viernes, 30 de octubre de 2015

20 y largos

"El tiempo no se para con nadie"; un hecho que se hace patente a todas las edades. Hay algunas, sin embargo, en las que existe una transición increíblemente brusca, como entre los 20 y los 30 años. De universitarios fiesteros a trabajadores responsables. De post-adolescentes dependientes a adultos independientes. Y es que a pesar de nuestra juventud, ya notamos el cansancio, no tenemos el fuelle de antaño y de las noches de fiesta, tardamos el doble en recuperarnos.

A los 20 y pocos años, estamos ansiosos por salir, conocer gente y relacionarnos (sobretodo con desconocidos). A los 20 y pocos años, somos capaces de "chapar como animales", varios temas en un día y a seguir rulando. A los 20 y pocos años, nos quedamos hasta las tantas viendo una peli o simplemente, charlando. A los 20 y pocos años, nos mantenemos despiertos en clase con resacas de campeonato. A los 20 y pocos años, ansiamos que llegue el fin de semana para seguir festejando. A los 20 y pocos años, nos acostumbramos a ir en autobús y a caminar siempre con una maleta al lado.

A los 20 y largos años, estamos ansiosos por tener un momento de paz, con nuestros amigos y nuestra pareja, nos basta. A los 20 y largos años, nos "cuesta la vida" memorizar cualquier cosa y las llaves, simplemente nos las olvidamos. A los 20 y largos años, nos quedamos dormidos en mitad de la peli o incluso, charlando. A los 20 y largos años, nos caemos de sueño en las comidas familiares. A los 20 y largos años, ansiamos que llegue el fin de semana para tirarnos en el sofá. A los 20 y largos años, nos acostumbramos a ir en coche a todas partes y la maleta, la hacemos muy de vez en cuando.

Supongo que como dicen por ahí "en la vida, todo son etapas" y es necesario pasar por cada una de ellas. Bien es cierto que los arrebatos de juventud son indispensables y las aventuras vividas en dichos años, inolvidables. Pero también es cierto, que en la vida, no debemos anclarnos y siempre, seguir avanzando. Quizás nuestras experiencias más extremas, nos hayan sucedido a los 20 y pocos pero sin lugar a dudas, las más plenas, nos sobrevendrán a los 20 y largos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Soltero/a porque así lo deseo

Si eres mujer, rondas los 30 años y tienes una carrera exitosa; seguro estarás harta de que te pregunten "y el novio, para cuando?" -y lo mismo, para el sexo contrario. Lo cierto es que hay gente que se resiste a asimilar que los tiempos han cambiado y las prioridades de las mujeres, ya no son las de antaño. Así, estudios científicos recientes lo confirman: "las mujeres tienen un 40% menos de probabilidades de casarse si son exitosas o tienen estudios universitarios o de posgrado".

De acuerdo con estas investigaciones, en el caso de la mujer, la soltería está estrechamente vinculada a la inteligencia. Mientras mejor le va a la mujer en el ámbito laboral, más difícil le resulta encontrar pareja. Esto es así porque las mujeres con estudios quieren seguir creciendo profesionalmente y, en lugar de juntarse con el primero que pase, prefieren esperar a un hombre inteligente; que quizás nunca aparezca, pero no por ello serán menos felices.

Por otra parte, las mujeres que van a la universidad se pasan más tiempo estudiando que sus coetáneas, por lo que retrasan sus nupcias más allá del punto de máximo atractivo y fertilidad. Lo mismo ocurre con los hombres que deciden estudiar, si bien existe una salvedad. Cuanto más preparados y mayor es su coeficiente intelectual, tienen un 35% más de probabilidades de querer casarse, esperando de sus compañeras que los cuiden como lo hacían sus madres.

