo". Si creemos que algo nos hará daño, acabará por hacérnoslo. Mientras que la química de la alegría y el amor hace crecer nuestras células, la del miedo, hace que mueran; siendo los pensamientos positivos un imperativo para una vida saludable.

Extrapolando los resultados de estas investigaciones a la vida cotidiana, nos damos cuenta de que nuestra salud depende en gran medida de nuestro estado de ánimo. Es por eso que nunca me he conformado con lo que algunas personas, empeñadas en vivir un sufrimiento constante, argumentan en relación al cambio, "es que soy así; nada puedo hacer, ya me gustaría". Cierto es que venimos al mundo con una dotación genética única pero nuestras células cambian en función del entorno, pudiendo crear un mismo gen 30.000 variaciones de sí mismo en función de las circunstancias.

Para vivir bien y muchos años, lo que debemos hacer es buscar activamente los estímulos que alimentan nuestro organismo, como la alegría y el amor y deshacernos de aquellos que nos generan estrés, acortando la vida de nuestras células, como la angustia o el miedo. Cuando estamos contentos, sonreímos. Lo más sorprendente es que cuando sonreímos, automáticamente nos ponemos contentos; es un flujo bidireccional. Y cuando estamos "felices y contentos", no nos ponemos enfermos, siendo todavía más felices si cabe.

jueves, 19 de marzo de 2015

El auténtico caballero

Si hace un tiempo os hablé de "hombres tóxicos", hoy quiero presentaros al "auténtico caballero"; un hombre cariñoso, atento y sincero (la rima es casual). La fortuna puede hacer que algunas mujeres lo conozcan el primero; no lo "dejarán escapar", a ese hombre que las cuida con esmero. Sin embargo, lo más habitual es que aparezca después de unos cuantos "príncipes azules" no demasiado certeros; imitadores más o menos buenos de ese hombre maravilloso que es "el auténtico caballero".

El auténtico caballero es generoso con las palabras; habla con educación y respeto. Tiene buenas maneras y se muestra cariñoso. Es leal y consciente de lo que dice; sus halagos son sinceros. Es una persona de palabra, no miente ni exagera. Acepta a la gente como es y no la juzga. Se interesa por los demás y no se preocupa por interesarle a otros, no tiene afán de notoriedad. Sabe escuchar y tiende a sacar lo mejor de los demás. No tiene miedo a compartir sus cosas, a llorar, a ser "él mismo". 

El auténtico caballero muestra en su voz sus emociones; lo mismo susurra que se ríe a carcajadas. Es imposible aburrirse en su presencia. Está siempre atento al flujo de la conversación, "no desconecta". Su voz es rica en matices, llena del entusiasmo que siente por la vida y la gente que lo rodea. El auténtico caballero incita a los demás a sentirse cómodos en su presencia, se acerca a su interlocutor, asiente con la cabeza. Le gusta tocar a la gente y abrazarla.

El auténtico caballero siempre mira a los ojos de la otra persona; no desvía la mirada, dedica al otro toda su atención, hace que se sienta importante. Su expresión facial es ligera y relajada y su sonrisa, genuina (con las comisuras de la boca elevadas y arrugas en los ojos). Sus gestos siempre van acorde con sus palabras, sean tristes o alegres. En presencia de la mujer que le gusta, sus pupilas se agrandan ("le brillan los ojos"), sus aletas nasales se dilatan y sus labios esbozan una sonrisa sincera.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando no la ves

Cuando no la ves, está inquieta esperando saber de ti. Quizás la hayas conocido una noche y no quieras volver a verla. Ella, aunque se intente convencer de lo contrario, siempre alberga una esperanza. Consciente de que no la quieres, espera que al menos, la trates como se merece; no pide tampoco ser una "princesa", solamente no sentirse "una cualquiera". Una respuesta al menos; no, total indiferencia.

Cuando no la ves, se cuestiona a sí misma, se convence de que "ella" es el problema. Le da mil vueltas a las cosas; lo mismo tú hablas claro pero ella lo interpreta a su manera. Quizás apenas la recuerdes, quizás no haya significado nada, quizás ni te interese como amiga. Ella, sin embargo, no te olvidará, te archivará en su memoria, se esforzará en tener un trato cordial y sólo tendrá para ti buenos deseos.

Cuando no la ves, se pasa horas en el baño, acicalándose. Se mira las piernas a contraluz, una y otra vez, en búsqueda de pelo. Se va corriendo a comprarse un conjunto nuevo. Se planta frente al espejo, plancha y lápiz en mano. Se esfuerza en elegir "modelo", en verse "sexy", en sorprenderte. Aunque no se lo pidas, desea estar guapa para ti, "regalarte" su imagen; darte la mejor versión de sí misma.