Como véis, gracias a los movimientos feministas de los últimos años, las mujeres son autosuficientes, ante sus propios ojos y los de la sociedad. Ya no necesitan emparejarse, ni por supuesto casarse, para sentirse plenas; aunque este cambio de mentalidad aún se está tramitando en nuestra sociedad. Peor lo tienen los hombres, para los que la soltería se convierte en un auténtico estigma. Muy a mi pesar, la gente sigue pensando "una mujer está sola porque quiere y un hombre, porque no hay quien lo quiera".

lunes, 26 de octubre de 2015

Teoría del enamoramiento

A la pregunta "¿por qué lo/la quieres?", solemos responder "lo/la quiero, el porqué no lo sé". Pues bien, hoy he leido en "La mente es maravillosa", web que muchos conoceréis, un artículo muy interesante en el que se viene a dilucidar por qué nos enamoramos de unas personas y no de otras. Si bien las sustancias responsables de nuestra euforia y felicidad son de sobra conocidas (endorfinas, encefalinas y feniletilamina), veamos cuales son los elementos que a modo de gatillo, disparan su producción.

La primera teoría es la similitud familiar. Solemos sentirnos atraidos por personas que, en algunos aspectos, nos recuerdan a nuestros progenitores, lo que nos da confianza y nos aporta seguridad. En ciertos casos, buscamos en nuestra pareja, aquello que no tuvimos en la infancia/adolescencia. A modo de ejemplo, es característico de mujeres a las que les ha faltado una figura paterna, relacionarse con hombres bastante mayores que ellas.

La segunda teoría es la de la correspondencia. Según los científicos, a la hora de enamorarnos, pesa mucho compartir experiencias similares, haber pasado por las mismas cosas y tener gustos y valores semejantes. La afinidad entre dos personas, sin lugar a dudas, enriquece la relación. La tercera teoría es la de la admiración; vemos en el otro cualidades brillantes que nos gustaría tener. A este nivel, entra en juego la atracción entre polos opuestos, que se complementan.

Finalmente, hemos de considerar la teoría de las feromonas, sustancias aparentemente imperceptibles, que dan a cada persona un olor único que determina su atractivo. Esto es así porque las feromonas se relacionan con el Complejo Mayor de Histocompatibilidad. De esta manera, a los factores sociales del enamoramiento, se suman los condicionantes biológicos, que son cruciales en el proceso de apareamiento.

jueves, 22 de octubre de 2015

Cuestión de carácter

"Si quieres triunfar en la vida, has de tener carácter"; un consejo que muchos recibimos de nuestros padres. Creo yo, que una personalidad fuerte, segura de sí misma y no influenciable conduce al éxito, el cual, por supuesto, siempre va ir acompañado de críticas. El hecho de "tener un carácter fuerte" implica, las más de las veces, guiarse por criterios propios, ser fiel a uno mismo y no intentar agradar al resto. Fuerte no es sinónimo de malo, sino de sólido.

A este respecto, debemos diferenciar el tener carácter a ser una persona de mal carácter; porque nada tiene que ver una cosa con la otra. Mientras que las personas con carácter son, a mi modo de ver, admirables; las que tienen mal carácter, resultan muchas veces, intratables. Pasemos a ver cuales son los aspectos clave. Para empezar, tener carácter es ser asertivo en la forma de expresarse (lo que la gente interpreta como "borde"); tener mal carácter es ofender con nuestras palabras.

Tener carácter significa manifestar nuestro descontento cuando algo no nos place; tener mal carácter es no respetar opiniones diferentes, menospreciar. Tener carácter es hablar de forma clara y sin tapujos; tener mal carácter es ser "ladino", "tirar la piedra y esconder la mano". Tener carácter es ser una persona de sólidos principios, dispuesta a luchar por sus ideales; tener mal carácter es, pisotear al resto, aplicando la política del "todo vale".

Tener carácter es decir a alguien las cosas de frente; tener mal carácter es hablar a las espaldas de alguien y sonreirle por delante; ser falso. Tener carácter es no reprimir un gesto facial ("una cara") en un momento dado; tener mal carácter es escupir o echar la lengua a alguien. Tener carácter es no amilanarse en ciertas situaciones, ser valiente para decir lo que uno siente; tener mal carácter es poner la opinión de uno por encima del resto, insultar y en último término, hacer daño.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Gallego-castellano

Hace unos días, leí en la prensa una noticia que me impactó bastante; a una profesora de Coruña se le prohibió utilizar el gallego en sus clases. Una muestra de que, desgraciadamente, en pleno siglo XXI, la diglosia sigue existiendo. Si bien yo no lo uso de forma habitual (como otros jóvenes de mi generación criados en el ámbito urbano), el gallego es una lengua que adoro; un idioma cantarín, honesto, sincero; el idioma en el que se criaron nuestros padres y abuelos. Nuestro patrimonio, no podemos perderlo.