Cuando no la ves, reflexiona sobre vuestra relación, le preocupa que funcione. Le da mil vueltas a las cosas; tú lo tienes claro pero su "cerebro femenino" no le da tregua, no para. Quizás la tengas presente a todas horas, quizás la quieras más que a nada; quizás no alcances a expresarlo. Ella lo sabe pero necesita que se lo recuerdes de forma constante, sentirse "segura", sentirse importante.

lunes, 16 de marzo de 2015

El arte de cotillear

En casa, en la calle, en el trabajo; más de un tercio de nuestra vida, nos lo pasamos cotilleando. Son muchos los investigadores que se han dedicado a dilucidar el porqué de dicho comportamiento. Vacío existencial, curiosidad o puro morbo? Cualés son las principales razones que nos incitan al cotilleo? Según el antropólogo Robin Dunbar, se trata de un mecanismo de cohesión social, que facilita la transmisión de información y une a las personas que lo practican.

Pero de dónde viene nuestra insaciable curiosidad por la vida de los demás? Parece ser que de nuestros ancestros, los simios. A los chimpancés, por ejemplo, les encanta espiar a sus cuidadores, a través de rendijas y cerraduras. Los humanos hacemos lo mismo a través de las redes sociales (ahora desde el anonimato). La diferencia radica por tanto en el lenguaje, que posibilita la circulación de la información entre individuos, esto es, el nacimiento del chisme o rumor.

Los rumores cumplen diversas funciones sociales, como por ejemplo, proporcionar datos sobre las habilidades y aptitudes de las personas (especialmente importante en el ámbito del trabajo). De la misma forma, nos ayudan a prevenirnos de personas deshonestas; ya que, por norma general, solemos criticar a aquellos que nos generan inseguridad o representan una amenaza (más guapos, ricos o peligrosos). Además, los rumores son una herramienta muy potente para desgastar el poder.

Nuestra tendencia innata a hablar de los demás, nos lleva a menudo a cometer injusticias, sobretodo cuando olvidamos los límites que no debemos sobrepasar. Una cosa es opinar sobre el carácter o las acciones de los otros; eso, lo hacemos todos ("el que esté libre de pecado..."). Y otra muy distinta, es creerse con derechos para juzgar o inmiscuirse en la vida de los demás. Yo, me quedo con una frase de Oscar Wilde... "Que hablen mal de uno es espantoso, pero que no hablen, es mucho peor".

jueves, 12 de marzo de 2015

La convivencia consume

Siempre lo he pensado, convivir consume "recursos cerebrales". Si bien es cierto que en determinadas épocas de la vida, lo hacemos apenas sin esfuerzo, existen otras en las que se transforma en una actividad agotadora, llegando incluso a sobrepasarnos. Este hecho se hace patente a medida que nos hacemos mayores, adquirimos más responsabilidades (laborales) y tomamos conciencia de lo preciado de nuestro tiempo; valorando más que nunca nuestros momentos de soledad y descanso.

Cuando nos habituamos a vivir de forma independiente, compartir el hogar con otros (compañeros de piso o familiares) resulta una ardua tarea. Ya no nos apetece dar explicaciones; ni decir adónde vamos ni con quién. Ya no somos capaces de concentrarnos cuando están hablando varias personas a la vez; en la mesa, los gritos nos molestan. Ya no disponemos de un lugar en casa donde estar tranquilos y en silencio, porque "dos ya es una multitud". Nos dirán que somos unos "cascarrabias"; intentarán convencernos de que es "algo malo", finalmente entenderán que no es así y nos respetarán.

Sintiéndonos asediados, es a nuestra habitación adonde vamos a "refugiarnos" (algunos privilegiados). Ese "pequeño rincón del mundo", donde nos quedamos a solas con nuestros pensamientos. Y damos rienda suelta a nuestra imaginación, a la música, a la creación artística. Cualquier intento de "entrar" en nuestro espacio es percibido como una agresión; cuando cerramos la puerta, no deseamos que nadie nos perturbe; pues si queremos conversación, saldremos a buscarla. Nos tildaran de "asociales", nos dará lo mismo; leer solos en nuestra habitación antes que ver la tele en compañía en el salón.