Al margen de la opinión que el resto de España tiene sobre el gallego, es dentro de Galicia donde sufre mayor discriminación. Por supuesto, existen diferencias entre provincias, siendo la de Lugo su principal "baluarte". En el interior, en la costa y en la capital, todo el mundo lo habla. Prácticamente ausente en ciudades como A Coruña y Ferrol; mayoritario, sin embargo, en las "Rías Altas" y Santiago. Habitual en el litoral pontevedrés ("Rías Baixas") y en el rural ourensano; pasa desapercibido en ambas ciudades.

A este respecto, he oido decir en nuestra comunidad en más de una ocasión, "es majo/a y eso, pero habla gallego"; como si fuese esta una cualidad negativa, algo que resta atractivo a la persona. Es una pena escuchar este tipo de comentarios, en una región como la nuestra, donde el bilingüismo constituye una gran riqueza. Lo cierto es que tenemos la posibilidad de comunicarnos en el idioma que queramos; cuando uno habla en gallego y el otro le responde en castellano, y viceversa.

A mí, no me gustan los extremos; el que se obligue a la gente a hablar una lengua u otra, arrebatándoles así la libertad de elegir. El idioma está para romper fronteras, no para construirlas y mucho menos, para usarlo como arma arrojadiza en cuestiones políticas. Posturas intransigentes las hay en los dos bandos, eso está claro. Y al igual que condeno los ataques gratuitos que se hacen al gallego, me apena que un "galegofalante", se avergüence de usar el castellano en un momento dado.

lunes, 19 de octubre de 2015

Consejos para hacer amigos

Llevaba mucho tiempo detrás del libro más vendido de Paulo Coelho, "El manuscrito encontrado en Accra"; que finalmente, llegó a mí en forma de regalo. Un libro que, como la mayoría de las obras del escritor brasileño, devoré en pocas horas, resultándome tan inspirador como de costumbre. Como sabéis, mi modus operandi es el siguiente: leo, marco páginas interesantes, dedico un tiempo a la reflexión y lo comparto con vosotros. En este caso, cualidades de los buenos amigos, de esas compañías altamente recomendables.

Transcribo los consejos de Paulo. "Quédate junto a aquellos que están a tu lado en las horas de alegría. [...]. Unéte a los que no temen ser vulnerables. [...]. Únete a aquellos que la única puerta importante que quieren abrir es la de tu corazón [...]. Únete a los que dicen: "Aunque todo está bien, tenemos que seguir adelante". [...]. Únete a los que cantan, cuentan historias, disfrutan de la vida y tienen alegría en los ojos [...]. Únete a los que dejan que la luz del Amor se manifieste sin restricciones, sin juicios, sin recompensas, sin verse jamás bloqueada por el miedo a que no la comprendan".

Veo los consejos de Paulo y subo unos cuantos más. "Aléjate de aquellos que codician tus logros o no los valoran. Desconfia de los que jamás pierden los nervios, de los que no lloran ni se emocionan. Aléjate de aquellos que se acercan a ti con algún tipo de interés. Déjate inspirar por esos valientes que abandonan su zona de confort y se arriesgan. Huye de los que se quejan, se autocompadecen y sólo albergan tristeza. Aléjate de los que ponen frenos al Amor en cualquiera de sus formas; de los que no tienen valor para marcar la diferencia.

Lo que está claro es que los buenos amigos permanecen en los malos momentos; y en ocasiones, se hacen los fuertes. Si bien nos acompañan durante cierto tiempo, hacen su vida y no los culpamos por ello; es más, nos alegramos de que encuentren su camino. Los buenos amigos tienen un efecto imán; queremos estar a su lado, nos atraen a su presencia. Y como bien dice Paulo... "No importa como te sientas; levántate todas las mañanas y prepárate para emitir tu luz. Los que no están ciegos verán tu brillo y se maravillarán con él".

viernes, 16 de octubre de 2015

Amores insanos

Desafortunadamente, todos los conocemos y quizás, los hayamos experimentado. Son amores por momentos maravillosos y por momentos, devastadores. Son amores que primero nos dan alas y después, nos las cortan. Amores que nos hacen felices al principio y desgraciados al final; amores que primero nos ensalzan y luego, nos ignoran. Amores que en los comienzos, se disfrazan de "amores perfectos" pero, tras un tiempo, se quitan la máscara y no los reconocemos.

Amores insanos que empiezan como la mayoría; sin quererlo. Amores en que uno de ambos miembros no se entrega al 100%. Amores forjados en base a las inseguridades, amores con dudas, amores que se cuestionan continuamente. Amores obsesionados por el futuro; amores temerosos, que se repiten la frase, "vamos viendo". Amores que siempre ven el maso medio vacío, que rápidamente se dan por vencidos. Amores centrados no en virtudes, sino en defectos.

Amores volubles, que hoy quieren una cosa y mañana, la otra. Amores que semejan una adicción, que crean dependencia. Amores que hacen comparaciones, y una vez tras otra, cometen errores. Amores "hortelanos", que ni comen ni dejan comer. Amores que abusan de los sentimientos, que humillan, que hieren. Amores interesados, que lo único que quieren es que se los escuche y no estar solos. Amores que critican otros amores y al final, resultan peores.

No hay nada más doloroso que los amores insanos; amores enfermos, que nos hunden en una profunda tristeza y nos hacen cuestionarnos. Amores, sin embargo, de los que con ahínco y valentía, nos recuperamos. Es entonces cuando buscamos otro tipo de amores; amores sanos. Entregados, seguros de sí mismos, valientes, luchadores y virtuosos. Amores independientes, maduros, solícitos, desinteresados y justos. Amores únicos, irrepetibles, incomparables.

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jueves, 15 de octubre de 2015

Nomofobia, una epidemia actual

La nomofobia, de acuerdo con la revista "Muy interesante", es una patología muy generalizada en el mundo de hoy; una de cada dos personas la sufren sin saberlo. Se trata del miedo irracional a estar sin teléfono móvil (no-mobile-phone); de ahí su nombre. Así, la dependencia del dispositivo electrónico genera una infundada sensación de incomunicación en el usuario cuando no puede disponer de él, bien porque se lo ha olvidado o se ha quedado sin batería.

Este trastorno no se aplica únicamente a los usuarios de smartphones, si bien los antiguos teléfonos móviles no generan tanta adicción al no ofrecer la posibilidad de navegación o mensajería instantánea. Según las estadísticas, los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos la friolera de 34 veces al día (problemas cervicales y tendinitis en los dedos, aparte). Los síntomas de este trastorno son ansiedad, taquicardia, dolor de cabeza y dolor de estómago, entre otros.

Según los expertos, el nomofóbico suele ser una persona insegura y de baja autoestima. Las mujeres son quienes más la padecen, dado que su estructura cerebral les procura una mayor necesidad comunicativa y afectiva que a los hombres. En relación a la edad, se da en mayor medida en los adolescentes. Este transtorno se debe a que el hombre es un "ser supersocial" que, lejos de poder vivir aislado, tiene la necesidad de comunicarse continuamente.

No hace falta más que mirar a nuestro alrededor, para darnos cuenta hasta qué punto ha llegado la sociedad en lo que a los móviles concierne. La gente es incapaz de concentrarse, se distrae a la mínima de cambio, un sólo silbido basta. Resulta imposible mantener conversaciones con alguien que no nos presta atención, atento como está a las notificaciones. Las personas ya no se miran a la cara, no se comunican con los ojos; simplemente miran el móvil y se comunican con emoticonos.

martes, 13 de octubre de 2015

La belleza es subjetiva

"Para gustos, los colores", una frase que evocamos a menudo al juzgar el atractivo de alguien; o lo que es lo mismo, la belleza está en los ojos del que mira. Dos afirmaciones que apuntan a algo que siempre sospechamos y es que la belleza es una cuestión subjetiva. Si bien la ciencia ha demostrado que identificamos simetría con belleza (lo simétrico nos resulta bello); un estudio reciente ha probado que el concepto de belleza depende del entorno único de cada persona.