La convivencia nos enseña muchas cosas; es una experiencia muy enriquecedora, que sin lugar a dudas nos ayuda a crecer como personas. Sin embargo, llega un momento en que nuestro cerebro "no puede más", y aunque se esfuerce no es capaz. Tras una dura jornada laboral, no le salen las palabras, no tiene "recursos disponibles", solo quiere descansar. A nuestro cuerpo le ocurre igual, nos pide "posición horizontal". Y es que cuando empezamos a vivir de verdad, el "con" difícilmente ha lugar.

lunes, 9 de marzo de 2015

Confesiones de una mujer enamorada. 2ª parte

Cuando estoy con él, paso de la risa al llanto en un instante. Siento tanto que no soy capaz de expresarlo, me faltan las palabras. A él le apena verme llorar; le digo que la alegría es el origen de mis lágrimas. En esos momentos, me abraza fuerte, me recuerda que siempre estará conmigo y mi corazón retoma la calma. Él me da tranquilidad, es mi "remanso de paz", el lugar donde nada me falta.

Cuando duermo a su lado, nada temo; me acurruco entre sus brazos y del mundo me protejo. Él vela mi sueño; a veces, lo asusto sin quererlo. Él me lleva a la cama, me tapa y me desea "dulces sueños". Él me regala caricias tiernas, me aparta el pelo de la cara y me hace cosquillas con su barba. Él se angustia si no duermo; le inquietan mis espasmos, mis gruñidos nocturnos, mis malos sueños.

Cuando me despido de él, pienso cuando volveremos a vernos. Me digo, que pase un tiempo; me resulta imposible, solo deseo estar con él y querernos. Cuando leo algo curioso, cuando escucho una canción, cuando hago cualquier cosa, es de él de quien me acuerdo. Cuando le escribo, tengo la sensación de que le leo la mente (y él a mi); pregunto y también respondo.

Cuando echo la vista atrás y pienso como he llegado a este punto, me doy cuenta de que no es de ahora, nació mucho antes, esto que siento. Cuando pienso en el camino recorrido hasta encontrarlo, creo que ha valido la pena, aún lleno de sufrimiento. Él borra mis malos recuerdos, solo tiene buenos deseos. Él me ayuda a cumplir mis sueños. Con él viajé en tren, en barco; y ahora, con él vuelo.

jueves, 5 de marzo de 2015

Una chica normal

Aunque me gusta comer, no sé cocinar (o no le dedico tiempo); hay otras cosas que me interesan más. No me maquillo porque me siento rara, prefiero que me vean "al natural". No voy a la "pelu" a menudo, porque no me sobra la "pasta", ahorro para viajar. Convivo con las motas de polvo que habitan en mi hogar; no me considero "sucia", simplemente sé "pasar". Lavo la ropa toda junta; sin separar. No tarareo felizmente cuando la tiendo; es más, reniego, me pongo de mal humor.

No me da vergüenza salir a la calle con la camisa sin planchar o el pelo sin peinar. No soy una "señorita", cuando me enfado, suelto improperios como la que más. Me "cabreo" conmigo misma, con los demás, me "enajeno", me pongo a llorar. No soy ninguna loca, aunque de vez en cuando, me dé por chillar. No soy hábil en costura ni manualidades (ni otras labores del hogar). No llevo bolso ni tacones; mochila y zapatillas para mayor comodidad. 

Dedico mi tiempo a leer y a escribir, a la música, a bailar. Convivo con el caos y el desorden, no "llevo todo por la punta", intento relativizar. Las "cosas de chicas" me aburren por norma general. Cotillear no me encanta; depilarme me da pereza, y no le doy importancia a que "quede mal". Me peino cuando me acuerdo o en una ocasión especial. Arrugo el ceño cuando me toca ir a comprar. Me angustio en las rebajas, no me gusta pelearme con la gente, no critico los modelos de las demás.

Soy feliz conmigo misma, no me importa no ser la "mujer perfecta"; soy "atípica", me opongo a los dictados de la sociedad. Sobrevivo y hago mi trabajo; y el tiempo que me sobra, se lo doy a los demás. Compatibilizo mis relaciones y mis ocupaciones; cuido de mí misma y con eso, ya bastante hago. No sé preparar grandes platos, ni coser botones, ni calmar bebés que lloran. Soy imperfecta; una chica normal a la que, por supuesto, le gusta "sentirse especial".

martes, 3 de marzo de 2015

Los chicos de Lugo

Los chicos de Lugo son, ante todo, gente sencilla; los de la capital y los de la provincia. De carácter tradicional, valoran en grado sumo la familia. Los chicos de Lugo idolatran a sus madres (que les preparan los más ricos manjares), cuidan de sus abuelos y ahijados. Los chicos de Lugo aprecian las costumbres de antaño; orgullosos como están de ser gallegos, "van a la matanza". Por norma general, saben trabajar el campo y son hábiles en el manejo del ganado.