Según los investigadores, los entornos que son importantes para esta configuración de la belleza no son los que comparten los miembros de una misma familia sino otros más sutiles e individuales que incluyen las experiencias personales con amigos y compañeros (incluso la cara de la primera pareja), así como las imágenes y la información recibida en los medios de comunicación. De ahí, por ejemplo, las diferencias de criterio, entre hermanos; a mí, sin ir más lejos, me ha pasado con la mía.

Así, tal como afirma una de las investigadoras de este estudio, “en general, se encuentra atractivas a personas cuyos rasgos faciales se asemejan a la cara de alguien que te importa o con quien pasas mucho tiempo, como una pareja o el círculo de amigos más cercano". Este hecho tiene su lógica y es que a las personas de nuestro entorno, las conocemos y a su apariencia física, sumamos, entre otras cosas, su simpatía para configurar su atractivo; algo así como, "es tan majo/a que hasta lo veo más guapo/a".

Las conclusiones de este estudio son, a mi modo de ver, muy interesantes sobretodo, porque, en la era de la imagen en la que nos encontramos, parece existir un único tipo de belleza, "absoluta", la de las "celebrities"; delgadas, maquilladas, siempre perfectas. La tele y las revistas nos han hecho creer esta mentira; no así a nuestras abuelas, que no se han dejado engañar. Ellas, alejadas de las tendencias de la sociedad, nos dirán siempre, "cuanto más gordo/a, más hermoso/a". Y que viva la relatividad.

jueves, 8 de octubre de 2015

La tetralogía de la felicidad

Del libro "La conquista de la voluntad" del psiquiatra español Enrique Rojas, he podido extraer numerosas enseñanzas sobre la motivación, la educación y la búsqueda del sentido de la vida. En esta ocasión, me gustaría transmitiros lo que el autor denomina "tetralogía de la felicidad": tener una personalidad que se ha encontrado a sí misma, vivir de amor, trabajar con sentido y poseer la cultura como fondo; o sea, amor, trabajo y cultura. Desarrollemos en adelante estos puntos.

Primero que nada, para ser feliz lo que necesitamos es afianzar nuestro carácter: convertirnos en personas autosuficientes, con criterio propio y tolerantes a la vez que resistentes a las críticas. Este proceso puede resultar complicado ya que, como criaturas sociales que somos, tendemos a imitar a nuestros congéneres y buscar su aprobación, supeditanto en tanto nuestra propia personalidad. Con el paso del tiempo y las experiencias vividas, descubrimos que "es imposible contentar a todos" y así, adquirimos la potestad de ser felices.

Una vez que nos hemos encontrado a nosotros mismos, nos abrimos al amor (en el sentido más romántico del término) o en su defecto, nos volcamos en el trabajo; dos ingredientes fundamentales de la felicidad. Cuando encontramos a alguien con quien compartir nuestra vida, nos cargamos de energía y aspiramos, con más fuerza si cabe, a alcanzar la plenitud también en el plano laboral. Cuando encontramos nuestra verdadera vocación, ansiamos enormemente tener a alguien con quien compartir nuestros logros y aspiramos, con más fuerza si cabe, a alcanzar la plenitud personal. En este caso, el orden de los factores no altera el producto.

Como véis, el tándem amor-trabajo resulta fundamental de cara a la consecución de la felicidad plena. A este nivel, es muy difícil suplir la ausencia de uno por la presencia exacerbada del otro, es decir, no podemos vivir sólo amando ni tampoco trabajando, más bien 50% de ambos. Y todo ello, siendo personas íntegras y "educadas"; no sólo con buenos modales, sino con cultura e información, dos de los principales engranajes de las relaciones humanas.

martes, 6 de octubre de 2015

Profetas del amor

Immanuel Kant, uno de los filósofos más importantes de la Edad Moderna, decía que "podemos juzgar el corazón de una persona por la forma en que trata a los animales". Si bien esto es algo que podemos constatar en la gente de nuestro entorno, me gustaría añadir algo y es que, a mi modo de ver, no sólo "los animales son mejores que las personas" sino que las hacen "mejores personas". Eso pienso yo, como veterinaria, en tanto que humanista.

Los animales no albergan rencor, no sienten animadversión hacia sus congéneres, sólo nos dan amor. Ejemplos, hay muchos, quizás sea más patente en las mascotas que en los animales de producción (los que nos dan alimento, a los que dedicaré otro post). Uno de los más claros es el de los perros maltratados que, en lugar de odiar al "hombre", acuden de nuevo a él, en busca de cariño y comprensión. Y a esa persona, lejos de temerla, la idolatran, la transforman en un dios.

En el mundo animal, no existe la discriminación; su ética, su moral es superior. Cuando perros de distintas razas/tamaños/características se encuentran, lejos de rechazarse, ávidos de contacto y descubrimiento, se olfatean, juegan y enseguida, se hacen amigos. No ocurre esto con las personas, a las que la sola diferencia de raza les inspira desconfianza; y lo mismo ocurre con el sexo, la apariencia o la edad. No hay idiomas en el reino animal, sólo un lenguaje único y universal, el amor.

A modo de conclusión, os diré algo curioso y es que cuando conozco a alguien, me resulta fácil saber si esa persona tiene animales o ha convivido con ellos en algún momento. Es su comportamiento "para con las personas", el que me aporta dicha información. El respeto a la vida, la empatía y el agradecimiento son, entre otros muchos, valores estrechamente ligados al amor por los animales. Y si los tenemos, es por que ellos nos los han enseñado.

jueves, 1 de octubre de 2015

Carta a una amiga perdida

Querida amiga perdida,

Ha pasado mucho desde que dejamos de ser inseparables, nueve años para ser exactos. Después de tanto tiempo, ni tú ni yo somos las mismas. Sin embargo, hay días en los que te recuerdo, me pregunto cómo te irá la vida y como ya no hablamos, lo consulto en Facebook. Esos días me invaden antiguos sentimientos, la nostalgia se apodera de mí y mi mente retorna al patio del colegio. Cuando andábamos juntas de la mano, jugábamos a la Nintendo y por falta de WhatsApp, hablábamos diariamente por teléfono.

Son muchos los momentos, muchos los recuerdos. Quince años siendo uña y carne, increíblemente intensos. El día en que nos hicimos "mejores amigas", mi abuelo siempre lo recuerda. Aún no habíamos empezado el cole, íbamos a buscar a nuestros hermanos, te acercaste a mí y me dijiste "niña, juega conmigo". Y así empezó todo. En clase, éramos una piña; los demás se metían con nosotros, nos llamaban "chaponas"; a mí, "enana" y a ti "gorda". Y cuanto más nos repetían esas palabras, más unidas nos sentíamos; nos refugiábamos una en la otra.

A los doce años, pasamos del colegio al instituto. Vivimos un auténtico drama al enterarnos de que no estábamos en la misma clase. Después de un sinfín de llantos, nos resignamos a pasar juntas los recreos, eso mejor que nada. En aquellos años, experimentamos muchos cambios. Yo aún estaba forjando mi carácter; el tuyo, ya era patente por aquel entonces y me defendías de cualquiera que "osase" insultarme. Éramos muy distintas pero nos compenetrábamos perfectamente. Tú me imprimías "garra", me empujabas hacia adelante; yo estaba ahí para calmar los ánimos, para tranquilizarte.

Finalmente, nos fuimos a la universidad. Ya no estábamos en la misma ciudad, iba a ser complicado salvaguardar nuestra amistad. Nuestras respectivas carreras absorbieron gran parte de nuestro tiempo, hicimos nuevos amigos y experimentamos categóricos cambios. Jamás nos enfadamos, nunca discutimos; fue la desidia quizás, quien se encargó de matar lo nuestro. Es por eso que no puedo albergar ningún tipo de resentimiento; es por eso que deseo que seas muy feliz; es por eso que no dejo de añorar aquel tiempo.

No te olvido,

Fdo: tu amiga perdida