Los chicos de Lugo son amantes del fútbol, "sufren" las vicisitudes de su equipo en el "Anxo Carro". Los chicos de Lugo visten los domingos camiseta rojiblanca; acuden al campo en familia, una de cada dos semanas. Los chicos de Lugo se bañan en las fuentes de la ciudad para celebrar sus victorias, "pitan" escandalosamente, tiran petardos. Los chicos de Lugo siempre consultan el MARCA; yo creo, que son más del Madrid que del Barça (recordemos que yo de fútbol, no sé nada). 

Los chicos de Lugo son gente espléndida, que frecuenta "La Cook", que invita a copas hoy y mañana. Los chicos de Lugo disfrutan yendo a los bares y pubs; algunos se animan a bailar; otros sujetan la barra. Los chicos de Lugo no tienen problemas por "sacar la cartera", o directamente, los fajos de billetes, los que no la llevan. Los chicos de Lugo son amantes del "buen comer", del chuletón, del butelo, del pulpo... y del "buen beber", incluyéndose aquí cañas, chupitos y cubatas.

Los chicos de Lugo son "maestros" en el arte de la seducción; un tanto rudos en ocasiones, graciosos las más de las veces. Cortejan con piropos elaborados, no los típicos "sobrexplotados". Normalmente, usan el gallego, aunque para "conquistar", muchos se pasan al castellano. Los chicos de Lugo aprovechan cualquier ocasión para "meter ficha", sea en una discoteca o en una granja. Los chicos de Lugo "devecen" por las mujeres, siendo las veterinarias, las más cotizadas.

lunes, 2 de marzo de 2015

La soledad es necesaria

Nunca he entendido porqué la gente teme, rechaza o incluso repudia la soledad. Son muchos los que no comprenden que alguien prefiera estar solo, ya sea en el ámbito de las relaciones o en la vida diaria. Nuestro tiempo es limitado y a veces, preferimos no compartirlo con nadie, sino dedicarlo a nosotros mismos. Cierto es que somos seres sociales y en nuestra naturaleza está relacionarnos, pero también es cierto que necesitamos momentos de introversión, reflexión y diálogo internos; para conocernos a nosotros mismos y así, relacionarnos mejor.

A día de hoy, ser "single" (no tener pareja) es una opción como otra cualquiera; aunque, ciertos sectores de la sociedad lo vean como un estigma (particularmente, en el caso del hombre). Es por eso que no entiendo cuando la gente, en tono condescendiente, dice "pobre, no hay quien le aguante". Yo me pregunto... No puede acaso esa persona haberlo decidido así? Hay personas que prefieren vivir de forma independiente y no es que no sepan relacionarse o no hayan encontrado "candidatos" para compartir su vida; es que simplemente, han escogido no "tener pareja", consagrar su existencia a otras causas (el trabajo, los demás, etc.) o "realizarse"  por vías alternativas (más allá del amor romántico).

Lo mismo sucede con nuestra vida diaria, en la que recibimos un estímulo social constante (a través de las redes, del móvil...). Nos pasamos el día mirando pantallas, observando el mundo exterior, la vida de otros. Apenas dedicamos tiempo a mirar "dentro", a la contemplación de nuestro mundo interno, a reflexionar sobre nuestra vida (más allá del "smartphone"). Y es que "al abrigo de la soledad" es donde surgen las mejores ideas, las que cambian el mundo. Que se lo digan a Darwin por ejemplo, que rechazaba invitaciones a eventos sociales, mientras formulaba la teoría de la evolución; o a Steve Wozniak, que inventó el primer ordenador "Apple", encerrado en su cubículo de Hewlett Packard.

La soledad es por tanto "la cuna de los grandes legados"; donde el cerebro "da a luz" a los inventos más increíbles y a las mejores obras de arte. Es la mejor vía para el autoconocimiento, para el descubrimiento; el origen de la creatividad. De ahí, la importancia de aprender a "estar solo"; de ser independiente para construir una relación verdadera o capaz de "entretenernos", de gestionar nuestro tiempo libre en ausencia de otras personas. A este respecto, no hay mejor regalo que darle a otro que nuestra soledad. "Mi tiempo, que es mi bien más preciado, decido compartirlo contigo".